La semana pasada los asesores de Donald Trump dijeron que descabalgar a Bashar Assad del poder no era una prioridad para su Administración, dando por hecho que la permanencia del dirigente sirio era una realidad política que había que aceptar.

El informe del ataque con armas químicas en Siria ha puesto en un brete a Trump porque si no es una prioridad derrocar a Assad con estos informes se convierte en un problema político. Además, ahora no podrá hacer lo que hace siempre el Presidente cuando tiene dificultades: culpar a Obama.

A pesar de que el propio Trump arremetió contra Assad por el gaseamiento de civiles o que el Secretario de Estado Rex Tillerson exigiera a Rusia e Irán que le frenaran, la sensación es de que Estados Unidos no tomará ningún tipo de decisión de represalia contra el presidente Sirio.

Tanto los republicanos como los demócratas recriminaron a la Administración de Trump por su declaración de que se trataba de una realidad política que había que aceptar porque, de un modo u otro, le daban aire a Assad y que afectaba al esfuerzo internacional de pacificar Siria.

El senador republicano John McCain declaró en la CNN que «Assad y sus amigos, es decir, sus amigos rusos, toman nota de lo que dicen los americanos […] es otro capítulo vergonzoso de la historia americana y era predecible».

Hay que tener en cuenta que el ataque con armas químicas es uno de los más mortíferos de la guerra siria.

El Presidente Trump calificó en un comunicado de reprobable el ataque y culpó tanto a Assad como a Obama: «Estas acciones atroces por parte del régimen de Bashar al Assad son una consecuencia de la debilidad y la indecisión del gobierno anterior». El Secretario de Prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer incidió en el mismo argumento y, tras ser preguntado por los periodistas, insistió en que no había habido un cambio en la opinión de la Administración Trump respecto a Assad, a pesar de que lo dicho era totalmente contradictorio respecto al comunicado del magnate neoyorkino.

Todo parece indicar que estas contradicciones respecto al régimen sirio tienen más que ver con los nuevos modos de relación política entre Putin y Trump.

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