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España y Catalunya, dos esencias distintas, ¿dos futuros separados?

Albert Noguera i Gros
Albert Noguera i Gros
Ingeniero de Caminos Independentista
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análisis

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Los pueblos (naciones) lo son por razones históricas ligadas a menudo a la realidad física en la que nacieron. Todas ellas tienen valores positivos, pues si no los tuviesen no habrían sobrevivido, y características negativas que han marcado su historia y pueden marcar su futuro.

Cualquier individuo, para cambiar (o controlar) un aspecto negativo de su personalidad debe primero hacer un esfuerzo de autoconocimiento y de aceptación de su realidad. Esto es tanto más necesario cuanto más afecta esta realidad incontrolada a su relación con su entorno. A los pueblos les pasa lo mismo. Sus personalidades colectivas deben entender, a través del conocimiento de su historia, cómo es su comportamiento respecto a ellos mismos y a los pueblos que le rodean.

España, en su raíz castellana tiene su origen en el pastoreo trashumante y en una reconquista NO basada inicialmente el control del territorio sino en el pillaje de las poblaciones árabes asentadas en el territorio. Los primeros reyes castellanos obtuvieron tal reconocimiento por el hecho de ser los más despiadados del lugar. Hay historiadores que dicen que el feudalismo llegó tarde a estas tierras y no llegó como lo hizo en la mayor parte del continente. En un territorio alejado del centro de Europa y con una población muy escasa, el territorio se repartió entre señores de la guerra (inicialmente bandoleros) que los dominaron esclavizando a su población. Y así, llegaron a Granada después de ochocientos años de Reconquista (se lo tonaron con calma porque al principio el control del territorio no iba con ellos), acostumbrados a esquilmar poblados musulmanes y a esclavizar a sus súbditos. En este momento, un personaje (Colón) les descubre América. Y, ¿Qué hacen? Pues lo mismo que habían hecho hasta entonces, esquilmar, robar y someter a sus pobladores y no producir nada. Bueno, algo si que producían, producían la lana que era enviada a los Países Bajos y a Inglaterra, junto con parte de las riquezas esquilmadas en América, y se traían objetos de lujo y (tejidos elaborados con su lana).

Esta personalidad guerrera y explotadora, llega hasta nuestros días adaptándose en cada momento histórico para poder sobrevivir. El rey absoluto cobraba los diezmos a sus súbditos y una corte de nobles le rendían pleitesía porqué este era quién les otorgaba sus prebendas, con el total apoyo de la Iglesia. Actualmente esta corte sigue existiendo: es a lo que yo entiendo que es el ESTADO. El Estado esta formado por los tres poderes (que en realidad ya es uno solo), el ejército y sus cuerpos policiales, los funcionarios, los partidos políticos con posibilidades de gobernar, las grandes empresas que viven del BOE (banca, constructoras, energéticas y de servicios, de armamentos, etc…), los grandes sindicatos (sí, estos también), la Iglesia (en un país supuestamente laico), y me dejo para el final la prensa (que controla las consciencias de los españoles gracias a que es un monopolio controlado por el Gobierno que es quien otorga las frecuencias y las licencias) y la monarquía, pieza clave de todo el engranaje. Con todo ello, construyen un sucedáneo de democracia o de democracia puramente formal o «sistema liberal sin democracia» inventada por Cánovas del Castillo y Sagasta.

Históricamente España siempre ha perdido el tren de todas las revoluciones que se han producido en Europa, o ha llegado tarde. Desde el feudalismo, a la revolución industrial o la democracia parlamentaria. Y perderá la próxima, la democracia participativa, puesto que no ha llegado tampoco a la anterior, si no es capaz de reconocer de lo que es en realidad. Desde mi punto de vista, lo que no permite a España sumarse a las corrientes europeas es algo que lleva practicando desde hace más de un milenio: el CAUDILLISMO. Este sistema conlleva la generación de una corte trabada de intereses que impiden cambiar nada, adaptarse y progresar. Al caudillo de turno tampoco le interesa cambiar nada porqué cualquier cambio le puede generar inestabilidad. Por ese motivo necesita también controlar a sus súbditos para que no se den cuenta de los cambios que se dan en el mundo. Sólo cambian para que todo quede igual i aquello que le otorga más poder. Este control se dio anteriormente con el analfabetismo imperante, el servilismo y el clientelismo, más tarde, con la censura y el adoctrinamiento escolar y ahora, con el control de los media (que practican la autocensura y el clientelismo) y lo peor de todo, uno de los sistemas educativos de peor nivel europeo, no sea que los súbditos tengan criterio para no tragarse estos medios.

