«Vas tú» me ordena mi jefe dándome su viejo sombrero negro de fieltro y obligándome una vez más a hacerme pasar por él. Qué cara tiene el tío, forzándome a presentarme como si yo fuera Javier Puebla sin más ayuda que su viejo sombrero y cuatro indicaciones tan difusas como Patty y sus acentos.

-No conozco a Escarpa.

-Scarpa.

-Vale, Scarpa.

-Pues no te preocupes, le sobra cintura: no te delatará. Te llamará Puebla o Javier Puebla. Y el resto de la gente que haya por allí no creo que me conozca lo suficiente como para mirar más allá del sombrero.

Así que allá voy. Un martes de enero. Montado en mis piernas. Atravesando barrios enteros. Hundiéndome en el centro. En el centro de la ciudad. Pidiendo un cigarrillo a un hombre de Granada que quizá se llame Ricardo o quizá su nombre no lo recuerdo. En la puerta del teatro. El teatro que es un bar. Un bar en la parte de arriba. Un teatro fascinante en las catacumbas. Calle Mancebos 4. OFF LATINA.

Me dura la pereza de haber ido hasta que comienza el espectáculo.

Oh maravilla.

Oh delicia.

Oh portento.

Tenía razón mi jefe Puebla: el tal Scarpa o Escarpa o Gonzalo Escarpa es un genio.

Río. Me sorprendo. Me conmuevo. (Luego le pido a un tipo rubio y abigotado que me pase algunas de las fotos que está haciendo y que incluyo como ilustraciones de este texto).

¡Qué bueno!

El poema que dedica el gran Scarpa a su relación sentimental consigo mismo.

Y ese del padre que lleva a su hijo pedo al cole para que pueda soportar el infinito muermo y torpeza de sus profesores lerdos. Wow.

¡Brutal, enorme, espléndido!

Hora y media aguanta el poeta, solo e improvisando y leyendo y haciéndose gigantesco y también pequeño. Hora y media sobre el escenario. Pero parece un momento.

Luego me quedo. Saludo a todas las chicas bellísimas como si yo fuera el escritor Javier Puebla. Intercambio algunas frases con los hombres de ojos asombrados que las rodean o acompañan. Gonzalo Escarpa me sigue el juego.

Y yo a él.

Juguemos.

El próximo martes 14 de febrero, día de San Valentín, volverá a estar en ese templo delicioso y perverso sito en el número 4 de la calle Mancebos de Mad Madrid, como llama a su ciudad natal mi maestro. San Valentín, repito. Los versos versarán sobre el amor, en versión Escarpa por supuesto. Y allí estaré yo. Prometo. Con mi nombre o bajo cualquier otro interpuesto.

Y quien no esté el día 14 en el pequeño teatro no para cualquiera será un necio o se habrá quedado sin sitio. Porque en verdad en verdad digo a conocidos y extraños que ver a Scarpa en acción es mejor que viajar a Nueva York, mejor que navegar en un bote por el Amazonas, mejor que tomarse diez helados seguidos en uno de esos días de verano en los que se añora el invierno.

En suma, que quien se precie a sí mismo logrará estar el 14 de febrero en el OFF LATINA.

Así que allí nos veremos.

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