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España y su gerundio

Fernando Martos
Fernando Martos
Zamora 1959. Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. Narrador Oral. En la actualidad dirige la actividad de animación a la lectura del Centro Coordinador de Bibiotecas de Zamora en la que visita una treintena de Centros Públicos de Primaria y Secundaria donde realiza actividades con los jóvenes y niños. Labor que obtuvo el Premio Nacional al Fomento de la Lectura LIBER 2005, Premio Pep Sempere 2007 de la Asociación de Maestros y Profesionales de Arenas de San Pedro y Premio Innovación Bibliotecas Móviles 2009 ACLEBIM. Director pedagógico de la experiencia sobre traducción explicada a los niños, dirigida por Mercedes Corral, "La aventura de Traducir" para el Instituto Cervantes. Como poeta incluido en varias antologías "Todos de etiqueta" la más importante. Tres libros de literatura infantil: "A galope tendido" "Las tres hijas" "Llámame Luna" (traducida al vasco). Colaborador en prensa, radio con programación estable. Miembro del Seminario Permanente Claudio Rodríguez. Miembro Activo políticamente en asociaciones y grupos siempre en la defensa de un mundo rural que desaparece (Grupo de Coordinación de la Plataforma en Defensa de la Sanidad Pública en Zamora, fue portavoz del Frente Cívico, hoy portavoz de Podemos Zamora y con responsabilidad en el grupo Rural de Castilla y León). Dirije talleres literarios (ahora para jóvenes, hace unos años con Jesús Ferrero uno para adultos). Y desde hace más de un año colabora con el Día de Zamora donde publica una columna semanal político-social. Ha trabajado en la Formación del Profesorado (cuando aún había esperanza).
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análisis

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Creo que una sociedad cambia cuando cambia su sociedad civil, porque ello tiene consecuencias sobre la sociedad política. La sociedad civil sufre, aturdida, porque la epidural que la mantenía sedada, aquel relato televisado sobre su país, ya no le sirve de anestesia. Vivimos en una suma de desafectos, fruto también de un precariado que habita una sociedad de economía y cultura secuestrada, al que sólo se le motiva a religarse a símbolos inservibles sino fuera porque el Estado, debilísimo, abrió una ventana a ver si cuelan. Fruto de nuestra sociedad falsa, es esta clase política de méritos falsificados. Al cabo, si defendieron la democracia representativa, los Pactos y las Transiciones, fue para sujetar las riendas del avión sin tener que pasar por las horas de vuelo obligatorias: “para lo que es mi padre, bien vale mi madre” dice por aquí un cantar. La madurez no estaba en la experiencia de gobierno en los tres niveles del Estado, sino en los codazos y lametones de la política interna con su granizada de sobres y contratas. Al loro, más jamón y menos democracia.

Esta, nuestra “EspañaS”, no es resilente porque no tiene el pasado glorioso de una revolución uncida en su bandera, ni una ilustración grabada en su enciclopedia. Nuestra sociedad es incapaz de sobreponerse a tanta estafa, una tras otra: lo fue Tejero, la OTAN y las armas de Irán, la Expo, y lo fue las Olimpiadas, y lo fue la monarquía, y lo fue la UE y su euro que dobló el precio del café. El timo de la estampita último que nos han dado aún nos tiene perplejos ante nosotros mismos porque no nos creemos que nos haya vuelto a pasar, ahora sin fondo de pensiones y un sindios de desacreditados: nadie examinó a nadie. Nos quedará cicatriz de todo esto porque en nuestro país no hay Código Penal que nos asista y defienda de tanta corrupción porque el Código Penal no contempla con dureza el delito de cuello blanco. El modelo económico, en poco tiempo, nos ha descapitalizado porque permitimos la pérdida de salarios, industrias, servicios públicos, hábitos sociales de solidaridad, comunidades de ayuda. Y por último, como las víctimas de la corrupción no eras visibles, hemos preferido exiliar la conciencia política de nuestros quehaceres antes que impedir que se fueran nuestros hijos.

Ahora, aturdidos, si no hay respuesta, nos cuadrarán de nuevo en el redil de la miseria del sobrevivir y el no te metas. Sólo cambiará la sociedad política si somos capaces de cambiar la sociedad civil. Y ya que vamos marcados de dolor, vayamos a algo nuevo. Siempre fue posible hacerlo y generaciones pasadas lo hicieron. Cerraron lo viejo en su ataúd de usura. En los libros esto se explica como la necesidad de un cambio de subjetividad. Pero por si no se entiende, aquí decimos: arreando que es gerundio.

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