El ensañamiento de la España oficial con Juana Rivas

Exijamos caras, nombres, apellidos y cargos que sean responsables ante el pueblo, con el fin de que precisamente la justicia caiga sobre ellos y ellas, y, con ellos y ellas, los organismos, instituciones o siglas políticas que representen y lo sustenten en el cargo de poder, Dios no lo permita, en el caso no tan improbable —menos aún después de leer la carta de Juana dirigida al Presidente del Gobierno Rajoy , a José Manuel Maza y a Manuel García-Pelayo—, que el marido de Juana, el italiano, en este caso maltratador, actúe como lo hizo hace unos años Jose Bretón. Entregar a los hijos de Juana a Francesco Arcuri podría tener el mismo fin.

Este país insensibilizado ante los abusos del poder, este país que tiene un pueblo incapaz de rebelarse contra todos aquellos que lo han llevado a la ruina para llenarse los bolsillos por la corrupción, por el fanatismo austericida, por favorecer los intereses de los que más tienen o por plantear escenarios en los que los privilegiados lo sean aún más a costa del sufrimiento de los ciudadanos, está siendo testigo de cómo la España oficial, de cómo todas las autoridades del Estado se han puesto en contra de una madre que está luchando por defender a sus hijos de un maltratador condenado, repito, condenado, no presunto, condenado. La lucha de Juana Rivas, su rebelión contra la injusticia de una justicia en la que ella cree, debería ser la lucha de todo un pueblo que se ha echado a las calles para reclamar que Juana no tenga que entregar a sus hijos al maltratador, a delatarse afirmando que cada español de bien estaba acogiendo a Juana en su casa. El pueblo ha estado a la altura de las circunstancias. Sin embargo, la España oficial no, más bien todo lo contrario, la España oficial se ha enseñado con Juana parapetándose en el tan manido «respeto a las decisiones de la justicia».

Hablar de justicia en este país es mentar la utopía porque en España la justicia es un privilegio para unos pocos. Lo ocurrido en los dos últimos días no es justicia, es un salir del paso y un intento de lavado de imagen por parte de la administración de Justicia. Ya ayer volvió a dar la cara de la verdadera justicia la jueza titular del caso en Granada, Porque se hubiera hecho justicia si Juana hubiese salido el pasado martes del juzgado totalmente libre y con un auto en el que se la asegurase que no tendrá que entregar jamás a sus hijos al maltratador Francesco Arcuri. Ahí sí que se habría hecho justicia. Dejarla en libertad provisional , para que vuelva a » maltratar la jueza de turno, es un recurso fácil, mero postureo judicial para quedar bien con una opinión pública que se estaba dando cuenta del enseñamiento al que se ha sometido a esta madre que haría lo que cualquier madre: defender a sus hijos de un maltratador condenado y sobre el que hay interpuestas, además, dos denuncias aún sin resolver. La libertad provisional es como estar en el limbo, como ayer quedó demostrado, puesto que, en cualquier momento, con un recurso de la pérfida Fiscalía, puede retirársele y volver a detenerla como si de una criminal se tratase, cuando el criminal es al que una jueza quiso entregar a unos hijos que huyeron con su madre para no tener que volver a verle ni sufrir con su sola presencia. La justicia será justicia cuando una entidad judicial determine que Juana jamás tendrá que entregar a Francesco Arcuri a sus hijos.

La España oficial se ha ensañado con Juana Rivas, ya sea por utilizar el eufemismo del respeto a las decisiones de la Justicia, ya sea por callar o por no dar su apoyo incondicional a esta madre que se ha rebelado contra quienes en nombre de la Justicia estaban atentando a los principios fundamentales de la misma. En casos como el de Juana Rivas el silencio es la peor de las complicidades y un modo cómodo de ensañamiento porque no deja sangre en las manos.

Todos los poderes del Estado son culpables de la situación que ha tenido que vivir esta madre valiente que no ha dudado en rebelarse ante la injusticia que el propio Estado ha representado. En este mes en que Juana se vio obligada a huir para defender a sus hijos de un maltratador condenado, ¿dónde ha estado la Monarquía «campechana»? En Saint-Tropez, en la costa cantábrica, en Mallorca o en donde se hayan ido de vacaciones pagadas por todos los españoles que no pueden salir de sus ciudades porque sus salarios míseros y sus trabajos precarios se lo impiden, incluso obligando a los medios de comunicación , de verdad, libres e independientes no como otros que repiten el» pasado» tener que existir en parecidas circunstancias pero desde el rechazo ya que deseamos, por el momento adaptarnos  a ese sistema que desaparecer como muchos desearían, pues yo no veré esa desaparición……., ni tampoco  Esteban Cano ( a los que algunos lectores reclaman levantarle un monumento por escribir lo que piensa, lo que investiga, lo que de verdad sabe, por la razón sin mido, por rechazar la mediocridad y el cómplice silencio , en definitiva por publicar la verdad.

