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Siempre se ha dicho que de los tontos los listos se aprovechan. Yo sostengo que éste es un error de perspectiva histórica imperdonable. El mundo es de los tontos, sólo hay que echar un vistazo. Ellos dominan y joden todo porque son tontos; y dominan (se está haciendo la pregunta: ¿cómo lo consiguen si son tan torpes?) porque en su interés está sólo ese objetivo, el poder, a la persona con luces: eso no le va. Estoy plenamente convencido de que la mayor parte de nuestros problemas tienen un origen psicológico o psiquiátrico y tienen que ver con la seguridad y la autoestima, socavadas por las creencias y la falta de conocimiento, excluidas las experiencias de la vida, que enseñan según el medio en el que caigan, y las erudiciones, que casi siempre ocultan esas mismas inseguridades…

Puede sonar naíf, ingenuo, tontaina incluso, pero hay que reivindicar la vida porque la sociedad basada exclusivamente en el consumo y la imagen está creando una alienación que va más allá de la económica descrita por Marx. Y suena tontaina precisamente porque los valores dominantes absurdos y que niegan la realidad consisten en ocultar lo que somos, vivimos en una sociedad represiva contra el sexo, la muerte y el envejecimiento, sustituidos por el abuso, la violencia y el ocultamiento. La confluencia del capitalismo americano, convertida la sociedad en un espectáculo permanente guionizado donde importa más lo que se narra a un supuesto espectador (alter ego terráqueo de Dios) que la vivencia misma, la confluencia de esta visión estupidizante de la vida con la canalla proveniente de las dictaduras en las que la economía se planifica exclusivamente desde el poder político, generando una casta gobernante de mafias que no tienen un control que les obligue a respetar el Derecho, esa concurrencia es la instantánea hoy de nuestro planeta… Trump y Jong-un serían una graciosa parodia de esto si no fueran algunos de los esperpentos en el ejercicio del poder más peligrosos sobre la Tierra.

Conste que me da igual que haga cada cual lo que quiera siempre que no dañe a los demás (y no hablamos de daño subjetivo), pero cuando alguno de los países más potentes están gobernados por personajes (masculinos en su mayoría) con una tortilla a la francesa en la cabeza apelucada, por neuróticos absolutistas gorditos, o por flacos a la franchuá que gastan el sueldo de una docena de familias para maquillarse en un mes… por tipos que se miran la musculera antes de plantarse delante de un Parlamento comprado, abueletes mascullantes que te responden a todo que «eso es de toda la vida» y que hay que ser «normal» y que entienden la existencia como un gigantesco preámbulo de un derbi Barça-Realmadrid (incluidas secesiones), una vez más se acuerda uno de Erasmo y su Locura, y me pregunto por qué es tan difícil la Cordura y ser normal de verdad, es decir: aprender, preguntarse, vivir consecuentemente con la naturaleza humana (animal), huir de trascendencias de supermecado, usar las instituciones para evitar problemas en vez de generarlos…

… Y siempre, en eso tienen razón todas las religiones, atentos al «Memento mori» pero no para claudicar sino para impregnar la vida de entusiasmo, aceptarla sin hipotecas de paraísos que nadie ha visto y salir de ella con dignidad y sin miedos. Las religiones organizadas son la peor violencia contra un ser humano, disfrazan de paz el horror absoluto.

El tonto macho (se puede ser mujer así) organiza la vida humana, ése es nuestro problema principal… nos gobiernan los más locos y es inevitable, de ahí nuestra propuesta de fortalecer la Educación y los sistemas legislativos para proteger de una vez a la Humanidad de los idiotas y majaras que nos mandan disfrazados de solemnidades, uniformes, togas, casullas, cetros y coronas cuya capacidad de evocación y de asombro son innegables, por eso son símbolos, pero el ser humano de verdad usa la simbología y brega con su capacidad de interpretar… no se somete a ella con violencias más o menos diseñadas…

En Recuerda (originalmente Spellbound) de Alfred Hitchcock, apellido revelador de su afán psicoanalítico, el doctor Brulov, émulo de nuestro nunca ponderado y bien analizado alegre Freud, afirma en su inglés tedesco o eslavo, tras ensalzar un matrimonio reciente («no psicosis, no agresividad, no complejo de culpa»), que los problemas del mundo los causan los viejos, siempre preocupados por qué será del mañana cuando ya no estén, «Por eso hay guerras, porque la gente vieja no tiene nada con qué entusiasmarse» y entonces ofrece un brindis por «Cuando uno es joven y no conoce nada excepto vivir»… Ninguna política que vaya más allá de esto me interesa, porque no contendrá más que diseño, planificación y purga de cuanto considere que demora sus intereses.

No soy tan ingenuo como para pensar que no se debe prever, organizar y gobernar, sólo digo que se debe actuar fomentando y protegiendo la libertad del individuo, límite único del ser humano: ni patria, ni raza, ni dios, ni familia, ni siquiera la vida… evitar la locura de creernos irreemplazables, de creernos con conocimientos para sustituir nuestras emociones (y la de los otros) y, a la vez, educarlas sabiendo cómo son sus mecanismos para no ser meros estetas de un hedonismo falso y decadente que niega nuestros placeres simples y la verdad de nuestro cuerpo.

Brulov, inocentemente o no, dice al compañero de su discípula que los maridos de sus amigas son sus maridos, toda una provocación moral para la época y, simbólicamente, por siempre; sólo me fío de los provocadores, de las humoristas, de los salidos, de quienes no consideran el tiempo libre, de quienes hacen y no descansan, de las mujeres que lo son, de los viajeros perpetuos que no necesitan geografía para viajar… de la juventud porque sólo hay esperanza en su fragilidad… todo lo demás, conforme envejezco yo: me provoca más vergüenza ajena.

 

[Fin]

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