Estoy harto de mi trabajo

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La crisis, la reducción del personal, la globalización, el acceso a puestos de responsabilidad de personas sin habilidades para ello, el emprendimiento como salida a situaciones de desempleo,… Innumerables son las causas que, en la actualidad, hacen que odiemos el trabajo que desempeñamos. Esto no sólo afecta a nuestra mente, sino que también afecta a nuestro organismo y a las personas que nos rodean.

Una persona que se encuentra mal en su trabajo no tiene por qué desarrollar estrés o ansiedad relacionada con esta situación; sin embargo, esto se vuelve más probable cuanto mayor sea el tiempo que pasa en esta situación, debido también al hecho de que se vayan acumulando factores que la vayan agravando. Por ejemplo, comienza a haber una carga de trabajo excesiva a la que nos cuesta hacer frente, lo que nos provoca estrés; al irse acumulando el trabajo, tendremos que dedicarle más tiempo, lo que actúa de agravante y aumenta el estrés laboral.

Los trabajadores sometidos a alto estrés laboral son, en realidad, menos productivos y están menos motivados, con las consecuencias que ello tiene para la empresa en la que trabajan.

La Organización Mundial de la Salud habla de las diferentes causas que pueden provocar el estrés laboral tal y como se muestra en el siguiente Cuadro I.

Además de este cuadro que hemos transcrito, en su publicación «La organización del trabajo y el estrés» proponen formas de solución y prevención de estas situaciones a nivel de empresa y empresario.

Sin embargo, nos va a quedar la duda de qué puede hacer el afectado por el estrés laboral que no puede influir ni cambiar las políticas de empresa, horarios, tareas o cualquier otra cosa que sea causa de estrés según el cuadro.

Lo primero que tenemos que hacer es identificar si estamos ante una situación de estrés laboral. Si así es, vamos a encontrarnos con dificultades para dormir, somatizaciones (como dolores de cabeza continuos, reflujo, estreñimiento o diarrea,…), fatiga, desgana, irritabilidad, elevación de la tasa cardiaca, tensión muscular y/o temblores, entre otros muchos síntomas muy relacionados con un Trastorno de Ansiedad o un Trastorno Depresivo. Estos deben estar asociados a un contexto laboral, al menos, en principio.

Y digo «en principio» porque cada vez es más común que estos síntomas también se desarrollen como consecuencia de no tener trabajo. Ocurre, sobre todo, en personas que han perdido su empleo después de haber estado trabajando gran parte de su vida, realizando las mismas tareas, y la situación de desempleo se ha alargado en el tiempo.

En ambos casos, todas las estructuras del sujeto, internas y externas (mental, orgánica, familiar, amistades, laborales…) van a verse afectadas, contribuyendo al mantenimiento del problema. Si no se trata y se mantiene la situación puede acabar teniendo consecuencias más graves, como trastornos cardiovasculares, impotencia (en el hombre), vaginismo (en la mujer), trastornos endocrinos (hipo o hipertiroidismo), trastornos respiratorios (asma,…), dermatitis, etc…

Ante estas situaciones y teniendo en cuenta que quizás no podamos cambiar la empresa en la que trabajamos, vamos a tener que trabajar para cambiar la forma en la que nos enfrentamos y experimentamos esta situación de estrés.

En consulta, lo que realizaremos será una educación del paciente para que desarrolle nuevas estrategias para afrontar el estrés y las situaciones que le provocan ansiedad. Así, por ejemplo, entrenaremos en técnicas de relajación y en habilidades sociales o haremos una reestructuración de los pensamientos que hacen que mantengamos la situación de estrés o los síntomas asociados.

Como acercamiento, podéis echar mano de una pequeña guía elaborada por UGT y la Junta de Castilla León para que tengáis un primer acercamiento a estas situaciones y sepas cómo hacer frente a ellas a grandes rasgos. – Guía del estrés laboral

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