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Etiopía-Eritrea: la frontera que nunca tuvo que existir

Relato para Diario16 sobre el acuerdo de paz entre ambos países africanos

Jon Martín Santana
Jon Martín Santana
Nací en Donostia en el año 1995 y actualmente vivo en Madrid. Me gradué por la Universidad de Deusto en Comunicación. He realizado mis primeras pinceladas en el mundo de la comunicación hasta llegar a osoigo.com donde actualmente trabajo. Es una página de activismo digital e incidencia social en el que tratamos de fomentar la comunicación directa entre ciudadanos y políticos. En el plano personal siempre he sentido un especial interés por todo lo relacionado con África.
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análisis

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Ryszard Kapuściński describió África en su libro Ébano como “un océano, un planeta aparte, un cosmos heterogéneo y de una riqueza incalculable”. El 11 de septiembre de 2018 me encontraba en el norte de Etiopía y tuve ocasión de comprender en primera persona por qué para el periodista polaco es el continente más rico y solidario que jamás haya conocido.

Proceso de paz vivido en directo para Diario16 de dos pueblos de África, continente que también existe

Me encuentro en la localidad de Wukro un pueblo de unos 50.000 habitantes a 300 kilómetros de Eritrea. Sus habitantes son gente amable y respetuosa. Según relata un vecino “tratan de vivir en paz después de muchos años de conflictos con sus hermanos eritreos” además del “dolor todavía reciente por la repentina muerte de su anterior presidente Meles Zenawi”.

Es mediodía y vemos las noticias del país en un canal local. De repente escuchamos que, casi sin previo aviso, el primer ministro Abiy Ahmed (Etiopía) e Isaias Afewerki (Eritrea) han estrechado sus manos en la frontera. Una hora más tarde me encuentro junto a nuestro fixer rumbo a la frontera.

Zona desmilitarizada

Llegamos a la zona desmilitarizada. Con la intención de ser meros espectadores nos convertimos sin querer, por un momento, en protagonistas. Cruzamos a pie un camino estrecho en el que todavía se pueden observar las heridas de la guerra: más de 120.000 muertos entre 1998-2000, miles de refugiados y otros tantos desaparecidos. En mi cabeza me lo decía y aún me lo sigo repitiendo, después de 25 años de conflicto fuimos los primeros extranjeros en cruzar a pie esta frontera libremente.

Soldados eritreos vuelven a sus campamentos después de un día de fiesta en la frontera.

Soldados de los dos bandos que hasta hace muy poco se mataban, gente de los dos países que acudía a la frontera… nos invitaban a su abrazo colectivo agradeciendo que unos ferengi (así es como llaman a los extranjeros) hubiesen acudido hasta tierra de nadie. Nos invitaron a su fiesta colectiva, a su reunificación, a su libertad.

Dos etíopes, junto a un recién nacido, de camino a la frontera.

Entrevista a un eritreo

Tuve la ocasión de entrevistar a un eritreo que pisaba por primera vez en su vida suelo etíope: “Especially in this border where a lot of brothers and sisters have been separated by a line, the differences between them have finished. Cooperation and solidarity are and going to be maximum between two governments. What has happened is an example for all Africa”.

Su testimonio se me quedó grabado en mi mente. Esta reunificación puede y deber ser ejemplo para los pueblos y conflictos de todo el mundo. Desgraciadamente la historia del continente africano tiene muchos casos dónde vecinos, amigos, familiares… intoxicados por un radicalismo étnico-religioso han cometido auténticas barbaridades. Puede que os suene el genocidio que se llevó a cabo en la actual Ruanda entre las etnias tutsi y hutu. Según ACNUR más de 1 millón de personas fueron asesinadas durante el año 1994.

Tampoco me olvidaré de los muchos casos en los que Europa ha sido y es responsable de asesinatos y crímenes contra la humanidad en África cómo el ejecutado en el Congo por el Rey de los belgas, Leopoldo II, que asesinó tal y como relata el historiador Adam Hochschild en su libro El fantasma del Rey Leopoldo, entre 2 y 15 millones de personas por su avaricia con las plantaciones de caucho.

Eritreos posan para una foto en la frontera.

Nada de esto debería haber ocurrido nunca. De dónde somos apenas nos llega información o nos cuesta diferenciar lo qué es cierto sobre lo que sucede en el continente africano. Lo que tenemos viene de magníficos periodistas que han tenido que hacer de su trabajo un oficio de alto riesgo. Estas noticias llegan por desgracia, con cuentagotas.

Termino mi viaje con una sensación agridulce. Mi fixer me regala una especie de amuleto en forma de cruz que compró en la ciudad milenaria de Aksum, para “protect and save your soul”. Llego a Madrid y apenas veo noticias en nuestros medios sobre lo que vi, de los cambios sociales y políticos que puede traer al continente… me lo esperaba. ¿Será que el amuleto me quiere proteger, haciéndome olvidar esa realidad?

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