Una vez más la violencia golpeó Europa, el DAESH atentó en Barcelona y el miedo corrió como reguero de pólvora entre la ciudadanía, porque si bien este grupo violento atenta casi a diario, el que el golpe sea a quienes más se nos parecen y en un lugar donde podríamos haber estado nosotros hace que duela más, porque más allá de los discursos, no todos los muertos duelen igual.

Pero es necesario hacer dos aclaraciones respecto a lo que se ha dicho en los últimos días.

En primer lugar, desmitificar que se trate de una guerra de civilizaciones. No, no es una lucha de musulmanes contra quienes no lo son, se trata en realidad de una lucha de musulmanes violentos contra todos aquellos quienes piensan diferente, puesto que el 80% de las víctimas de sus acciones son musulmanes, porque la mayor parte de sus atentados no son perpetrados en Europa sino en Oriente Medio, donde hay mayor población musulmana. Entonces mienten quienes se victimizan en extremo enfatizando que los terroristas violentan nuestro estilo de vida, en realidad atentan contra todo aquel estilo de vida que no sea el propio.

En segundo lugar, no es cierto que DAESH atente a diario y en todos lados, de hecho en los últimos días hubo varios atentados y DAESH no asumió la responsabilidad de todos, por lo tanto debemos lograr discernir cuál es la motivación que hay detrás de cada acción violenta para saber actuar en consecuencia.

Sin embargo es claro que estamos perdiendo. Los terroristas han logrado que vivamos con terror, puesto que ya no es riesgoso el viajar a ciertas zonas o realizar determinadas acciones, hoy actúan en cualquier sitio y de cualquier manera. Hoy nadie está exento de ser víctima de su accionar tenebroso. El desafío entonces es como hacer para que quienes sientan temor son quienes los que pretenden infundir.

Hasta el momento no se logró encontrar el camino para erradicar a estos grupos que, paradójicamente, reciben armas de muchos de los Estados de cuyos ciudadanos terminan siendo víctimas de su accionar, y varios países que en público dicen combatir el terrorismo, en privado terminan haciendo negocio, económico y político, con estas fuerzas.

Estamos en un punto de inflexión en donde no bastan las buenas voluntades o los bonitos discursos, es necesario emprender de manera organizada y multinacional el combate de estos grupos extremistas. Sin armas y sin dinero tendrán muchas más dificultades para intentar imponer su forma de pensar, pero para conseguirlo se debe acordar, por ejemplo, en que la utilización de la violencia para imponer las ideas está mal.

No es con declaraciones como las de Donald Trump que justifican el uso de la violencia como ocurrió días atrás tras la masacre de Charlottesville, tampoco es vendiendo armas a gobiernos que toleran o avalan el terrorismo, tampoco es financiando instituciones que sirven de fachada legal de quienes encuentran en la violencia su vía de acción, como se lucha contra el terrorismo, con cualquiera de esas acciones se es cómplice de los violentos, y esta complicidad está más difundida de lo que sabemos y lo que nos gustaría.

Estamos perdiendo la batalla, y por lo tanto es necesario saber con quiénes contamos para dar pelea y quienes dicen hacerlo pero a nuestra espalda (y muchas veces incluso delante de los flashes fotográficos) se convierten en engranaje imprescindible del accionar de los violentos para garantizar sus negocios y sus negociados. Sólo entonces podremos recuperar la iniciativa para poder dejar de tener miedo y poder volver a vivir libres.

 

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