Foto de Dolores Pérez.

Cuando no eres dueña de tu destino solo quedan dos opciones: resignarse o rebelarse a él. Laure Rodriguez Quiroga, fotoperiodista, comunicadora y emprendedora, ha escogido siempre la más difícil: la segunda. Una elección que, lejos de desmotivarla, le ha llevado a sentirse realizada y cada vez más fuerte. Y es que esta española decidió ponerse el mundo por montera y cambiar sus raíces católicas por otras islámicas. “Tras un largo proceso de búsqueda, cuestionamiento y reflexión, tomé la decisión, siendo adulta, de reconocer que mi condición era musulmana, desterrando desde ese primer momento toda idea religiosa, jerárquica, monoteísta y patriarcal asociada constantemente al hecho islámico”, nos cuenta.

Ahora, ha dado un paso más allá y acaba de sumar a su curriculum como una de las 100 mujeres más destacadas de Iberoamérica, la publicación de Falsos mitos de la mujer en el islam (Editorial Almuzara) http://www.grupoalmuzara.com/a/fichalibro.php?libro=3326&edi=1 un libro con el que pretende poner negro sobre blanco los estereotipos, prejuicios y rumores que se han creado sobre el islam y las mujeres. Una nueva aventura literaria que si por un lado está teniendo una gran acogida, por el otro le ha llevado a sufrir amenazas en las redes sociales por parte de la extrema derecha. Algo que por supuesto ha denunciado. Hablamos con ella de todo ello.


 

¿Qué cansino que en general una mujer tenga que estar reivindicando derechos y que se la respete?

A pesar de los avances y logros, no podemos olvidar que nuestra cultura sigue manteniendo su base machista. La sociedad en su conjunto debe asumir como propia la lucha para que los derechos de las mujeres sean reales. Los cambios no llegan solos. Sin compromiso de cambio la lucha de las mujeres por alcanzar sus derechos legítimos no solo se hace cansino, sino que el desgaste vital puede ser devastador. Las mujeres seguimos estando en la periferia de los derechos, no por voluntad propia, sino porque la democracia, la justicia y la política se ha construido y se sigue construyendo en clave de exclusión, al margen de las mujeres.

 

¿La ignorancia es la principal causante de la islamofobia o hay otros motivos?

La gestación de la islamofobia tiene en nuestra sociedad una antigüedad que supera los quinientos años y se alimenta entre otras cosas de la ignorancia. La estrategia política juega un papel crucial en su mantenimiento y expansión, algo que queda señalado en nuestro caso por la expulsión del islam como parte de la identidad nacional, a pesar de tener un notable arraigo de más de 1.000 años. Esta islamofobia surge a lo largo del siglo XV, señalada por la persecución y genocidio de la población musulmana, su destierro o incluso su esclavización. Pero también se produce una expulsión cultural-lingüística que queda plasmada hasta nuestros días. Mientras que no se asuma que nuestra identidad nacional es plural, difícilmente se podrá expulsar la islamofobia de nuestra seña de identidad y de nuestra cultura.

Foto de Dolores Pérez.

 

¿Qué hay de la coletilla de las musulmanas como “las otras”?

Ser «la otra» implica no ser parte de la sociedad, es la que viene de fuera y se enfrenta al «nosotras» reafirmando que la expulsión de «las otras» no fue más que la expulsión de «nosotras mismas». Existen tres hitos históricos que han influido en la elaboración de nuestra alquimia identitaria nacional, así como esa otra manera de definir a la “otra”, reducida hoy en día al exterior, concretamente al (mal) llamado mundo islámico. La conocida como la Reconquista es el primer hito y queda enmarcado en la historia con el fin de Al Andalus y la expulsión con los Reyes Católicos de los «otros» que no eran más que «nosotros mismos». El siguiente episodio se produce durante el proceso de colonización europea, a lo largo de los siglos XIX y XX, viviéndose una esquizofrenia caracterizada por un etnocentrismo del que todavía no se ha salido y autoproclamándose como la portadora de la civilización universal y garante de los derechos humanos. El siguiente momento se vive con la Guerra del Golfo en 1991 y las teoría de Samuel Huntintong, precursor de la teoría del choque de civilizaciones y la defensa de los conflictos basados en el hecho cultural y los valores del que a su modo de ver son inevitablemente antagónicos del sistema occidental, reforzando una vez más que el islam es ajeno a Occidente.

