Si bien soñar no es lo mismo que sonar; “en la comisión de un sutil error” es en lo que parecen escudarse los valientes que a estas alturas, con más pasión que éxito, con el misterio de los dogmáticos a los que antaño juraban venir a remplazar para siempre, se empecinan en seguir contándonos que, pesar de todas las evidencias, cuando no pasando por encima de la obviedad en la que la realidad se materializa, PODEMOS, que no su proyecto, sigue aún vivo.

De Cuento de Navidad, cuando no de falacia; o de consagración por agotamiento de premisas, de todos aquellos argumentos que por pertenecientes a la Vieja Política, ellos parece que se convencieron solo y exclusivamente a sí mismos de poder venir a superar; es de lo que podemos llegar a tildar el experimento a base de gaseosa con el que los nuevos iluminados, los llamados a erigirse en santos patronos de la “Nueva Verdad Política”, parecen haber decorado no ya un árbol, ni siquiera un “Belén”.

Lástima que, al contrario de lo que pasa con esa otra farfulla que precisamente en estas fechas lo recorre todo, convenciéndonos un año más de que el abeto o el “Gordo Rojo” son en realidad tradiciones cuyo origen se asienta en lo más profundo de nuestro arraigo, las consecuencias del desastre que a estas alturas ya se sabe promovido, y por muchos de sus protagonistas incluso aceptado, no se olvidará, como ocurre con la falacia navideña, una vez la Justicia adopte como siempre forma de calendario, revelando a partir del diez de enero las certezas que en forma de frío habrá de regalarnos el invierno.

La tormenta desatada por PODEMOS, y lo que es peor, el drama llamado a manifestarse tras ella, tendrá consecuencias cuya comprensión, a la par que sus consecuencias, habrán de extenderse durante al menos, una generación.

Reconociendo en mi ignorancia la causa de los sonoros fracasos en los que se han materializado mis esfuerzos cada vez que he explicado mi tesis acudiendo a protocolos de marcada y conocida índole política, es por lo que hoy abandono tal proceder, acudiendo a la protección que me ofrece el ardid metafórico tras el que habré de refugiarme cuando exprese mis inquietudes en parecidos términos a los empleados, por ejemplo, por cualquiera de los viejos campesinos llamados a erigirse hoy en muestras del sano empecinamiento propio si queremos del que se niega a ser aplastado. Así, concédaseme por respeto (cuando no por compasión), la certeza de la premisa en base a la cual, si en algo se parece la Política a la Agricultura es, sin duda, en lo imprescindible de conocer los tiempos, respetando las relaciones que “de causa y efecto” se describen, usando como tamiz precisamente ese flujo temporal.

De esta manera, todo agricultor es conocedor, siquiera de forma instintiva, de la importancia de la sincronización de las acciones. En base a tal proceder, el niño se diferencia del adulto en la experiencia, la cual se materializa en cuestiones tales como el saber que la impaciencia, refrendada en el caso que nos ocupa en el saber que no por mucho madrugar, ha de amanecer más temprano; es como el llamado a ser considerado como Maestro Agricultor hará honor a su nombre entre otras cosas por saber dar tiempo al tiempo, o sea, por saber esperar.

Este ejercicio de paciencia, ejemplo en cualquier caso de sacrificio (el apreciable cada vez que hay que esforzarse en no dar pábulo a las pretensiones de los que a menudo desde una intención claramente conspirativa, vestidos en otras por el ligero traje de la ignorancia); no hacen sino amargar la vida del que sabe criticando no solo las acciones de éste, sino cuestionando abiertamente los procedimientos por el mismo desempeñados (los cuales avalan su eficacia en el nada desdeñable argumento en el que una vez más el tiempo, dando forma a la experiencia, se afana).

Es así que finalmente, en una suerte de justicia poética; el viejo agricultor obtiene su recompensa. Tras largos meses de observación, velando en el frío que escoltado por la luna presagió funestas en las noches de principios de invierno; abrumado por la amenaza de lluvia que, traidora, se escondía en las tardes de otoño, nuestro agricultor cosechó en el momento justo en el que, por medio de la tradición, se sintió cómplice del “momento óptimo” es decir, el llamado a erigirse en catalizador del mejor fruto. Nuestro agricultor no cedió a la tentación de arrancar la cosecha cuando aún no estaba madura. Hacerlo habría sido dar paso a una traición, la que se conforma cuando se renuncia a los principios propios, fundados en el conocimiento si se quiere ancestral, cediendo así a la instantaneidad que hoy parece estar detrás de cada uno de los presagios en los que se canaliza todo proceder.

