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El héroe roto

María I. Clemente Martori
María I. Clemente Martorihttp://www.mariamartori.com
Licenciada en Psicología Clínica (Blanquerna. Ramón Llull - UOC). *Postgrado en Neurorehabilitación (U.B - Institut Guttmann) *Master en Sexología ( Universidad Camilo José Cela) *Otros estudios : Ingeniera Informática (Universidad Autónoma de Barcelona). Actualmente combino mi faceta profesional de atención psicoterapéutica y sexológica en consulta, con la de Gerente de la Asociación Tandem Team Barcelona (dedicada a la atención de las personas con Discapacidad), y cuya misión es la defensa de la diferencia y la diversidad en cualquiera de los dominios de la expresión humana. De orientación ecléctica me especialicé en la atención a la discapacidad, transitando hacia la mirada individual y social de la sexualidad de este colectivo, situándome finalmente y hasta el día de hoy, en un espacio que reviste grandes vacíos, como es el reconocimiento y el derecho de la sexo-afectividad de las personas con diversidad funcional Aficiones: natación y la practica de técnicas de meditación que me ayuden a expandir la conciencia del SER.
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análisis

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Ser un héroe puede tener infinitas interpretaciones.

Hay héroes que matan dragones. Otros que luchan por grandes causas y otros que tiene super-poderes para salvar el mundo de la oscuridad del mal.

Sin embargo esta historia es mucho mas terrenal. Menos épica. Más real.

Se trata de la historia de un hombre sencillo, que lo más heroico que hizo en su vida, fue rozar las nubes con los dedos de sus manos, paseándose como un pájaro, por encima de las altas montañas que rodean el lago Nahuel Huapi.
Su cuerpo era atlético. Su andar, firme. Decidido. Con gracia y claramente varonil.
A pesar de sus quejas era un hombre medianamente feliz, hasta que algo le sucedió y nada volvió a ser igual.
Su vida dio el mismo vuelco que sus alas y que su cuello.
Algo se quebró. Y desde entonces se auto-define como «ROTO«. Sin complejos ni tapujos.
Cuando yo lo conocí se escondía detrás de una mirada profunda y melancólica. La primera vez que hablé con él me pareció intuir a un animal salvaje enjaulado entre mil barrotes. Me transmitió un soplo de sumisión, mas por cansancio que por otro motivo.
Y así fue como conocí a un hombre que pasó de volar por los cielos más bellos, a rodar con su silla de ruedas por los complicados adoquines de las calles de la Suiza Argentina.
Hay muchas formas de ser valiente. Y diría que las menos gloriosas suelen ser las más auténticas.

Para atreverse a volar con un simple trozo de tela, sin duda se necesita una gran dosis de coraje. Pero esforzarse para andar, con casi todo tu cuerpo desconectado de su natural movilidad, se necesita mucha voluntad, perseverancia, esfuerzo y mucha FE.
El primero de los gestos te confiere popularidad. Todos te admiran, pues no todo el mundo es capaz de colgarse del vacío con tanta soltura ni con tanta avidez.
Sin embargo el segundo gesto, aquella lucha entre gomas elásticas de un gimnasio deprimente, entre horas muertas mirando tu pie, enviándole una señal para que se mueva de una “santa vez”. Esa constancia diaria y resistente que se conjura contra el golpe del destino y pelea en silencio por ganar un milímetro más de movilidad, dispara en quien lo observa un sentimiento de íntimo respeto y de franca admiración, que nada tiene que ver con las triunfales hazañas ni con aquellos éxitos con los que todos soñamos alguna vez.
Hay tantos héroes anónimos y silentes, en este extraño mundo que a veces nos gira del revés.

En una ocasión me contó que mientras estaba «haciendo su numerito», (palabras literales), para bajar de la silla al bordillo de la piscina, donde solía nadar sus 500m diarios, se le acercó una señora y se le puso a hablar.
Pensó que empezaría con el típico interrogatorio:
«¿Y que te pasó?». «¿Necesitas ayuda?.» “FÍJATE QUE PENA… y con lo joven y lo guapo que eres»….

Sin embargo la mujer le empezó a preguntar por la zona. Se interesó por los lindos lugares para visitar y así estuvieron un largo rato charlando de todo un poco y de nada en particular.
Ese gesto sin importancia. Esa simple conversación. Ese intercambio de opiniones tan normal. Con una mujer tan normal. Hablando sobre temas tan normales en un lugar tan normal, le hizo sentirse DELICIOSAMENTE normal, y por unos segundos se olvidó de su pesada discapacidad.

«Que alguien no se centre en mi diferencia o no me pregunte acerca de mis limitaciones me ha hecho sentir mas persona de lo que vengo sintiéndome desde hace mucho tiempo. A pesar de todo el ánimo y la buena voluntad de aquellos que te quieren ayudar, pero que lo único que hacen con su condescendencia, es recordarte una y otra vez, que tu ya no eres uno de ellos».

Esa reflexión me hizo dar de bruces con una realidad hasta ese momento desconocida.
Y es que a veces nos identificamos mas por nuestra diferencia que por nosotros mismo. Pasando a ser la «versión discapacitada de aquel que fuimos», o “la versión dañada de aquel pudimos ser”.

Olvidándonos de lo más importante:
Que somos quienes somos por encima de nuestra condición.
Que difícil vivir en un mundo lleno de prejuicios. De clasificaciones que separan lo válido de lo inválido. Lo útil de lo inútil. Lo funcional de lo disfuncional.
Recordándonos que a veces si la DIFERENCIA es demasiado visible, corremos el riesgo de perder nuestra identidad ante etiquetas tan estigmatizantes, como las de la DISCAPACIDAD.
Y de nuevo me pregunto…
Que será mas heroico, ¿Volar por el cielo? ¿O ser capaz de superar todas estas barreras sociales y emocionales?

Creo que ser un héroe es, entre otras cosas, ser capaz de amar tu cuerpo aun y “roto” e inmóvil, porque es algo tuyo y porque te pertenece. A pesar de que el mundo insista en convencernos, que ya no somos productivos.

Ser un héroe es hacer de tripas corazón cuando sientes que querrías coger en brazos a tu hija y reventarla a cosquillas como solías hacer cuando todo era mas sencillo y buscar otra forma de llegar hasta su sonrisa para provocar que sea ella quien se eche encima de ti.
Ser un héroe es sonreír cuando tu cuerpo te quema. Es callar cuando las descargas se te hacen insoportables. Y es mirar con FE un futuro muy diferente del que habías soñado, para vislumbrar otro horizonte mas humilde, más a ras de suelo y convertirlo, a pesar de ello, en la mejor versión de tu historia y de ti mismo.

Hay muchas formas de ser un héroe y creo que aquel hombre pájaro logro serlo a su manera. Y no precisamente por ganar medallas o por salvar el mundo, sino por el reto de simplificar algo tan complejo y disfrazar de sonrisas el llanto de su duelo.

Soy consciente que la auto-superación no es patrimonio de la diversidad funcional. Y que la lucha ante la adversidad no nos convierte en héroes.

Sin embargo es justo reconocer que vivir estando ROTO, debe ser francamente complejo.
Y que esa complejidad, transforma lo simple en heroico.

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