 

¿Son malos tiempos con todo lo que está pasando en el mundo para que se os quite el sambenito de musulmanas?

Las musulmanas somos utilizadas como excusa para seguir validando la invasión de territorios, algo que vimos en Afganistan y la supuesta liberación de las mujeres de las atrocidades cometidas por los talibanes. En aquel caso, se utilizó el cuerpo de las mujeres y su indumentaria como paraguas protector de la ocupación militar sin que a día de hoy podamos aseverar que las mujeres están liberadas de aquella opresión. En Libia, uno de los motivos de la intervención internacional fue igualmente para liberar a las mujeres de los excesos de la guardia de Gadafi que según nos contaron eran sometidas a violaciones de manera incontrolada. En Siria han sido incesantes las noticias de mujeres arrojándose de las azoteas para evitar ser violadas y torturadas, de niñas esclavas sexuales y el llamamiento internacional para justificar la intervención y salvar a las mujeres… La ocupación de la tierra y de nuestros cuerpos no pueden seguir siendo instrumentos de guerra ni de propagandas políticas que justifiquen más violencia.

 

En tu caso, que has pasado de una infancia católica en la que dabas gracias a Dios a una madurez en la que abrazas esta nueva fe ¿qué es lo que más vértigo te ha dado?

Fui educada bajo los parámetros católicos, pero eso no quiere decir que me sintiera católica. Creo que desde pequeña fui consciente de mi ateísmo, o al menos el ateísmo como respuesta a la experiencia católica y lo que implica la humanización masculinizada de una divinidad, las jerarquías verticales en las que no hay cabida para el liderazgo espiritual de las mujeres y una serie de dogmas basados en el miedo. Respeto que haya personas que encajen en esa forma de pensamiento pero no lo siento para mí. Acercarme al islam desde otra mirada me ayudó a entenderlo no como una fe sino como una forma de vida, de ser y estar.

 

En tu libro reconoces que en su día eras islamófoba y colonial. Ahora que no estás en ese lado ¿cuál era tu prejuicio? ¿Entiendes que no te entiendan?
Mi primer contacto con el islam no llegó a través de los libros (teoría), sino de la relación con personas musulmanas. Está claro que no todo lo que hacen las personas tiene una justificación islámica, a veces incluso los comportamientos y acciones son totalmente contrarias a lo que se recoge en el Alcorán. Hay determinados hechos llevados a cabo por personas musulmanas, como es el caso del machismo, que corroboran estas ideas preconcebidas. Pero hay que seguir insistiendo en aprender a diferenciar entre el islam al que no nos cruzamos andando por la calle, y otra -a veces bien distinta- los musulmanes, que son los encargados de poner en práctica el islam.

 

Por convertirte al islam te han llamado de todo menos bonita. Incluso te han amenazado de muerte en las redes sociales y han deseado que fueses violada…

Realmente no es la primera vez que me sucede ni soy la única mujer a la han amenazado de muerte ni amedrentada con ser violada. De hecho, la cultura de la violación forma parte intrínseca de nuestra sociedad. Las recientes amenazas, que surgen justo tras publicar mi libro marcan un hito histórico al demostrar que la supuesta liberación que vivimos las musulmanas en Occidente es una falacia. Continuamente se nos envía «a nuestros países» a reclamar derechos. Y yo, siendo de este país y que reclamo derechos legítimos recibo amenazas de hombres no musulmanes que piensan que merezco «morir violada», como Lucía Pérez, la niña argentina de 16 años cuyo asesinato dio la vuelta al mundo. Mi condición musulmana es un añadido para convertirme en objeto de amenazas. Lo que molesta es que sea mujer y feminista. Nos quieren calladas porque tienen miedo a las mujeres que hablan y cuestionan los privilegios del poder.

 

¿Mujer y musulmana son dos términos que crean prejuicio? ¿Cómo os sentís con este binomio?

Estas dos palabras unidas despiertan la maquinaria del prejuicio en el imaginario colectivo, lanzando sobre nosotras una serie de ideas estereotipadas que a veces nada tienen que ver con la realidad. Es aquí, en la mirada que recae sobre nosotras donde se ve con claridad la islamofobia de género al quedar reducidas bajo una mirada reduccionista. Ser mujer y musulmana queda fijado en un bloque monolítico, estático e imposible de cambiar salvo que abandonemos el islam. Somos vinculadas directamente al mundo árabe, cuando los datos demuestran que la mayor parte de las musulmanas son asiáticas y que cerca del 2% de las españolas son musulmanas. Ser mujer musulmana es asociado con la irracionalidad, la barbarie y nos reduce a constantes víctimas del machismo, como si las mujeres no musulmanas viviesen en una nube de igualdad… aunque siempre hay quien dirá «ya pero en vuestros países más», y tendremos que volver a repetir que «aquí» (en Aquilandia) el repunte de la islamofobia ha crecido más de un 500% en este último año y se ceba con nosotras, las mujeres. Vivimos atentados terroristas machistas cuyo único objetivo es agredir contra nuestras vidas o la integridad física o moral.

