El Partido Popular lleva tiempo incurriendo en conductas alejadas de la verdad. Lo hace como estrategia para persistir en el poder, aunque eso signifique lacerar las mismas raíces de la convivencia pacífica de los españoles. Desde los abusos usurarios de las hipotecas, hasta la ocupación de la Justicia con fines partidistas, nada parece ser límite para esta gente que nos gobierna.

Hemos sabido que los derrotados no se merecen ser tratados con dignidad, por aquellos que siguen repitiendo los eslóganes contrarios al estalinismo y a sus horrendas purgas, y, al tiempo, pretenden mantener la memoria del Franco genocida mientras aluden defender los principios constitucionales. Como lo son el derecho al trabajo y a la igualdad de oportunidades, por ejemplo. Es cierto, los que se lanzan a proclamar que son “mucho españoles” y se dicen católicos practicantes, no tienen la menor compasión por las víctimas que producen en el sistema productivo. Prefieren una economía de camareros y operarios temporales, mal pagados y empobrecidos, con el único fin de exaltar a los que parecer ser modelos de esta nueva España del abuso y la degradación. Los trabajadores son las víctimas más afectadas por este modelo perverso.

El cocinero Jordi Cruz está satisfecho con su modo de ofrecer oportunidades a los jóvenes, a cambio de nada, en términos de contraprestación remunerativa. Ha regresado la España de los señoritos, que se atribuyen derechos, aunque estos no se compadezcan de los contenidos de nuestro marco constitucional. Esto es una estafa. Han troceado, en el mejor de los casos, a los puestos de trabajo precrisis, devaluando en el mismo acto esa proporcionalidad de remuneración, con la exclusiva intención de justificar la creación de empleo. Ficción.

En finanzas es conocido el fraude denominado “Esquema Ponzi”. El nombre de este plan procede del estafador italiano Carlo Ponzi y de la estafa que realizó en los años 1920, que alcanzó mayor repercusión que otras estafas parecidas del pasado. Era un emigrante italiano que llegó a Estados Unidos alrededor de la década de 1920, siendo de muy bajos recursos como la mayor parte de inmigrantes que llegaban a dicho país, al poco tiempo «descubrió», gracias a un correo que recibió de Italia, que los cupones de respuesta internacional de correos se podían vender en Estados Unidos más caros que en el extranjero, por lo que el tipo de cambio terminaría por producir ganancias. Crearía riqueza. Así que se esparció el rumor, muchos decidieron no quedarse fuera del negocio y apoyaron a Ponzi con capital. Pero aunque Ponzi estuviera recogiendo abrumadoras sumas de dinero y la gente hiciera colas para confiarle sus ahorros, en realidad Carlo Ponzi no estaba comprando los cupones: estaba pagando beneficios de hasta el 100 % en tres meses utilizando el capital de los sucesivos nuevos inversionistas. No había una rentabilidad real. No se creaba riqueza. En agosto de 1920 los bancos y medios de comunicación declararon a Ponzi en bancarrota. Él mismo confesó más tarde que en 1908 había sido partícipe de una estafa muy similar en Canadá, que ofrecía a los inversores grandes beneficios. El gobierno federal de los Estados Unidos intervino finalmente a Ponzi y, descubierta su estafa.

En suma, el sistema piramidal, que tantos afectados creó en España, llegó para beneficio de los estafadores. Nuestro mercado de trabajo que “crea empleo”, según este gobierno adherido al birlibirloque, sigue perdiendo puestos de trabajo. El esquema Ponzi es una analogía.

A fines de enero conocimos la Encuesta de Población Activa (EPA) del cierre de 2016. Según estos datos la calidad del empleo que se está creando en la salida de la crisis, hecho este sólo según las usinas de comunicación del gobierno. Pero, los empleos son de cuestionables características. Nuestra economía creó más de 400.000 empleos durante el 2016, con lo que los portavoces de la confusión anunciaron rápidamente que bajó considerablemente el paro. Pero el análisis de las cifras lleva a cuestionar la calidad el empleo que se está creando. Es un aparente fraude considerar un éxito a este resultado. Si nos fijamos en las horas semanales trabajadas por los ocupados, estas volvieron a caer en el último trimestre de 2016. Quedaron por debajo del nivel del último trimestre de 2015, incluso por debajo del nivel anterior a que llegara Mariano Rajoy a La Moncloa. En concreto, los españoles trabajaron un total de 594millones de horas semanales entro octubre y diciembre del 2016. Cifra es inferior a las 598,8 millones de horas trabajadas en el mismo período de 2015 y que las 597,4 millones de horas que se trabajadas entre octubre y diciembre de 2011. La EPA arroja una destrucción de empleo a tiempo completo de 155.300 puestos en la última parte de 2016 y la creación de 135.900 puestos a tiempo parcial.

¿Es curioso, no? ¿No será que nos están estafando con un esquema Ponzi aplicado al empleo? Lo cierto es que no hay creación de empleo en términos relativos y cualitativos. Los que ingresan al sistema contribuyen a crear la ficción de que los empleos son idénticos, cuando esto no es así. Lo único real es la contribución no recompensada del trabajo a los beneficios empresariales.

 

¿Por qué nos engañan? No lo permitas.

 

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