En Guatemala, el país de la eterna primavera, también perdura otra realidad mucho menos poética y más dramática. Según Naciones Unidas dos mujeres son asesinadas cada día. Un drama que conoce muy bien Mildred Flores Barrios, coordinadora de la Fiscalía de la Mujer guatemalteca quien lleva ocho años con el alma encogida de tanta brutalidad y misoginia que ve desde su puesto y quien acaba de pasar por Madrid para denunciar esta situación. “Es muy difícil ser mujer en mi país y no es solo por la inseguridad que hay en las calles, sino por la forma tan atroz en la que las matan. Primero las disparan, después la violan, luego las mutilan y al final las asesinan”, describe horrorizada desde Casa de América donde nos recibe.

Si a este panorama se le suma que el país centroamericano también es uno de los mayores compradores mundiales en armas de fuego (gasta más de 1.5 millones de dólares al año en esta industria tocando a una pistola por cada 50 habitantes) las oportunidades que tienen las mujeres de escapar a un episodio de violencia son muy pocas. “Hay una violencia instaurada a nivel social que hace que la mujer no exista como ser con derechos. La misoginia es la aliada de los hombres. Hacen con ellas lo que quieren”, recalca la Fiscal. Una realidad que contrasta ONU Mujeres en Guatemala y de la que Flores se avergüenza. Según una encuesta realizada por dicho organismo «el 80% de los hombres creen que las mujeres necesitan que se les dé permiso para salir de la casa, y el 70% de las mujeres encuestadas estuvieron de acuerdo».

 

La epidemia de la misoginia

Ese machismo hace que en un país de tan solo 15 millones de habitantes la cifra de mujeres asesinadas en lo que va de año ya vaya por las 260. “Hay una violencia contra la mujer como nunca la había visto. Cuando me encuentro en la toma de denuncias veo a mujeres que llegan golpeadas o heridas de una manera tan brutal que una se pone a pensar en qué país estamos viviendo”, explica con la mirada triste.

la cifra de mujeres asesinadas en lo que va de año ya vaya por las 260

Cuando al hecho de ser mujer se suma el “plus” de ser indígena o vivir en zonas rurales, la situación es aún peor. “En su caso, el analfabetismo y el idioma (muchas de ellas no hablan español) hacen que vivan en mayor soledad su maltrato y que la desigualdad sea mucho más severa. Es la violencia hacía las mujeres sin estudios, sin profesión, sin poder salir adelante porque además tienen hijos. Algo que explica que no denuncien a ese hombre porque, aunque no las tenga como reinas, les da huevos y frijoles”, comenta Flores. Y es que Guatemala aún tiene abierta la herida del conflicto armado. “Fue algo muy atroz. Murieron muchos hombres, pero la mujer fue la más perjudicada. Las mujeres eran el botín de guerra. Por eso las afortunadas tenemos que denunciar estas atrocidades y ayudar a todas esas mujeres a salir adelante”, recalca.

Sin embargo, no todas son malas noticias. La Fiscalía ha logrado dar grandes pasos desde su nacimiento. “Cuando empezamos a trabajar los propios jueces nos atacaban porque nos decían qué les íbamos a enseñar y para qué queríamos estar allí. Nadie daba seguimiento a las medidas de seguridad de las mujeres. Así que nosotras les replicábamos que estábamos allí para acompañar a las mujeres maltratadas y a que se sintiesen protegidas. Les respondíamos que estábamos ahí para que no viviesen en la soledad un proceso penal que llegaba a tardar hasta dos años”, recuerda orgullosa. “Además la gran mayoría de los mandos (desde fiscales, hasta la secretaria o la primera subsecretaria) somos mujeres. El 90 por ciento de la plantilla es femenina”, recalca.

 

Denuncias al fin

Así las cosas, Flores también habla de otros puntos positivos. “Por un lado esperamos tener en el plazo de un año a intérpretes a distancia para que una víctima no tenga que estar esperando durante todo el tiempo que puede tardar el intérprete en desplazarse.”, se enorgullece la coordinadora.

A la fiscal se le ilumina la cara hablando del número de denuncias que están consiguiendo que se pongan. “Las mujeres están empezando a romper la cadena del miedo. Solemos tener 30 denuncias al día. Eso significa que el pasado año hubo 56.000 denuncias y ahora ya vamos por 46.000”, cuenta dicha profesional. Por otro lado, han conseguido reducir el plazo de espera desde que una víctima ponía una denuncia hasta que se le atendía. “Antes se tardaba 15 días desde que la ponían hasta que llegaba a la Fiscalía y se le atendía, toda una vida porque en ese plazo podía llegar a morir. Hoy por hoy en 24 horas se les atiende. Hemos dado grandes pasos”, cuenta.

En cuanto al equipo humano, también se ha ganado en la atención a las mujeres al implantar una buena política de experiencia de empleado. “Antes se llegaban a trabajar turnos de 24 horas seguidas, y dado el volumen de trabajo y la responsabilidad por tanta violencia, el equipo no tomaba su día de compensación o vacaciones al día siguiente. Eso provocaba además de cansancio, una mala atención a quienes se merecen lo mejor”. Hoy por hoy han contratado personal extra y cuentan con cuatro grupos diferentes para tomar denuncias y descansar.

En la lista de los deberes Flórez destaca que al país aún le faltan tribunales de violencia de género y programas de empoderamiento. “Está muy bien que pongan las denuncias, pero después ¿qué hacen?” se cuestiona. “Hemos avanzado gracias a la cooperación internacional que ha creído en un país como el nuestro y ha canalizado fondos para implementar proyectos, metodología, capacitación a los cuerpos de seguridad. Hay un departamento especializado en violadores en serie con policías capacitados con un protocolo para la atención de estos casos, pero nos queda un paso muy importante que es el de después de la denuncia”, finaliza Flores.

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