 

Usas un término que estos días con determinadas noticias empieza a ser conocido: la hiyabitis, la obsesiva cosificación del cuerpo de la mujer…

La obsesiva mirada por el control de nuestros cuerpos no es nada nuevo. Desde el siglo XIX se vienen produciendo diferentes debates internacionales que reducen nuestros cuerpos a campos de batalla. Somos utilizadas como chivos expiatorios sobre los que depositar el control, por un lado para desnudarnos, por otro para cubrirnos y entre medias las decisiones sobre nuestros cuerpos ninguneadas. Vivimos ya en el año 2017 y las mujeres alzamos la voz para decir ¡basta! Basta de opinar sobre nuestros cuerpos, basta de utilizarnos de excusa con fines electoralistas… Siempre utilizo el ejemplo de una mujer a la que admiro, metalera y musulmana como yo. Se llama Gisele Marie Rocha, es una guitarrista en un grupo heavy. Va totalmente cubierta, incluyendo su cara, con un niqab. Invito a que vean sus actuaciones y se pregunten si realmente consideran que es una mujer sumisa…

 

¿En qué se parecen los musulmachos a los femirulos?

Son lo mismo. Los primeros utilizan y prostituyen el nombre de Allah para justificar sus privilegios. Los segundos dan credibilidad y alimentan a los musulmachos para seguir sosteniendo sus privilegios y retroalimentarse para continuar discriminando a las mujeres.

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Es periodista feminista, autora de Hombres por la Igualdad (Ed LoQueNoExiste), editora, organizadora de eventos feministas y responsable de Comunicación y RR.PP. de Juan Merodio. Además es Máster en Producción Radiofónica (RNE), Biblioteconomía y Documentación (Universidad Complutense) así como Mujer y Liderazgo (Escuela Aliter). Fue becaria “Erasmus” y “Leonardo” en Roma. En la actualidad colabora con Diario 16, Público, El Español, 20 minutos y AgoraNews, entre otros medios. También es formadora en periodismo con perspectiva de género y ha sido galardonada con el “Premio de Diario 16” por la labor profesional y personal en la defensa de la igualdad (2018), el de “Embajadora de honor de yocambioelmundo.org” (2018) y el de “Candidata a las Top 100 Mujeres Líderes en España” (2018) en la especialidad de medios de comunicación.

5 COMENTARIOS

  1. Relacionar el islam con lo exterior es una verdad como un campano por eso les molesta tanto vuestro feminismo porque cuestionáis los privilegios

  2. Como feminista islámica, ¿defiende usted a todas aquellas mujeres de, por ejemplo, Arabia Saudí que no pueden conducir, porque no les dejan, o quieren quitarse no ya el velo, sino esas ropas, y tampoco les dejan? ¿O a las iraníes, que no pueden competir si no es vestidas como los hombres mandan? ¿Acaso el feminismo islámico consiste solamente en reivindicar los «derechos» de las mujeres que quieren llevar velo, y no los derechos de las mujeres que quieren quitárselo? ¿O a todas las musulmanas que no pueden realizar el talaq (repudio) con sus maridos como ellos hacen con ellas?

    ¿Acaso su feminismo se reduce solamente a la parte bonita que usted vive, y no a la realidad de las mujeres oprimidas, a las que los talibanes golpean, o Boko Haram recluye en celdas numeradas, para saber a cuál pueden violar o vender cada día? Qué bonito es hablar de musulmanas metaleras, pero mire usted de verdad la condición de las mujeres en los países islámicos, no en los que están rodeando el mundo occidental. Métase de verdad a conocer la realidad de esas mujeres que ya viven un infierno en vida.

  3. nacionalistas y xenófobos de izquierdas, mujeres islamistas… qué será lo próximo? mujeres católicas?

    criticamos que las mujeres sean islamistas y no católicas… doble rasero? hipocresía pura y dura?

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