Una pareja de novios se encuentra sentada en un bar, ambos con un refresco sobre la mesa. El hielo está casi derretido; los dos están mirando el móvil sin cruzar palabra durante periodos de tiempo de quince minutos, aproximadamente. Por favor, no se lleven las manos a la cabeza al leer este párrafo, al fin y al cabo estas situaciones son muy cotidianas. Cuando vea una, dos o varias personas en estas condiciones, sepa usted que está ante seres plenamente inmersos en esa nueva realidad a la que llaman “sociedad digitalizada”.

Si lo ve una persona de sesenta años, lejana al mundo de las tecnologías, pensará que los móviles son unos quita oficios. Un joven de entre treinta o cuarenta lo verá como algo cotidiano, aunque visualizará un mal uso de las tecnologías, sobre todo si lo ve pegado al móvil en horario laboral. Sin embargo, un adolescente exclamará: “¡qué pasada de móvil! Lo normal en un momento de cambio generacional que será estudiado por las grandes diferencias que presenta con respecto a la era anterior.

Pues este tiempo de digitalización previa, en el que vivimos, es el momento más importante de todos los que van a venir después. Cuando esté completamente extendida, tanto que se acabará llevando por delante puestos de trabajo y hasta clásicas y sencillas costumbres por todos asimiladas, no podrán corregirse los numerosos errores que trae consigo; por ejemplo, el libro caerá y el iBook será el futuro – yo que siempre había soñado mi gran biblioteca –. Nos encontramos en el punto de inflexión, en el epicentro del cambio, es ahora cuando hay que concienciar y, sobre todo, actuar.

Multitud de jóvenes están haciendo uso de aplicaciones móviles que permiten buscar trabajo o trabajar por ellas. Encontramos como las hay lejanas a cualquier norma de protección laboral. Puestos de trabajos en los que se promete un horario de entre veinte y veinticinco horas, pero que acaba siendo inexistente, a tal grado llega, que una semana puedes trabajar cinco, mientras que otra trabajarás cuarenta. En estas ofertas no tienes protección alguna, te pueden despedir por un accidente laboral – o desconectarte, que es el término que utilizan para no decir despido entre los empresarios de la digitalización –. Cuando te desconectan no usan finiquito, es normal, ¿cómo van a dar finiquitos cuando la carta de pago la emite la aplicación con tu nombre ya firmando?.

Salarios que vienen a rondar los novecientos euros, pudiendo llegar a pensar que es un buen sueldo y que los jóvenes nos quejamos por vicio, o porque no vamos a poder tener una casa en la playa, como decía alguna política de cuyo nombre no quiero acordarme. Pues de esos novecientos euros, si llegas, tendrás que pagar tu cuota de autónomo, que ronda los doscientos cincuenta o trescientos euros mensuales – por eso de cotizar, aunque algunos ni lo conocemos –. En definitiva, a final de mes habrás ganado unos maravillosos cuatrocientos cincuenta o quinientos euros, los cuales no disfrutarás mucho porque tienes veintinueve años y no eres capaz de independizarte, ni de formar una familia. Te dirán que puedes irte de España, pero a lo mejor no quieres renunciar a vivir donde siempre has querido, a lo cual llamarán capricho, otros le llamamos exilio económico.

Si protestas por esta situación podrán preguntarte; ¿qué has estudiado? Y responderás: filosofía. Cuando conozcan tu carrera algún empresario de los de la digitalización podría formularte esta cuestión, ¿y por qué no estudiaste ingeniería? En ese momento te llevarás las manos a la cabeza y aguantarás tu irá; – señor, no estudié ingeniería porque amo las humanidades y porque esta sociedad necesita del humanismo.

Un día te despertarás e irás a la aplicación a ver tu horario de trabajo, cuál es tu sorpresa, pues que te han desconectado o, como se dice en este santo país de toda la vida, te han echado, bien porque te has caído de la bicicleta o por alguna otra razón que nunca entenderás con seguridad, no olvides que no tenías seguro alguno. Así son las cosas en la economía colaborativa.

¿Esto tiene arreglo? Sí, lo tiene. Necesita de la política porque es el arma más útil para cambiar la vida de las personas, porque a veces, cuando un parlamento aprueba una ley de protección y derechos laborales, está haciendo una revolución. Necesita de la política para que desde ya sea controlado el crecimiento desmedido de la nueva mutación del capitalismo, un crecimiento que concluirá con una nueva crisis del mismo, con una nueva crisis política y otra de valores. Necesita de la política para reforzar el Estado, para modernizarlo, para adaptarlo y hacer frente al nuevo modelo, porque cuando este sistema económico esté plenamente consolidado no habrá vuelta atrás. El liberalismo salvaje trae la salvaje realidad de la desigualdad, estamos a tiempo.

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