El título de este artículo se lo debo, por supuesto, a nuestro refranero español y a Jacinto Roldan, Presidente de la Plataforma Garanticemos las Pensiones, con quien tuve el gusto de reunirme esta semana junto con Juan Sánchez, Presidente de la Asociación Jubilación Anticipada sin Penalizar.
Ambos están trabajando, a pesar de ser jubilados, por las demandas de un colectivo que supone el 25% de la población española. Está claro que no estamos hablando de una minoría.
¿Cuántas familias han soportado mejor la crisis, y siguen haciéndolo gracias al apoyo de esos padres-abuelos pensionistas? Según un estudio elaborado por la ONG Educo, 8 de cada 10 abuelos ayudan económicamente a hijos y nietos, y muchos niños pueden tener una alimentación saludable gracias a esta ayuda.
La respuesta, ante esta gran labor social, por parte de nuestro recién renovado Gobierno, donde Fátima Báñez, lo ha debido hacer «muy bien» (hecho que deduzco por su renovación en la cartera de Empleo y Seguridad Social) alerta de la situación crítica de la «hucha de las pensiones», que puede agotarse a finales de 2017.
8 de cada 10 abuelos ayudan económicamente a hijos y nietos
Creo que es momento de recordar el Artículo 50 de la Constitución española, donde se dice: «Los poderes públicos garantizarán, mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad. Asimismo, y con independencia de las obligaciones familiares, promoverán su bienestar mediante un sistema de servicios sociales que atenderán sus problemas específicos de salud, vivienda, cultura y ocio».
Habría que preguntar a esos 9 millones de ciudadanos pensionistas, alguno de ellos desahuciados de sus casas, a aquellos que no pueden ir al cine, tomar un café, comer carne…, si consideran que quien tiene que garantizar su cumplimiento lo está haciendo.
El problema que soportan las pensiones no es económico, sino político. La falta de una adecuada gestión de los recursos, junto con inadecuadas o inexistentes medidas políticas, son las causantes de esta situación, donde a un colectivo de gran importancia social en España, se le atemoriza con la posible pérdida de su sustento económico.
Pero no estamos hablando de grandes números. La pensión media en España roza los 900 euros, no llegando siquiera a esa cifra que les permitiría pertenecer al prestigioso club de los «mileuristas».
Más de 3 millones de pensionistas viven por debajo del umbral de la pobreza, y qué decir de las pensiones de viudedad, donde se ven reducidos los ingresos a la mitad mientras el grueso de los gastos se mantienen.
Decir que la situación actual de las pensiones (no viéndose perspectivas de mejorar) es una medida de persuasión excelente para tener que seguir trabajando por encima de la edad legal de jubilación actual.
Lo cual, conllevaría una menor renovación de los trabajadores, causando un aumento del desempleo de los jóvenes (ya muy preocupante), aumentando los gastos en las prestaciones por desempleo y por tanto menos recursos económicos en términos globales de Estado.
Todo esto seguirá siendo así, hasta que exista un verdadero interés político para llevar a cabo una adecuada reforma fiscal, se deje de malgastar dinero en duplicidades administrativas, en corruptelas, y seamos capaces de llevar a cabo un correcto reparto de los recursos que disponemos.
En la España que yo quiero, es pilar fundamental asegurar una pensión digna que asegure una tranquilidad y bienestar a nuestros mayores. Es una deuda que la sociedad tiene con ellos y ante la que no podemos ser impasibles.
Si esto no es suficiente, debemos pensar que en unos años, seremos nosotros los que vayamos el 25 de cada mes, a cobrar la pensión.
Debemos estar vigilantes porque la sutileza de las reformas que se están cocinando en este campo, por parte del Gobierno actual, pueden llevar a una situación de drama social. Pero ahí estaremos, junto con ciudadanos comprometidos como Jacinto, Juan, y muchos otros, gritando » Es de bien nacido ser agradecido».