He aquí el resultado de las elecciones.
Profundizando en la idiotez de unos y el saqueo de otros.
En ese nivel estamos, camino de perfección en la épica del bandolero.

Descafeinando ideas, jugando a las apariencias.
A lo que parece y no es.
A lo que es aunque no lo parezca.
Dicho de otra forma, mintiendo como bellacos enfebrecidos, ya sea por
acción u omisión.

Resultados electorales llenos de sombras.
Mucho deben tener que callar casi todos cuando ninguno confronta con
valentía los rumores, o sea públicamente.

Lo peor es que hay quienes, enfangados hasta las cejas, creen que los votos
les hacen buenas personas ipso facto y borran su pasado de delincuentes,
redimiéndoles con fervor para seguir habitando la cueva de los ladrones.

En este país nadie se da por aludido, es tal la cota de desvergüenza
alcanzada, que ya resulta un insulto machacón y constante al pueblo.
Eso sí, una gran porcentaje de ciudadanos se definen solos con su anestesia
ética y racional-emotiva, su abulia estúpida y, en definitiva, su
conformismo cobarde y temeroso.

Parece que la gente no se ha actualizado y siguen votando a partidos del
ayer, ignorando los hechos fehacientes de la última legislatura;
señal inequívoca de que ni ven, ni escuchan.
Enfermos de insolidaridad.

Esto ya ha pasado de la pandereta a la zambomba directamente, de las
castañuelas a la boina.
A esos símbolos «tan nuestros» de posguerra.

¿Habrá descendido drásticamente el cociente intelectual de millones de
españoles, quizá?
¿Acaso hemos sido víctimas sin saberlo de un ataque con el gas de la
gilipollez?

Existen datos que supuestamente confirman el aumento de votos en las zonas
donde mayor corrupción ha habido.
¿Será el agua que riega los pepinos?

Lo que acaba de suceder en España se parece tanto al círculo de maltratador
y víctima o al síndrome de Estocolmo, que necesita un análisis psiquiátrico
serio, por si es contagioso ese gusto por la podredumbre y la incoherencia.

Los que negaban en falso, acabarán pactando con su «enemigo».
Burdas mentiras.
Les importamos un carajo.
Ellos, atentos siempre como perros adiestrados, a la voz de su amo.

Y nosotros, pagando su ineptitud, sus sueldos inflados, sus robos, su
fascismo.

Piénsalo bien cuando madrugues mañana para ser, con suerte, mileurista.
Reflexiona cuando tengas una enfermedad profesional que te nieguen, un
incapacitante accidente de trabajo o el acoso de algún jefecillo
desgraciado.

Recuerda que lo que a ti te falta, es porque te lo quitan para comprarse un
yate, un «volquete de putas» o un viaje al Caribe.

Entonces, sigue sin ver ni escuchar, no decidas a tu favor, que ya lo harán
por ti otros en tu contra.

Y nada, tranqui, hay fútbol y toros, y legiones de putas que «se lo tragan
todo», como tú.

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