El Santander es una entidad bancaria que se encontraba en peligro por su exposición a los movimientos geopolíticos y a la evolución macroeconómica de los territorios donde se encuentra implantado. Si no hubiese recibido la ayuda de las autoridades españolas y europeas ahora mismo se encontraría en una situación muy difícil.

A lo largo de estos años hemos visto cómo la entidad cántabra ha perdido miles de millones de euros por las pérdidas del ladrillo —una caída del beneficio del 59% en 2013—, o por su inversión en empresas como Abengoa. También ha sufrido muchos reveses en sus divisiones en el extranjero como, por ejemplo, lo ocurrido con su filial en Estados Unidos que dio pérdidas de más de 1.400 millones de euros en 2016.

Sin embargo, la gran apuesta del Santander está en Latinoamérica y en el Reino Unido y es, precisamente, donde está más expuesto.

En Latinoamérica el Santander ha tenido una reducción importante de sus beneficios debido, sobre todo, a la desaceleración de las economías sudamericanas y norteamericanas —sobre todo en Argentina, México, Brasil y Chile—, a los elevados índices de inflación y a la depreciación de las monedas locales respecto al euro, lo que provoca que la cuenta de resultados se resienta en miles de millones de euros. Hay que tener en cuenta que un 34% del negocio del Santander proviene de Latinoamérica y que en picos de pérdida el valor del grupo cántabro se haya llegado a un -30% en sus divisiones americanas supone un impacto importantísimo dentro de su cuenta de explotación.

En el Reino Unido ocurre más o menos lo mismo tras el Brexit. El Reino Unido ha desacelerado su economía y las previsiones más optimistas determinan que en 2017 será de un 1,2% cuando, antes del referéndum, se calculaba en por encima del 2%. Esta desaceleración afectará al Santander UK porque la demanda de crédito bajará. Según la consultora Merrill Lynch, la desaceleración del crecimiento económico británico incrementará la morosidad del negocio del Santander en Reino Unido, además de que producirá un desplome en los márgenes de beneficio e incrementará el volumen de pérdidas crediticias. A nivel del Grupo Santander, la división británica bajará su aportación por debajo de los 900 millones de euros. Todo lo anterior, sumado a la rebaja de las previsiones de rentabilidad al 8%, cuando antes del Brexit se encontraban en un 13%, ha hecho saltar las alarmas. A todo esto, hay que sumar que el 50% del beneficio neto de Santander UK se envía a España. En 2016 fueron 593 millones de libras esterlinas, una cantidad que supone un 14,7% menos que el año anterior debido a la depreciación de la moneda británica provocada tras el referéndum en el que se decidió la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea.

Respecto a España el negocio ha venido cayendo poco a poco, pero ha sufrido fuertes reveses como, por ejemplo, en el cuarto trimestre de 2015 cuando el beneficio neto del Santander cayó un 70%, o las tasas interanuales negativas en 2016 por encima del 30%. La caída no está siendo mayor por el descenso de las provisiones a las que se vieron obligadas todas las entidades a hacer frente tras la burbuja inmobiliaria y la proliferación de activos tóxicos. Además, el fracaso de productos estrellas como, por ejemplo, la «Cuenta 123» que ha tenido unos sobrecostes que, incluso, fue una de las causas del último ERE, según la propia entidad cántabra. A esto se añade la poca adaptación a las nuevas tecnologías y a la banca digital que, según denunciaron los propios trabajadores, provoca situaciones de colapso.

Ante una situación como la presentada el Santander necesitaba una captación de negocio que le permitiera ganar una rentabilidad rápida que cubriera las pérdidas de beneficio en su cuenta de resultados. Es cierto que en los últimos trimestres ha repuntado, pero en base a los malos datos y no a un crecimiento sostenible.

Desde que se anunció el Brexit y con las pérdidas que ya estaba sufriendo en Latinoamérica, el Santander se movilizó y exigió el pago de los favores realizados en el pasado a las entidades europeas y españolas por su entrada en el mercado británico. La entidad cántabra es un too big to fail, no se la puede dejar caer y, por tanto, había que poner toda la maquinaria a su disposición para rescatar a un banco fundamental en la construcción de la unión bancaria europea y en el sistema financiero español.

