No encaja como político. Al menos no tal y como entendemos la idea de un “político” actualmente. Entró en política tarde, cumplidos ya los 50, y ha sido decano de la facultad de Economía. No le importa alabar a cargos de otros partidos si cree que su labor lo merece, y rechaza el posibilismo y la obediencia a las grandes corrientes económicas.

No encaja como orador. Siguiendo el punto anterior, se dice de él que hace filosofía más que mítines. No usa la arenga para comunicarse con los grupos de posibles votantes, no simplifica sus mensajes, no cede a los eslóganes fáciles.

No encaja como ecologista. Una de las principales críticas que recibe por parte de los verdes es su confesa afición a los coches veloces. Y que es fumador. En cualquier caso, más allá de la anécdota, es el suyo un ecologismo de raíz práctica. Se unió a los verdes en 1984 durante la campaña contra la construcción de una central hidroeléctrica en la ribera del Danubio. Sin embargo, a las elecciones concurre como independiente.

No encaja como socialista. Fue socialdemócrata, y como tal empezó su carrera política. Pero pronto abandonó las filas socialistas en busca de un mayor activismo de izquierdas.

Parece que el nuevo presidente de Austria, Alexander van der Bellen, solo encaja como fórmula para vencer a la ultra derecha. Y, de paso, para dar un respiro a la Unión Europea. Se podría afirmar que ha conseguido aquello que les cuesta a los partidos tradicionales progresistas/socialdemócratas y conservadores/populares.

Con Van der Bellen ha irrumpido un nuevo perfil en una política europea en crisis. Hay quien ya apunta que no solo para vencer a la rampante ultraderecha, sino también para abrir una brecha de cara amable en la dura corteza de la austeridad y las políticas económicas marcadas por Bruselas.

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