Me entero a través de la redes sociales que la asociación ultracatólica ‘Hazte Oír’ ha enviado 100.000 guías homófobas a los centros escolares de Castilla la Mancha. Busco enseguida noticias relacionadas con el tema, para eso de verificar la información, y me quedo de piedra al leer el susodicho manual, que ofrece completo el Periódico CLM.

Tan sólo con echar un ligero vistazo a la portada, donde se ve la ilustración de un niño y una niña haciendo el saludo fascista ante una bandera arco iris, ya sabes lo que vas a encontrarte en el interior. En un primer momento pienso en no seguir leyendo, pero me pica la curiosidad y me adentro en sus páginas para ver lo que ha montado tanto escándalo. Y, la verdad, hay veces que mejor no leer ciertas cosas.

Aunque parece que el gobierno de Castilla La Mancha ha ordenado retirar el panfleto, de todas formas, os resumo su contenido para que os hagáis una idea. Bajo el título «¿Sabes lo que quieren enseñarle a tu hijo en el colegio? Las leyes de adoctrinamiento sexual», el panfleto arremete contra las normas que diferentes comunidades autónomas han aprobado con el objetivo de evitar la discriminación al colectivo LGTBI, y se atreven a decir que ciertas “normas” promocionan la homosexualidad y facilitan y premian “la conversión” de individuos en homosexuales (como si una persona homosexual no fuera ya de por sí un individuo). En fin, un despropósito.

Pero además no duda el panfleto en referirse a la escuela y a ciertos libros (de los que da una lista detallada) como culpables de un adoctrinamiento donde se desorienta a los niños al tratar de imponerles la diversidad sexual. Lo dicho, como si las distintas tendencias sexuales, los distintos modelos de familia, fueran sólo un discurso artificial creado para adoctrinar a los jóvenes y no una realidad que vivimos día a día en cientos de hogares españoles.

Todo esto me hace pensar que cuando oigo ciertos discursos sobre lo justos y avanzados que somos como sociedad, a veces me dan ganas de vomitar. Y es que vivimos en la entelequia de creer que somos una sociedad libre, igualitaria, que ha superado toda clase de prejuicios sociales, y en ciertas ocasiones – más de las que me gustaría – la realidad nos constata que no nos hemos movido un ápice de esos tiempos oscuros y dictatoriales que se vivieron en ciertos episodios de la historia de nuestro país.

Tener que leer panfletos con discursos homófobos como los de la asociación ‘Hazte Oír’ es bochornoso, cuando precisamente ocurre todo lo contrario, es decir, nuestra sociedad sigue siendo fuerte y persistentemente heterosexista, ya que mantiene y hace perdurar la convicción de que lo “natural” o “normal” en nuestra sociedad es ser heterosexual. Nuestra sociedad tiende a la heteronormatividad, es decir, al régimen de la heterosexualidad obligatoria y este heterosexismo social conduce inevitablemente hacia la homofobia. El propio sistema es represivo y discriminador y por eso ocurre que denominen como “distinta” a la persona que no es para nada diferente a las demás, sino que ha elegido o está inclinada de forma natural hacia una orientación sexual determinada.

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Colectivos como COGAM (Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid) vienen señalando este problema a través de estudios como el realizado en 2014 “Homofobia en las aulas: ¿educamos en la diversidad?”, donde se denuncia la existencia de una auténtica ley del silencio y también del rechazo, mas grave cuanto cada vez es mayor el número de adolescentes que deciden vivir abiertamente su sexualidad. Sin embargo, esta mayor apertura, que lleva a los y las adolescentes LGBT a no querer esconderse durante más tiempo, no va acompañada de cambios en el sistema educativo, sino que más bien, con la implantación de la LOMCE y la importancia que dicha ley otorga a la religión en las aulas, se está dando, a mi parecer, mayor cancha a actitudes homófobas, ya que la religión católica intrínsecamente en su discurso irradia ese mensaje de patriarcado exclusivo, de sometimiento de la mujer al varón y de considerar diferente, a lo que no se ajusta a la norma o, más bien, a su norma.

Otro gran problema de que se produzca esta situación de discriminación en las aulas es que el profesorado no recibe la formación pertinente en esta materia, por lo que carecemos de los instrumentos necesarios para actuar de manera correcta y actuamos a veces por intuición y sin la seriedad y rigor que este asunto requiere. Por otro lado, sin esa formación, es muy difícil educar en estos valores a nuestro alumnado. No somos héroes ni heroínas, nos especializamos en matemáticas, biología, inglés o literatura, por eso las administraciones deben afrontar este problema mediante protocolos específicos y formación del profesorado en esta materia.

Con panfletos como los de la asociación ‘Hazte Oír’ simplemente se genera odio y diferencia. Así no se educa en igualdad y la Iglesia Católica, encargada de la educación de miles de niños en este país, a través de la escuela pública y sobre todo desde la concertada, no puede ni debe dejar a sus asociaciones afines que siembren ese discurso de odio en las aulas. Otra cosa es que haya un interés desde la propia institución eclesiástica en que ese discurso se implante entre nuestros jóvenes. Cosa, que por desgracia, panfletos como el de Castilla La Mancha, no hacen más que refrendar. En fin. Ya sabemos como se las gasta el clero.

Algunos seguiremos luchando por una educación que fomente la igualdad entre las personas. Yo me quedo con la reflexión de Confucio que decía que donde hay educación no hay distinción de clases. Yo añadiría también que ni de sexos, ni de orientación sexual.

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