Sin embargo no sorprende el silencio borbónico porque su Jefatura de Estado se ha caracterizado precisamente por mantenerse al margen de las verdaderas necesidades del pueblo al que se dice que representan, pero del que se alejan en cuanto pueden, excepción hecha de cuando se tienen que rebajar para mezclarse con «la chusma» y hacer lo que mejor saben hacer: mover la manita o correr la cortinilla de una placa conmemorativa. Juan Carlos ya se encargó bien de que, después de unos meses de trabajo, se les asegurara a él y su dinastía una vida tranquila una vez que se aprobara la Constitución, una vida en la que el único trabajo que tuvieran que hacer fuera mover la manita. La Casa Real, Felipe y Letizia están demostrando ser insensibles ante los verdaderos problemas del pueblo porque las visitas protocolarias a hospitales y manifestaciones no son más que agendas preparadas sin valor real alguno.

Pero lo que sí sorprende es el silencio de Letizia Ortiz, una mujer » humilde» del pueblo, una mujer que ha tenido que madrugar para ir al trabajo, que se ha tenido que comer atascos o aguantar los achuchones del Metro (cuando no la humanidad veraniega), una mujer que se decía progresista. La señora Ortiz se ha «aborbonado» y como consecuencia ha pasado olímpicamente de Juana Rivas olvidándose de que lo que está sufriendo esta madre le podría haber pasado a ella en cualquier momento como mujer, lo de pasar lo tiene establecido en las condiciones cuando aceptó casarse con él Borbón.

También se olvida Letizia que por mucho que se ponga tiesa en las recepciones, que por mucho que se ponga ropa de Zara o que luzca vestidos de Varela, su sangre seguirá siendo roja como la de Juana y sus hijos , jamás azul, porque la sangre azul no existe. Tal vez piensa que el hecho de haberse casado con un Borbón que es Jefe de Estado por la gracia del Caudillo la convierte en un ser especial. Sin embargo, sólo lo conseguiría ser especial desde su conciencia si abandonara la actitud cómplice con la injusticia porque su silencio es una complicidad con quienes se están ensañando con Juana Rivas.

La señora Ortiz sólo sería una persona especial si hablara, si tuviera el valor de condicionar su cargo con una solución justa para Juana y sus hijos, con una solución justa porque alguien que se llame a sí misma Reina debe velar por su ciudadanía, por su pueblo, por el mismo con el que se les llena la boca en los discursos preparados por escribas entrenados para intentar llenar de sustancia aquello que no la tiene porque no sienten lo que dicen. Una Reina que se precie de tal cargo debe estar al lado de su pueblo, el mismo que sostiene a la Monarquía con sus impuestos, permitiéndoles cosas que ni ellos mismos no se pueden permitir.

El poder legislativo también se está enseñando con Juana Rivas. El silencio de casi todos los partidos y de casi todas las instituciones o el escudarse en el «respeto a las decisiones de la Justicia» ha sido clamoroso y vergonzoso. ¿Dónde han estado los partidos? También la han abandonado y, por ende, han sido cómplices de la situación que están viviendo Juana Rivas y sus hijos. Sólo Podemos ha dado algunos pasos de denuncia, tal y como contamos en la edición Mediterráneo de Diario16. Por otro lado, la Junta de Andalucía ofreció asistencia jurídica para Juana. Llegó tarde, pero, al menos, reconoció el error de haberse mantenido indiferente durante mucho tiempo. El resto se quedaron en palabras más o menos huecas y se encerraron tras el «respeto a las decisiones de la Justicia». En otros casos han ido más lejos y han tenido el valor de afirmar que la actitud de Juana Rivas era un desprecio hacia el Estado de Derecho porque nadie se puede tomar la justicia por su mano. ¿Quién se está tomando la justicia por su mano? Nadie. Juana se rebeló contra la injusticia porque era el único modo de defender la integridad física y psíquica de sus hijos.

Mariano Rajoy declaró que «había que ponerse en la piel de esa madre» pero nada más. Mostró cierta humanidad con esas palabras pero retornó al silencio cómplice más absoluto. Del PSOE no se podía esperar más que vaivenes absurdos, porque, mientras Pedro Sánchez ha callado mientras tomaba el sol en las costas españolas, Susana Díaz sí que se ponía del lado de Juana. Sorprende que líderes socialistas hayan estado en silencio y no se hayan puesto del lado de esa justicia para el pueblo con la que se les llena la boca. Tampoco coge a nadie de sorpresa que este presunto nuevo PSOE se escore hacia la indefinición sobre todo teniendo en cuenta que se definen como feministas, pero hay un sector que defiende atentados contra los derechos de la mujer como la gestación subrogada.

