No existen pequeñas y grandes historias, sino pequeños y grandes relatos. Ya que la clave de la gran historia se encuentra en la forma de contarla. Si quieres escribir un buen relato comienza por el principio: organízate. No te preocupes de lo poco atractiva que pueda resultar tu historia y búscale el tema, define su argumento y diseña la estructura.

Tema. Ha de ser el eje del relato, el mensaje en torno al cual ha de girar la historia. El amor, el odio, el dolor, la ambición, los celos, la venganza, el narcisismo, la angustia, la corrupción, la infertilidad, la hipocondría, el heroísmo, la crueldad… En las obras de William Shakespeare algunos de estos temas se superponen, de manera que, el director de teatro, al afrontar su puesta en escena, suele escoger uno o varios de ellos.

Premisa. Es el punto de vista elegido por ti, que podrá ser una afirmación o una pregunta. Imagina que tu tema es el amor, la premisa entonces podría ser: “Existe el amor sin condiciones” o “¿Existe el amor sin condiciones?”. Si el tema es el poder: “El poder todo lo corrompe” o “¿Acaso existe alguien que no sucumba al poder?”. Como ves, la premisa es la tesis que lanzaremos al lector en forma de parábola, la cual será tu relato.

Estructura. Terminada de redactar la historia, organízala en partes. Escoge entre la estructura tradicional (introducción, nudo, desenlace) o el “in media res”, que es la técnica literaria donde la narración comienza al final de la historia –o ya mediada–, en lugar de por el comienzo (“ab ovo” o “ab initio”). El vacío argumental dejado por este comienzo abrupto es completado por medio de retrospecciones. Así el lector irá conociendo a los protagonistas y el porqué de sus motivaciones.

Desenlace. Escoge entre un final cerrado, abierto o circular (aquí el final vuelve al punto de partida).

Lenguaje. Procura que tu escritura sea limpia, breve y precisa. Es importante que no des más información de la necesaria para la comprensión de tu relato. Descarta las repeticiones, los detalles accesorios y los desvíos de la narración que no se integran en ésta. Nunca escribas así:

«Matías estaba partiendo leña en el patio, porque gastamos mucha este año; con el invierno que hace, tenemos encendida la chimenea todo el día. Y le saltó una esquirla al ojo, que no sé cómo no se puso unas gafas de protección que tiene. No sé para qué se las compré. Empezó a salirle sangre y a no ver… ¡Qué susto nos llevamos!”

Este tipo de chácharas hace inaguantable el texto.

Diálogos. No te olvides de introducirlos para que enganchen al lector, informen y caractericen a los personajes. Para lo cual, estudia la jerga profesional o marginal (si la hubiera) de tu protagonista, lee en voz alta el diálogo o busca a alguien para que te dé una segunda opinión. Fíjate y lee esto. Se trata del inicio de una de las mejores novelas de José Ángel Mañas, Historias del Kronen, finalista del Premio Nadal en 1994:

«A las ocho menos cinco estoy en el portal de Miguel, y llamo al telefonillo: venga, Miguel, baja.

–Espera que ahora bajo.

Miguel aparece por la puerta, me mira y se tapa la boca con la mano.

–¡Pero joder! Pero, ¿qué me han hecho? Me han cambiado al Carlos que yo conocía. Con lo que molaba tu pelo. Estás colgado.

–¡Qué tal me queda?

–No, si está guapo. Te pareces a la Sidni Oconor ésa,o como se llame. Pero es un cambio

–Ya

–Cuando te vea Celia, se va a quedar acojonada.

–Venga, Miguel. ¿Qué pasa con Celia?

–Nada, que hay que pasar a buscarla.

–Pues vamos, ¿no? ¿Vamos en tu coche?

–Si es que, Carlos, me has dejado acojonado. Déjame al menos que te dé la colleja de honor.»

¿Crees que es pequeña historia la del Kronen? No, más bien es una gran novela. ¿Hace falta decir que son dos jóvenes, desocupados y sin problemas los que hablan?

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