Es bien sabido que la reina de Ítaca deshacía por la noche el sudario que tejía por el día para así dar largas a los pretendientes que le asediaban. Tan fecunda en ardides como su ausente esposo, consiguió engatusarlos así durante veinte años. Tal vez los pretendientes (que acabaron liquidados por Ulises) hubiesen corrido mejor suerte si ella no hubiese trasmitido falsas expectativas, pero su objetivo no era que los pretendientes se fuesen, sino  que se quedasen, pero sin entregarse a ellos.

La ya no tan corta historia del gobierno municipal de Alicante tiene un argumento similar.  Lo que hace la mano izquierda lo deshace la mano derecha. Ocasionalmente parece que se teje, pero enseguida llega la noche y se desteje. Y, mientras, va pasando el tiempo.

Parece que el alcalde socialista de Alicante, Gabriel Echávarri, esperase  algo que no acaba de ocurrir, tal vez el regreso imposible de los tiempos en los que su partido podía apoyar sin rubor el Plan Urbanístico de Rabasa, diseñado a la medida del constructor Enrique Ortiz, ahora confeso del sumario Gürtel. O que Miguel Ángel Pavón, el vicealcalde y concejal de Urbanismo de la confluencia Guanyar Alacant, que gobierna formando un Tripartito con el PSOE y Compromís, como uno más de los pretendientes de nuestra historia, espere ser expulsado de una vez por todas de palacio. 

En esta situación ha influido sin duda la personalidad de cada uno de ellos. El alcalde, de carácter propenso a la bronca, y el vicealcalde, que no es precisamente doctor en habilidades sociales, demasiadas veces han dado la impresión de ser pistoleros de Noname City prestos a desenfundar, en un escenario de decorados pintados con testoterona. Tal vez el relato hubiese sido distinto  si ambos hubiesen sido más femeninos en sus poses políticas, pero eso ya no deja de ser solo una hipótesis no verificable.

El caso es que la sensación general es de parálisis, real o aparente, en el Ayuntamiento de Alicante. Se aprecia un agotamiento de la paciencia de la ciudadanía alicantina que se ilusionó con el cambio político en las pasadas elecciones municipales. Antes de que ese capital se despeñe por la rambla de la desilusión, urge un formateo de la coalición gubernamental, para que este equipo de gobierno no pase a ser uno más en la lista  de las corporaciones que no han sido capaces de encabezar un Plan Estratégico para Alicante.

En caso contrario, se corre el riesgo de que el voto del cambio acabe como en la canción del maestro Sabina: “Mire usted que los culpables sean Clinton o Fidel que más da…” que no los vuelvo a votar. Hay  un riesgo serio de que en las próximas elecciones  el gobierno municipal de Alicante vuelva a manos de la derecha.

La recomposición no es, sin embargo, nada fácil porque la situación política que dio lugar al Tripartito ha cambiado radicalmente en el Estado, en la Comunidad Valenciana y en Alicante Ciudad, y el escenario que se dibuja no es propicio a ello.

En primer lugar porque el artículo 135 de la Constitución, fruto de la alianza tácita entre los partidos que han permitido el gobierno recientemente investido, y sus lógicas derivaciones (la ley Montoro, la ruina de la caja de las pensiones,..) generará pronto nuevas tensiones sociales y nuevos recortes. No habrá a corto plazo alivio financiero, ni Ley de Financiación Municipal, que permita alegrías en el Ayuntamiento de Alicante.

En segundo lugar porque el Partido Socialista no podrá hacer una política estatal diferenciada de la  del Gobierno. Practicando el penelopismo, de día se entregará en el Parlamento a una aparente dialéctica de oposición verbal, para por la noche deshacer el tejido convergiendo estratégicamente con los populares en los temas  fundamentales.

En tercer lugar porque la lucha interna por el control del partido socialista se va a agudizar. El PSB y el PSC -los partidos socialistas del eje mediterráneo-  han votado no en la sesión de investidura, contrastando con la abstención de los diputados del PSPV.  El espejismo de la existencia, por fin, de un gobierno valenciano que no  mira a Madrid -o a Sevilla, tanto monta- empieza a disolverse. La geopolítica es cruel y persistente. La cohabitación valenciana incrementará las tensiones entre socialistas y  Compromís y, especialmente, con el Bloc, el componente más nacionalista de Compromís. Y esas tensiones repercutirán en Alicante.

En último lugar porque la ciudadanía progresista, sobre todo la juventud,  está espantada con la deriva del PSOE. El “Aquí la única autoridad soy yo” fue retransmitido en directo por todas las televisiones y redes sociales.

Fracasado el ingenuo intento de que Podemos y sus confluencias aceptaran  el rol  parlamentario marginal, heredero del jugado, primero por el PCE y luego por IU, en la historia parlamentaria española, el drama del socialismo ahora es que la estrategia socialista del voto útil ya es imposible y su posición hegemónica en el corazón y en la mente de la ciudadanía progresista está en almoneda. Pedro Sánchez tuvo la oportunidad de formar  un gobierno de cambio, pero prefirió jugar a disfrazarse de  Penélope. Ahora, como Boabdil, llora el reino perdido, pero su partido se ha quedado ya sin  su Lebensraum (su espacio vital) y será muy difícil que lo reconquiste a corto plazo.

Para complicar más la situación política en la Comunidad Valenciana, pero sobre todo en  el Ayuntamiento de Alicante, los resultados de las primarias de Esquerra Unida del Pais Valencià apuntan  cambios de orientación en el horizonte que pueden alterar sustancialmente la política de coaliciones de la formación.

Podemos no tiene voz en el Ayuntamiento de Alicante, pero ahora inaugura una nueva etapa en la ciudad. Finalizadas las elecciones primarias al Consejo Ciudadano Municipal,  tiene una dirección legitimada y decidida a hacer valer el peso de sus votos  para  encabezar el cambio de rumbo que permita a Alicante desarrollar sus potencialidades al servicio de la gente y no de los intereses de los grupos de presión  y prestará mucha atención a la reválida que supondrá  el contenido de los presupuestos municipales de 2017, que pueden ser el Match Point, a favor en contra, del  Tripartito.

No dejaremos que nadie desteja los sueños de nuestros votantes.

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