Decía mi padre que «Dios te cuide del momento de los elogios ¡será el de tu muerte!» La muerte inmuniza de los malos deseos, quizás por su carácter inequívocamente definitivo. La muerte infortunada y en edad temprana, son, por ende, aditivos más que sensacionalistas para los que aquí nos quedamos, especialmente cuando el personaje es conocido por la mayoría. Imagino que todos se habrán anticipado a la primera frase para pensar que me estoy refiriendo a la pérdida irreparable de una gran mujer como Carme Chacón. No voy a repetir sus méritos como todos los medios y como todos los personajes de todos los partidos y de todas las tendencias. Más bien quisiera pararme a pensar en la injusticia de tantas personas olvidadas para la historia y de la hipocresía de la gente para utilizar el deceso de alguien famoso para ponerse la medalla con un rato de llanto de cocodrilo en el Telediario.

Hace tiempo que abandoné la militancia del mismo partido que Chacón pero aún recuerdo aquel tiempo, 2012, de las camisetas con #ahora_chacón y de algún que otro mitin en la esperanza de que ella iba a ser la nueva secretaria general, joven, atrevida y capaz de dar esa renovación al PSOE que todavía hoy día duerme el sueño de los justos. Y no se me puede olvidar cómo en aquel Febrero ventoso en Sevilla después de entrar con el triunfo asegurado se le dio una vuelta de tortilla.

No me puedo olvidar de cómo el casposo aparato de entonces, el mismo de ahora, liderado por un Felipe González que hoy se rasga la vestiduras con la muerte de su “compañera”, se pusieron como locos, teléfono en mano, a llamar uno por uno a los delegados para forzar con artimañas el ajustado resultado de la mañana donde Carme fue y no fue. 487 votos para Rubalcaba, 465 votos para Chacón, de nuevo más de lo mismo. Fue el comienzo del desierto que ha tenido desalojado a ese partido de La Moncloa.

Comprenderán ustedes que Carme hubiera preferido los elogios de algunos personajes como Patxi López, José Bono o Emiliano García-Page en ese momento, no ahora que la muerte le impide regocijarse con el pasado.

Igualmente no tiene sentido y no podemos olvidar que Chacón se equivocó, o no se equivocó, pero facilitó con su ley muchas trágicas historias de desahucios, cuando en 2006 promovió en Madrid los seis primeros juzgados de primera instancia de lo civil destinados a agilizar desahucios por impagos de alquiler. Tampoco creo que encontrara el encaje con el espíritu más catalanista del PSC, o al menos que conciliara un nexo de unión más afectivo y más efectivo para el problema de territorialidad que hoy vivimos. Porque vivir es lucha y la lucha es equivocarse y triunfar, caerse y levantarse, no esa cursilería fácil de fingir una vida ideal. Su último gesto de apoyar a los mismos que la descabalgaron en Sevilla cinco años antes, tampoco se puede entender en su recorrido, pero así somos. Me quedo con su recuerdo como mujer más que como icono, los iconos son de plasma y ella no se merecería hoy que la trataran como un símbolo sino como una realidad, como Carme. La muerte acontece continuamente, cada instante puede ser el último y es tremendamente absurda. Ni por ser mejores viviremos más ni por ser luchadores tampoco.

La privación de la vida le quita toda significación a los elogios y a la rabia que nos queda a los que aquí permanecemos, incluso, peligrosamente, le arrebata el sentido a la vida.

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