Antonio Manilla, León, 1967. Historiador, periodista y poeta. Recibió la Beca de Literatura Valle Inclán que concede el Ministerio de Asuntos Exteriores en la Academia de España en Roma. Colaborador del Diario de León, con la columna semanal Cuerpo a tierra, le han sido otorgados en su faceta como periodista el Premio Nacional de Periodismo Francisco Valdés y el Premio Don Quijote. Su obra poética ha sido distinguida con los premios nacionales de poesía Emilio Prados, José de Espronceda y Ciudad de Salamanca, entre otros.
1.- ¿Cómo compaginas tu oficio de periodista con el de poeta?
– El periodista es un cazador de instantes. Cuando ejercí el periodismo a pie de redacción, esto era literal; el columnista puede permitirse mirar por el retrovisor y dar otro ritmo más pausado a su caminar. El poeta comparte con ambos ciertos rasgos: se dedica a disecar «emociones significativas» que sean capaces de expresar «los universales del sentimiento». Es algo así como un taxidermista.
2.- ¿Influye tu actividad profesional a la hora de plasmar el discurso poético?
– En absoluto, más que nada porque reniego de esa noción de «discurso», en mi caso no existe, simplemente escribo poemas.
3.- ¿Cuáles son los puntos más importantes que crees que contiene tu poesía?
– Un impulso imaginístico que cabría relacionar acaso con el impresionismo poético, así como un interés técnico o formal por la métrica y demás recursos artesanos, un respeto por la tradición. Mis temas son los de todos. No hay más leña que la que arde.
4.- Eres uno de los defensores más activas de los derechos de autores de los escritores, ¿Qué crees que falta para adquirir y avanzar en ese respecto?
– No creo destacar en esa reivindicación, aunque me haya postulado en contra de esa ley que impide a los autores veteranos, después de haber cotizado toda la vida, recibir una pensión y seguir cobrando por lo que escriben, conferencian o juzgan en un premio como jurados. ¿Se pretende que dejen de crear o una anulación temporal de los derechos de autor? Digo temporal porque nada impedirá en el futuro a sus herederos o a una fundación publicar sus obras y percibir esos derechos. Es un dilema castrante.
5.- Has sido recientemente víctima del plagio, ¿cómo averiguas que tu obra ha sido falsificada?
– Fue a un poema mío que había obtenido el premio Conrado Blanco y aparecido años después en un libro titulado Canción gris que publicó Pre-Textos. Alguien lo mandó a concursar espuriamente y en Perú le otorgaron el primer premio en un concurso; a mí me dio el aviso un amigo, el poeta Ricardo Bermejo, que lo reconoció mientras estaba indagando sobre una autora a la que en esos días le habían quitado el premio Antonio Gala igualmente por plagio. Sus nombres son Carlos Alberto Cachay Flores y Ana Cecilia Martín Arana. Conformaban o conforman una especie de pareja de cohecho, porque ella también plagió a la reciente premio de la Crítica de narrativa gallega Emma Pedreira en aquel mismo premio. Parece ser que llevan bastante tiempo dedicándose a esto. Fue solo el principio de un largo culebrón que, al menos, terminó retirándoles a ambos los honores del galardón, aunque no sé si la dotación y tampoco si luego se otorgó a otros concursantes honrados.
6.- ¿Qué recomendarías para evitar que este tipo de situación se sigan produciendo con cierta impunidad?
– No creo que a priori se pueda hacer nada individualmente para evitarlo, es una cuestión de educación y cultura. Ahora, si se descubre, creo que hay que denunciarlo y publicitarlo sin desmayo, las redes sociales en mi caso fueron muy útiles para esto, dada la lejanía geográfica. La reacción en las redes peruanas fue de total apoyo y desenmascaramiento de los farsantes. En todos los sitios cuecen habas y en España es muy conocido el caso de la querella por plagio contra Darío Frías que han cursado los poetas Carlos Aganzo y Jorge de Arco. Creo que ese es el camino. A los jurados sí cabría aconsejarles algo elemental: antes de publicitar un fallo, pueden hacer una cata de algunos versos aprovechando esa poderosa herramienta de búsqueda que pone a nuestra disposición Internet.
7.- Precisamente su última obra publicada es Ciberadaptados (Editorial La Huerta Grande), un ensayo sobre cultura e Internet. ¿Cómo ha cambiado Internet la percepción de la literatura en la sociedad actual?
– Un lector se hace a base de lecturas, igual que un futbolista se hace a base de partidos jugados, no de pachangas rápidas entre amigos. Ante el boom de los poetas de las redes sociales, que ahora han pasado a engrosar el catálogo de nuevas colecciones de poesía creadas por grandes grupos editoriales para aprovechar sus miles de seguidores, Luis Alberto de Cuenca habló de «parapoetas». Lo que acaso sea más preocupante para el futuro son, creo yo, los «paralectores» o followers que únicamente se acercan a la poesía a través de esos poetas cantautores y tuiteros. Porque, como sostiene Antonio Cabrera en El desapercibido, cada lector «lee en función de las condiciones de recepción que puede establecer, de tal manera que accede al poema que le es permitido acceder».
8.- ¿Se ha producido una mejora en la lectura y en los lectores gracias a Internet?
– En el ensayo discierno entre dos tipos de lectura, la instrumental y la literaria, que sería la no utilitaria. El hecho de que nada sea lineal en Internet, que toda la información fluya por acumulación, acaso esté conformando una nueva clase de lector marcado por lo hipertextual, el seguimiento de enlaces y la falta de dirección lógica, lo que he denominado «lectores salteados». En la red todos hacemos una lectura ramificada y somos, como decía Roberto Casati, «lectores infieles». Entreleemos.
Cuestionario Breve:
1- Un lugar
-Si es para encontrarse, un río truchero de montaña.
2- Uno simbólico
– Alaska.
3- Una necesidad
– Ir.
4- Un sueño
– Ser millonario para acordarme de los amigos.
5- Un dilema
– Ser o estar.
6- Un designio
– Volver.
7- Una canción
– Tú me sobrevuelas, de Los burros.
8- Un poeta
– Attilio Bertolucci.
9- Un hombre
– Mi padre.