Las personas claves estaban situadas en puestos en los que podían tomar decisiones para ello pero faltaba incorporar a un ejecutor y determinar el objetivo de esa ejecución. Se encontraron a los dos: el Banco Popular y Emilio Saracho. La sexta entidad bancaria española estaba sufriendo las consecuencias de su entrada tardía en el negocio del ladrillo, como todas las demás, no era una excepción. En 2016 tuvo que acudir a una ampliación de capital y se vio obligado a presentar un plan de viabilidad ante las autoridades supervisoras dependientes del Ministerio de Economía. Sin embargo, el Popular tenía algo que lo hacía atractivo para el Santander: su patrimonio, su cartera de productos, sus depósitos y su cartera de clientes Pyme (un 20% del mercado). Todo ello estaba valorado por encima de los 10.000 millones de euros según la auditoría de PwC.

Aunque el Popular lo estaba pasando mal en bolsa, tenía músculo para recuperarse si se llevaba adelante el plan de viabilidad de Ángel Ron. Sin embargo, el objetivo ya estaba fijado y comenzaron las reuniones de directivos de ambos bancos que derivó en fichajes como el de Monseñor Pomares dos meses antes de la intervención, una persona que gestionaba más de 5.500 millones de productos y depósitos de la Iglesia Católica. Por otro lado, el Santander comenzó a mover sus contactos entre la clase política con poder. Había una factura pendiente y había llegado la hora de cobrarla. Era necesaria que la operación para poner al Popular a tiro para que fuera el Santander quien se hiciera con ella se pusiera en marcha llevando la situación de la sexta entidad española hasta un límite en que las condiciones de compra les permitieran un ROI rápido con unos beneficios en el corto plazo para arreglar la cuenta de resultados.

Cada uno por su lado y con una misión clara, Luis de Guindos (Ministerio de Economía y, por ende, controlando al BdE y a la CNMV), Emilio Saracho (presidiendo al Popular y liquidándolo) y Antonio Carrascosa (en la vicepresidencia de la Junta Única de Resolución preparado para cuando llegara el momento de la intervención), se aprovecharon de los movimientos paralelos que estaban haciendo los consejeros del Popular que ya habían conseguido eliminar a Ángel Ron y que querían hacerse con el control del banco a través de una venta a otra entidad. Lo que no sabían Antonio del Valle o Reyes Calderón era que el destino del Popular ya estaba escrito y que la entidad compradora tenía nombre.

¿Qué beneficios ha obtenido el Santander con la compra del Popular por un euro? Para hacerse cargo de la operación ha tenido que hacer frente a una ampliación de capital de 7.000 millones de euros. Esa es la inversión a través de capital que ha hecho el Santander.

Para empezar, el Santander ha comprado por un euro más de 10.000 millones de euros correspondientes al valor del banco en los libros de contabilidad por los conceptos arriba explicados. Sólo con esta cantidad ya ha amortizado y con beneficios la ampliación de capital. Por otro lado, va a tener un ahorro de 5.000 millones de euros en concepto de créditos fiscales, consecuencia de la normativa que garantiza estos activos fiscales diferidos para la banca. Ya estamos hablando de un beneficio de 8.000 millones respecto a la inversión de capital. Por otro lado, tenemos la venta por 30.000 millones del ladrillo del Popular al fondo LoneStar, lo que nos lleva a un beneficio de más de 38.000 millones de euros en menos de dos meses. Nadie pudo imaginar que una operación tan compleja tuviera un retorno tan productivo y en tan poco tiempo. De ahí las prisas para sacar a la venta esos activos inmobiliarios o la presentación de una acción comercial de bonos de fidelización para tener a los afectados por esta estafa callados, no vaya a ser que la justicia anule la operación.

Todo lo anterior sin entrar en los beneficios que obtendrá del negocio de Pymes que ha comprado por un euro, un 40% del mercado de la banca a empresas.

El Banco Popular ha sido el regalo de Europa para rescatar al Santander y la ruina de 300.000 personas es el precio que se ha pagado, personas que, según las comunicaciones que recibimos en Diario16 están enfermando gravemente por lo que ha supuesto verse sin nada de un día para otro. Cada sonrisa de los dirigentes del Santander ha sido sacada con al sufrimiento y el dolor de miles de personas, miles de pensionistas, miles de jubilados que una noche se acostaron con incertidumbre y se levantaron con que les habían arruinado. Cuando las élites necesitan ayudarse las consecuencias o el dolor que puedan provocar pasa a un segundo término. Nada importa con tal de no bajar del pedestal. Esas bajas son asumibles, deben pensar, igual que un general envía a un batallón a la muerte para sacrificarlo en beneficio del éxito de tal o cual operación. Las autoridades europeas y las españolas regalaron el Popular al Santander sin importarles las consecuencias funestas que están provocando. Mientras, en el Paseo de Pereda, contando billetes con una sonrisa dibujada en el rostro.