Al contrario de nuestro Maestro, los pertenecientes a la nueva escuela, los llamados a comerse el mundo, los que confunden innovación con destruir todo lo que pueda significar respeto en forma de aprecio al pasado, fueron incapaces de identificar en sí mismos el principio de humildad imprescindible para saberse inútiles a la hora de reconocer el momento idóneo para recolectar.

Es así como por sus prisas han echado a perder toda la cosecha. Ya sea por creerse más listos que nadie, o lo que es peor, dando por sentado que todos los demás estamos menos capacitados que ellos; lo único cierto es que este año tampoco vamos a comer fruta de calidad.

Pero al contrario de lo que pueda parecer, el drama no acaba ahí, de hecho, la magnitud del drama es de tal calado, que la intensidad de la farfulla nos incapacita para entender la intensidad del desastre.

Porque inmersos en no sé bien que suerte de fiebre, poseídos por esa fuerza de la que solo la alienación o el sadismo son ejemplos, al arrancar el fruto se han llevado consigo el esqueje, incapacitando para ello al árbol de cara a futuras cosechas.

Paradójicamente, los que vinieron a saciarnos de abundancia recriminándonos de paso nuestra torpeza cuando no cobardía a la hora de identificar a los culpables de nuestro mal, redundan ahora en cada uno de los vicios en los que se regodeaban los antaño artífices de nuestro hambre.

 Lástima que, como pasa cada vez que dejamos a otros tomar nuestras propias decisiones, el castigo que procede por ceder a la falacia, ha de ser cubierto por los que al canto de la sibila cedieron.

 

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Natural de La Adrada, Villa abulense cuya mera cita debería ser suficiente para despertar en el lector la certeza de un inapelable respeto histórico; los casi cuarenta años que en principio enmarcan las vivencias de Jonás VEGAS transcurren inexorablemente vinculados al que en definitiva es su pueblo. Prueba de ello es el escaso tiempo que ha pasado fuera del mismo. Así, el periodo definido en el intervalo que enmarca su proceso formativo todo él bajo los auspicios de la que ha sido su segundo hogar, la Universidad de Salamanca; vienen tan solo a suponer una breve pausa en tanto que el retorno a aquello que en definitiva le es conocido parece obligado una vez finalizada, si es que tal cosa es posible, la pausa formativa que objetivamente conduce sus pasos a través de la Pedagogía, especialmente en materias como la Filosofía y la Historia. Retornado en cuanto le es posible, la presencia de aquello que le es propio se muestra de manera indiscutible. En consecuencia, decide dar el salto desde la Política Orgánica. Se presenta a las elecciones municipales, obteniendo la satisfacción de saberse digno de la confianza de sus vecinos, los cuales expresan esta confianza promoviéndole para que forme parte del Gobierno de su Villa de La Adrada. En la actualidad, compagina su profesión en el marco de la empresa privada, con sus aportaciones en el terreno de la investigación y la documentación, los cuales le proporcionan grandes satisfacciones, como prueba la gran acogida que en general tienen las aportaciones que como analista y articulista son periódicamente recogidas por publicaciones de la más diversa índole. Hoy por hoy, compagina varias actividades, destacando entre ellas su clara apuesta en el campo del análisis político, dentro del cual podemos definir como muestra más interesante la participación que en Radio Gredos Sur lleva a cabo. Así, como director del programa “Ecos de la Caverna”, ha protagonizado algunos momentos dignos de mención al conversar con personas de la talla de Dª Pilar MANJÓN. Conversaciones como ésta, y otras sin duda de parecido nivel o prestigio, justifican la marcada longevidad del programa, que va ya por su noveno año de emisión continuada. Además, dentro de ese mismo medio, dirige y presenta CONTRAPUNTO, espacio de referencia para todo melómano que esté especialmente interesado no solo en la música, sino en todos los componentes que conforman la Musicología. La labor pedagógica, y la conformación de diversos blogs especializados, consolidan finalmente la actividad de nuestro protagonista.

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