Y frente a esto, se alza Catalunya y el independentismo con su cola y sus cuernos (según los responsables esta organización mafiosa que es el Estado Español). ¿cómo no los vamos a tener a ojos de esta gente si lo que ponemos en cuestión es precisamente su supervivencia tratando de huir del tinglado que tienen montado desde siempre?

Y, ¿cómo no vamos a tratar de abandonarlo si llevamos décadas, por no decir siglos, queriendo cambiarlo sin ningún éxito?

Nosotros, los catalanes, no somos perfectos, ni mucho menos. De hecho, hemos llegado hasta aquí, no sin dificultades, superando nuestro ancestral déficit: la gran dificultad para ponernos de acuerdo. Ésta característica es resultado de nuestra situación geográfica, nuestra demografía original y de nuestra historia. Una densidad de población mayor, una dependencia directa del Imperio Carolingio del que nos independizamos en un proceso que duró diversos años y una actitud delante de la reconquista ligada desde un inicio al control del territorio y a su posesión. En Catalunya el feudalismo existió desde un principio y el parlamentarismo ya se introdujo a mediados del siglo XI con las asambleas de “Pau i Treva” para cerrar disputas que se estaban dando entre nobles en esa época. Este parlamentarismo se institucionalizó a partir del siglo XIII cuando el rey Jaume I estableció las “Corts Generals” a las que se incorporación de la burguesía, ya de forma estable. El parlamentarismo se introdujo inicialmente para evitar disputas entre señores feudales.

El primer choque importante con Castilla fue en 1640 a partir de que el Conde Duque de Olivares aconsejó al rey Felipe IV la anexión de Portugal y la Corona Catalano-aragonesa con la intención de abolir sus leyes e instituciones y poder recaudar impuestos y así cubrir las dos bancarrotas que sufrió Castilla en este siglo debido a las guerras con los Países Bajos (quienes dejaron de comprar lana castellana). Esta anexión no se produjo hasta después de la Guerra de Sucesión que terminó en 1715.

Por tanto, somos sociedades antagónicas en cuanto a la visión de la organización y administrativa. La España de matriz castellana es fundamentalmente caudillista, la catalana todo lo contrario. Para lo bueno y lo malo en cada caso. En la España de raíz castellana existe una visión de lo que es un estado y lo que es una administración más clara que en Catalunya (tan clara que el estado lo coloniza todo. Es más fácil encontrar un camino: solo depende de una persona (o un número reducido de ellas), pero que se encuentre más fácilmente un camino, no significa que este vaya a ser propicio para la sociedad concebida como conjunto de súbditos.

En el caso catalán, a veces parece que es imposible conseguir encontrar un camino. Nosotros conseguiremos nuestro objetivo, que es la libertad y la democracia porque sabemos cómo somos y nos hemos conjurado para superar nuestro defecto. Y España (el pueblo español, no el estado), ¿sabe lo que quiere? ¿quiere saber lo que quiere? ¿quiere una democracia real? ¿quiere saber que no la tiene? ¿será capaz o querrá de superar el caudillismo ancestral?

Catalunya y España pueden converger y/o convivir en libertad, pero España debe responderse adecuadamente a estas preguntas. Catalunya ha declarado la independencia y solo tiene que desarrollarla. No puede esperar más. Catalunya no va a a pararse a esperar a que España se decida a responderse estas preguntas, porque de hecho no tiene ni ganas ni necesidad de hacerlo.

Es más, esta España (entendiendo ahora por ella el Estado) altiva y autoritaria, que por lo menos desde Quevedo destila odio a lo catalán (“en tanto que en Catalunya quedase un solo catalán y piedras en los campos desiertos, hemos de tener enemigos y guerra”) solo despertará y se responderá a estas preguntas correctamente y en beneficio de sus ciudadanos (no súbditos), si sufre un revés como la pérdida de Catalunya y encuentra así la necesidad de responderlas. A menudo, los pueblos reaccionan planteándose su esencia y cambian actitudes ancestrales ante duros golpes, y a partir de ahí resurgen y se hacen más fuertes y mejores (como sucedió con Alemania tras el duro golpe del nazismo y la constatación de lo que eran en esencia y lo que significaba exacerbarla).

 

 

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