Parece ser cierto el eslogan turístico del ministerio de Fraga Iribarne en los sesenta. Nuestro país es especial e inigualable, salvo por ella misma, añadiría yo a la conocida cantinela publicitaria.

Cuando conoces la historia y, más aún, la intra-historia y los chascarrillos de nuestro país, de sus gobernantes y de sus ciudadanos de todos los tiempos, aún reconoces y te reafirmas, si cabe, en nuestra especialidad.

Con ello acabas no se bien si riendo por no llorar, conformándote porque no te queda otra, consolándote porque hay sitios peores o escribiendo para desquitarte y como terapia de choque.

He tenido siempre la suerte de disfrutar de profesores de historia incrédulos y de los que les dolía España, de los que lamentaban, pero encontraban en las cloacas de la historia la explicación de nuestro país de ignorantes y crédulos. Muchas realidades se comprendían viendo las historias de matrimonios y de cama de nuestros reyes entre parientes, los frutos de aquellas uniones y el silencio de sus gentes y como se fraguaban esas lamentables uniones en tantos países.

¿Ha cambiado en algo esta España nuestra? Esa España que da carta blanca siempre a sus gobernantes sean reyes, dictadores o presidentes del gobierno más o menos acertados en sus decisiones. Antes, fue por incultura y analfabetismo que es lo mismo que porque los ponía Dios, después por miedo o conformismo y ahora, vete tú a saber si por desidia o por probar de qué son capaces sin el pueblo. Cuando se percibe una ciudadanía incapaz de movilizarse ni abanderar una revolución precisamente, la respuesta es que no se ha cambiado en absoluto.

Tuvimos reyes con validos ineptos, ambiciosos o religiosos (que solían ser ambas cosas). Cargos designados a dedo por los monarcas, que el pueblo se comía con patatas. La historia nos habla de un Felipe IV, prescindiendo de todo un Conde -Duque de Olivares para tomar como consejera a una religiosa mística soriana, que tenía visiones, levitaba, visitaba estados de América sin salir del convento en España, su almohada era una piedra y cargaba con una cruz de hierro de cincuenta kilos haciendo la oración para expiar los pecados (casi todos carnales extramatrimoniales) del monarca en cuestión.

Un pueblo que permitió toda una crisis por un baile, con el segundo rigodón de Isabel II con el general Narváez en lugar de con alguien del cuerpo diplomático al  cumplir los veintiseis años, caprichosa y se dice pelín casquivana y que lleva a la renuncia de O’ Donnell, y toda una crisis de gobierno hasta con duelos novelescos.

Avanzaban los tiempos y nos vemos inmersos en una Guerra Civil, que como narran los más afamados  hispanistas como Ian Gibson, es primitiva, de palos y piedras, de envidias, de hermanos contra hermanos o padres contra hijos y con la Iglesia siempre de por medio como de costumbre y con el que manda.

Conquistamos la democracia con heridas sin cerrar y con la historia siempre contada y en manos de los vencedores. Por eso no hay que remover nada y a los caídos hay que dejarlos descansar en paz. Pero claro, unos saben donde están y cayeron los suyos. Otros no tienen la misma suerte y ahí seguimos incapaces de hacer obligatorio el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica que resarza la dignidad y el honor de los vencidos.

No nos gustan los tópicos del país de siesta, palmas, pandereta y de la poca productividad por exceso de dejadez, pero aquí estamos aguantando dos, tres y las votaciones que vengan por que somos incapaces de echar del Gobierno a una panda de corruptos, ladrones y vagos llegados a la política para quedarse. Esos políticos, muchos de ellos sin otra profesión conocida, que nos venden sus bondades en la cosa pública, pero han demostrado su incapacidad para consensuar un gobierno de cambio, un rumbo nuevo de limpieza y transparencia en las cosas de todos.

Con lo cual, da que pensar que si aquel pueblo que habitaba España en el siglo de Oro, permitió e hizo creer en las bondades de aquella Sor, que tenía éxtasis místicos y estaba en varios sitios a la vez daba cien vueltas a cualquier político al uso para su rey, el pueblo español actual no ha mejorado mucho con todo el siglo de la información en nuestras manos, para permitir tener lo que tenemos y parece seguiremos teniendo, un gobierno de corruptos y sin recambio por políticos valientes y capaces.

Parafraseando a Larra, seguiremos con los tópicos de España y su «vuelva usted mañana…» a votar.

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Nacida en 1969 en Aguilar del Río Alhama (La Rioja), donde esta legislatura soy la única concejal socialista, con cierta dificultad porque resido en Logroño. Licenciada en Derecho por la Universidad de Zaragoza, con título de CAP por la UR, que me ha permitido dar clases de Historia, Filosofía, Arte y Educación para la Ciudadanía en Instituto Sagasta de Logroño y Menesianos de Santo Domingo de la Calzada. Diplomada en Derecho Comunitario Europeo por la Cátedra Jean Monet. Título de DEA en estudios de doctorado por la UR, con un interesante trabajo sobre acciones de filiación. Portavoz regional de Izquierda Socialista de La Rioja, única corriente de opinión dentro del PSOE y, dentro de ella, encargada de actividades de formación desde su refundación en La Rioja en 2010. Ocupé la Secretaría de Organización de la Agrupación Municipal Socialista de Logroño, donde llevaba también la formación y dinamización. Devoradora de libros, concienciada con la Memoria Histórica como nieta de una de las "rapadas", y a mucha honra. También me crispa la Igualdad como discriminación (positiva como negativa) y abogo por la Igualdad bien entendida. Colaboro con Tribunas de opinión en la prensa regional Diario La Rioja, en el Boletín quincenal de Izquierda Socialista La Rioja "Socialismo es progreso", y en la publicación digital Columna 2. Profesionalmente, he desarrollado una larga experiencia en el sector inmobiliario. Después de una temporada en un despacho de Asesoría en Derecho Laboral y Fiscal para empresas, actualmente, desarrollo mi posible vocación desconocida, en el sector de servicios sociales y dependencia en una Residencia de Personas Mayores.

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