El Rayo Vallecano es un club de fútbol distinto del resto. Que un equipo de un barrio humilde de Madrid se codee con los más grandes es ya un hecho diferencial. Sin embargo, lo que distingue al Rayo del resto es su afición.

Normalmente los aficionados al fútbol no suelen tener sensibilidad social por su relación con el fútbol: van al partido, ven jugar a su equipo, se alegran o se irritan, pero no se unen para protestar contra los desahucios, contra los recortes, contra la guerra, contra la pobreza energética, contra los asesinatos de mujeres, contra el racismo o contra los ataques homófobos.

La propia institución es sensible a estas iniciativas de la afición. Hay que recordar, por ejemplo, el detalle de las camisetas en la que se cambió el color de una de los símbolos del Rayo, su franja, por la bandera arcoíris reivindicando las políticas de igualdad o por el color rosa para la lucha contra el cáncer de mama.El club destinó un porcentaje de la venta de esas camisetas para realizar donaciones a ONG o para apoyar iniciativas en esas materias.

Ser jugador del Rayo Vallecano también es distinto. Sólo hay que hacer memoria y recordar el caso de Carmen, la anciana de 85 años que fue desahuciada. La plantilla se comprometió a ayudarla económicamente y el entrenador, Paco Jémez, a pagarle el alquiler de una nueva vivienda.

la afición y el Rayo Vallecano son únicos

También es de resaltar la grandeza de la propia Carmen cuando donó una parte del dinero recaudado al ex guardameta nigeriano Wilfred Agbonavbare para que los hijos de éste pudieran viajar desde Nigeria para acompañarle en los últimos días antes de su fallecimiento a consecuencia de un cáncer. Por cosas como esta la afición y el Rayo Vallecano son únicos.

 

Roman Zozulya, la discordia

En los últimos días de la ventana de fichajes de enero, el club estaba negociando con el Real Betis Balompié la cesión del jugador ucraniano Roman Zozulya. Hasta aquí todo normal. Pero una parte de la afición y el grupo Bukaneros, ideológicamente de extrema izquierda, comenzaron a mostrar su indignación a través de las redes sociales ya que, según ellos, el pasado de Zozulya iba en contra de los valores del club.

Roman Zozulya siempre ha apoyado al ejército de su país y a los paramilitares ucranianos en la guerra contra los pro-rusos. Los vínculos de estos paramilitares con grupos de ultraderecha son claros y cuando estalló la guerra del Donbass los grupos radicales del Dnipro, el equipo en que jugaba Zozulya, utilizaron la imagen del jugador como reclamo para reclutar voluntarios para un batallón integrado por nazis ucranianos.

El jugador se ha fotografiado en multitud de ocasiones empuñando armas de combate o entre las filas del ejército

El jugador se ha fotografiado en multitud de ocasiones empuñando armas de combate o entre las filas del ejército. También se ha declarado admirador de Stepan Bandera, un independentista ucranio durante la ocupación soviética, que es admirado por los nacionalistas y por la extrema derecha de Ucrania.

Su llegada al Betis en verano de 2016 ya estuvo rodeada de polémica por portar una camiseta con el símbolo nacional ucranio que es muy similar al de los radicales de extrema derecha del Dnipro.

Tal fue el revuelo generado en Vallecas por la cesión de Zozulya que el club se vio obligado a publicar una carta del jugador en la que negó su pertenencia a ningún grupo neonazi. No obstante, una parte de la afición no ha dado marcha atrás en sus protestas y ha colocado pancartas en el entrenamiento del equipo en las que se podía leer “Vallekas no es lugar para nazis”.

una parte de la afición

ha colocado pancartas en el entrenamiento del equipo en las que se podía leer “Vallekas no es lugar para nazis”

En el estadio han aparecido pintadas de rechazo al fichaje del jugador ucraniano: “Vallekas en pie de guerra” o “Nazis no”. Cuando el jugador se ha presentado en las oficinas del club ha sido increpado con frases como “Si eres un racista no te pongas nuestra camiseta”.

La Plataforma ADRV, que agrupa a peñas y aficionados, ha difundido un comunicado en el que se insiste que “No es una cuestión de ideologías o pensamiento, va más allá: el jugador ucraniano ha empuñado armas, ha donado dinero a batallones fascistas, luce sus símbolos y ha manifestado en numerosas ocasiones su apoyo a la ultraderecha de su país, para quien es un símbolo”.

Finalmente, el jugador ha regresado a Sevilla por la presión de una afición que veía amenazados los valores de un club que se distingue por defender lo que ningún club hace.

2 COMENTARIOS

  1. En el artículo no se menciona, no sé si voluntariamente o no, que mientras este jugador iba a las instalaciones el primer día se le increpaba intimidatoriamente con palabras tan sociales y tan de buen rollo de esta gran afición como «bastardo» e «hijo de puta». Se le decía también racista así sin venir a cuento sin saber nada de la ideología de este jugador, que en un contexto de guerra en su país ha hecho públicas unas ideas pero que ha dejado claro que el no es nazi ni nada parecido.

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