¿Por qué tanto miedo al estrés?

¿Por qué? Muy sencillo, porque hay estudios que demuestran que:

1.- Existe una clara relación entre estrés y la aparición de enfermedades del aparato digestivo, cáncer, enfermedades de la piel y problemas cardíacos.

2.- Con el estrés, surge el sentimiento de inseguridad, vacilación e inconstancia para concluir aquello que se emprende.

3.- Una persona estresada tiene más posibilidades de padecer ansiedad y depresión.

4.- La ansiedad aumenta el riesgo de suicidarse. De hecho, un reciente estudio de la Universidad de Indiana  (EEUU) ha demostrado que: a) Un alto nivel de estrés puede influir en una muerte temprana, y b) Entre las personas estresadas abundan los obesos y adictos al tabaco que padecen ansiedad.

Pero no nos pongamos nerviosos y vayamos por partes.

Qué es el estrés

Es una respuesta del organismo a un malestar generado por situaciones angustiosas y que origina cambios psicosomáticos o trastornos psicológicos más o menos graves.

Clases de estrés

Según su carácter, puede ser positivo o negativo. Según su duración, agudo, episódico o crónico.

-Estrés positivo/negativo. Ojo, rompamos clichés. El estrés no siempre es malo, a veces una cierta presión cotidiana nos ayuda a activar nuestra atención sintiéndonos más eficaces. Este estrés es el beneficioso, el positivo, y está asociado a la felicidad, la motivación, la competitividad, el atrevimiento y la energía. En cambio, el distrés o estrés negativo surge cuando no sabemos enfrentarnos a una situación difícil, tememos por el futuro de una empresa o el mal resultado de una actividad. Y esa incertidumbre nos genera nerviosismo, inquietud, ansiedad y desequilibrio, que acaba anulando nuestras capacidades. Esto puede terminar en tristeza, ira, frustración, etc.

-Estrés agudo/episódico/crónico. El agudo es el más común y está relacionado con el modo de vida occidental. Aparece cuando nos vemos desbordados por una situación o exigencia propia o ajena, que hay que cumplir en un futuro inmediato. En pequeñas proporciones, esa presión nos puede resultar beneficiosa para alcanzar nuestras metas, pero, en grandes, puede agotarnos anímicamente. Por fortuna, al ser todo tan inmediato, esta clase de estrés dura poco y no deja secuelas. El episódico también es bastante frecuente y aparece en personas con expectativas poco reales, que se muestran irascibles, agresivas y angustiadas por el porvenir. No suelen hacer caso de los consejos, salvo que sean prescritos por un especialista. El crónico es el más grave de todos y se origina por algún trauma de la infancia o por situaciones permanentes de tensión, como los conflictos bélicos, las cárceles o las situaciones de indigencia. A veces el enfermo no es consciente de su mal y rechaza la intervención médica. Deja desgaste anímico irreversible.

Factores de riesgo  

Internos y/o externos. Entre los psicológicos, por ejemplo, el creerse que el origen de nuestros males es sólo nuestro, o bien, de algún poder externo que nos persigue; ser una persona tímida o poco sociable; o muy autoinfluenciable, a veces, demasiado obsesionada en montarse alguna teoría fantástica, o ya predispuesta a padecer ansiedad. Entre los ambientales, el miedo a lo inesperado o la impotencia ante lo inevitable.

Indicios para saber si estás estresado

Psíquicos: terror al fracaso, excesiva autocrítica, indecisión, olvidos, falta de concentración, pensamientos obsesivos…

Físicos: insomnio, dolor de cabeza, cansancio, dolores de espalda o cuello, rigidez muscular, manos frías y sudorosas, dispepsia, respiración agitada, salpullidos, problemas sexuales, etc.

Emocionales: depresión o ansiedad, inquietud, nerviosismo.

Conductuales: mayor consumo de tabaco y alcohol, alteración del apetito, trato áspero, hiperactividad, descontrol, desorden…

Consejos para escapar del estrés

Si no quieres quemarte y enfermar, huye del estrés. ¿Cómo? Tres consejos. Acude a un psicólogo clínico, gestiona mejor tus emociones y cambia en lo posible tu estilo de vida: modera el alcohol y la cafeína, duerme más, aprende a respirar profundamente, aliméntate mejor (menos grasas, más fruta, verduras, legumbres, carne blanca), haz ejercicio, no te exijas demasiado, relativiza la importancia de las cosas, tómate la vida con humor y comunica tus sentimientos a familiares y amigos.

 

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