29 de septiembre de 1990

 

Estimado Teniente

Borislav Dzodan

 

Le escribo esta carta con una sonrisa en los labios. Han transcurrido ya tres meses desde que estreché su mano en Ahorcada. Allí tuve oportunidad de compartir con usted el vino de la región y disfrutar de su magnífica conversación por última vez. Ahora, cada vez que descorcho una botella de prokupac, siempre viene a mi memoria aquella frase Tommie tan querida por usted: “El que deja de hacer lo mejor, deja de ser bueno”. Cuánta razón; si somos incapaces de apreciar los placeres de la vida, ¿cómo demonios vamos a medir su importancia? Precisamente por esto, sabiéndole lejos del hogar, de su familia, en tierra de ingratos con el cuello rojo y más callos en las manos que entendimiento en la sesera, y avecinándose una fecha tan señalada, decidí mejorar el cargamento previsto por el Comandante en jefe.

El primer camión llevará cerdo, ternera y pavo en cantidades suficientes para satisfacer el apetito de nuestros muchachos; el segundo llevará patatas y fruta en almíbar, además de varias barricas de un vino más que resultón, requisado en Tierra Pisada; irán ciento cincuenta botellas de vodka, panderetas y zambombas, y utilería suficiente para trinchar la carne, y para dormir en silencio a los pequeños cevapi, y a sus madres y abuelos, que tan caros nos salen siempre en plomo. Por supuesto no he olvidado los setecientos fusiles, ni la munición, ni el centenar de martillos para cascar cabezas tullidas; tampoco la cal, las palas y la gasolina; irán en el resto del convoy. Estoy convencido de que Fosa Alegre será otro triunfo más en su intachable hoja de servicios y por eso me he permitido añadir un poco de nuestro mejor vino, un tinto de treinta y tres años, perfecto para la ocasión. El soldado de primera, Kurjak, le hará entrega de la botella personalmente.

Agradeciéndole el trabajo realizado y su gran atención a la presente me subscribo a usted, no sin antes desearle una feliz Nochebuena.

 

Atentamente,

General Dawud Krobabić

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