La presión de los partidos políticos, sobre todo los de carácter progresista, hubiera sido fundamental para que Juana Rivas y sus hijos no hayan pasado lo que el Estado les está haciendo pasar, ensañamiento incluido. Sin embargo, se han mantenido al margen, respetando todos juntitos las «decisiones de la Justicia» aunque éstas sean injustas. Silencios que se convierten en complicidades con la injusticia y lo peor que puede hacer un político es alinearse con aquello que no es justo para el pueblo porque, lo quieran o no, es acercarse a los parámetros defendidos por el fascismo.

Ha sorprendido también el silencio y la ausencia de los nacionalistas españoles, de los que van por la calle orgullosos de su españolía por llevar una pulsera roja y amarilla pero que se convierten en cómplices de la injusticia contra una ciudadana española y sus hijos españoles.

En el caso de Juana Rivas la Iglesia Católica también se ha ensañado con esta madre y sus hijos por su absoluto silencio. Jesús de Nazaret no hubiese actuado así pero la institución ya hace 2.000 años que abandonó el mensaje de quien, en un caso como el de Juana, la habría defendido hasta con su vida si hubiese hecho falta. Al igual que no sorprende el silencio cómplice con la injusticia de la Monarquía, tampoco lo hace el de la Iglesia, sobre todo teniendo en cuenta que todavía hay príncipes que defienden públicamente la sumisión total de la mujer al hombre o que la culpa del maltrato la tienen las propias mujeres porque quieren ser iguales al hombre.

Uno lee el relato de cómo Francesco Arcuri maltrataba a Juana y a sus hijos y provoca estremecimientos. Cuánta crueldad, cuánto sadismo, cuánto machismo. La isla de la muerte de la que Juana tuvo que huir para salvar su vida y la de sus hijos, para huir de las garras de quien se ha paseado por platós de televisión o de quien ha recibido flores de apoyo en la puerta de los juzgados o de quien se imprimen camisetas como símbolo de la defensa de la hombría.

Por otro lado, está la Justicia injusta. Por mucho que se diga, a Juana Rivas no se le ha hecho justicia aún. Se le ha dado un aperitivo. Es increíble cómo se han ensañado con ella y con sus hijos. Imagino a esos niños pensando que su madre no iba a volver porque la iban a detener por hacer lo justo, rebelarse contra la injusticia. Imagino cómo se habrá sentido la propia Juana sentada ante la jueza y escuchando cómo se requería los pasaportes de los menores o que se dijeran cosas como que «La restitución de los menores al padre es la principal medida de protección». Pienso en cómo la habrá mirado porque sólo alguien que no ha sufrido lo que ella sufrió de manos de Arcuri puede afirmar con frialdad algo así.

La libertad provisional que se le ha dado y que pueda ir con sus hijos que se determinó en un juzgado de Granada no arregla nada puesto que las sentencias por las que se la obliga a entregar a sus hijos al maltratador siguen en vigor. A Juana, en cualquier momento, le pueden arrebatar los hijos. Lo que se determinó el pasado martes fue la situación personal de Juana tras rebelarse ante una decisión injusta. El juez de guardia, al que la propia Juana Rivas definió como «un ser humano» porque la escuchó, a diferencia de quienes dictaron las sentencias injustas, sólo resolvió parcialmente la situación legal de Juana, no la de sus hijos porque no tiene competencia para modificar las resoluciones judiciales. Eso sólo lo podrían haber hecho las instancias superiores que rechazaron hacer justicia por «defectos de forma» o por una cuestión de plazos procesales. Por tanto, la Justicia española se sigue ensañando con esta mujer que sólo está defendiendo a sus hijos de las garras de un maltratador condenado.

La ciudadanía española, la italiana y la europea deben exigir a sus dirigentes que se centren en hacer justicia para sus ciudadanos y no en legislar para el enriquecimiento de las élites o de los bancos custodios internacionales. Los ciudadanos debemos exigir que nada abstracto como la justicia o el poder en general, en nombre de la justicia, ironía y estupidez humana, sea la cara de la responsabilidad. Exijamos caras, nombres, apellidos y cargos que sean responsables ante el pueblo, con el fin de que precisamente la justicia caiga sobre ellos y ellas, y, con ellos y ellas, los organismos, instituciones o siglas políticas que representen y lo sustenten en el cargo de poder, Dios no lo permita, en el caso no tan improbable —menos aún después de leer la carta de Juana dirigida al Presidente del Gobierno Rajoy , a José Manuel Maza y a Manuel García-Pelayo—, que el marido de Juana, el italiano, en este caso maltratador, actúe como lo hizo hace unos años Jose Bretón. Entregar a los hijos de Juana a Francesco Arcuri podría tener el mismo fin.