Por mucho que se empeñe el Tribunal Superior de Justicia de Galicia en negar la relación causa y efecto, lo cierto es que es muy extraña esa retirada de la custodia de Valeria, la hermana menor de Diana Quer, la joven desaparecida la semana pasada cuando regresaba de las fiestas de la localidad de A Pobra do Caramiñal,. Las fuentes judiciales dicen que es para proteger a la menor “muy afectada emocionalmente” por la desaparición de su hermana. Pero lo cierto es que el padre había pedido la custodia de sus hijas. ¿Por qué? Punto en boca. Nadie quiere decir nada, pero la policía ya lo sabe.

Mientras tanto, a los medios de comunicación se les “raciona” las informaciones argumentando “el secreto del sumario” cuando lo cierto es que el mismo día de la desaparición todos se movilizaron para contar la noticia que, sospechosamente también, tuvo una gran relevancia en una jornada en la que se produjeron varias desapariciones, entre otras la de un joven en la localidad pontevedresa de Baiona que, al final, se difundió casi a regañadientes y sin apenas seguimiento informativo. Un par de líneas escritas y unos segundos en los telediarios. Nada más.

Fueron las protestas en las redes sociales denunciando la discriminación informativa sobre estas desapariciones. Pero el efecto fue el contrario. Se atizó el fuego del Caso Diana Quer que ya ha sobrepasado los límites de lo concebible para entrometerse en lo morboso.

Pero es que el asunto tiene todos los componentes del morbo. Una joven de “familia bien”, que vive en Pozuelo de Alarcón, el municipio con mayor renta per cápita de España. De muy buena presencia hasta tal punto que muestra su deseo de ser modelo. Un padre y una madre divorciados, “de manera poco o nada civilizada”. Una madre que no dejaba al padre ver a sus hijas. Un padre que pide la custodia de ellas y que, el mismo día en que le retiran la custodia de su hija menor a su ex esposa dice que la medida judicial “llega muy tarde”.

Unas hijas y una madre que mantienen una fuerte discusión unos días antes de la desaparición hasta tal punto que acaban en el centro de salud municipal donde son atendidas “de un episodio de ansiedad y se les administra calmantes”. Una hija, con historial clínico de anorexia, que la noche de autos vuelve a casa, se cambia de ropa y vuelve a salir sin DNI, tarjetas bancarias y sólo con veinte euros. Su hermana, a los pocos días, le pide, en una carta, que “vuelva a casa”. Se dirige directamente a ella. No parece que haya en el escrito mención alguna a un hipotético rapto o secuestro: “dejad que vuelva”, eran los mensajes que enviaban los familiares afectados por uno de los secuestros que más conmocionó a la opinión pública en España, el de Anabel Segura donde, por cierto, nunca se pidió rescate aunque el móvil fue el económico, un dato que tienen en cuenta los investigadores de la desaparición de Diana.

Está claro que sólo quedan dos hipótesis. Un rapto. Que Diana se fuera voluntariamente con alguien y no la hayan dejado volver, o que haya huido presionada por un ambiente en el que no se encontraba nada cómoda, con discusiones casi a diario con su hermana y su madre, según se desprende de todos los detalles que, día a día, se están conociendo.

Las interrogantes sobre el DNI, las tarjetas y el dinero en efectivo son fáciles de contestar en un supuesto de huida bien organizada. Parece ser que Diana Quer es muy inteligente. Y puede contar con la complicidad de gente preparada para llevar a cabo una huida sin dejar rastro. En ese caso, las tarjetas bancarias sobran. El DNI se puede sustituir por uno falsificado que le permita salir, incluso, de España. Y, algo de lo que apenas se ha hablado. ¿El pasaporte? En cuanto al dinero en efectivo puede haberlo cogido de otro lugar o pueden habérselo prestado. Nadie sabe lo que podía tener. O, al menos, nadie lo ha dicho a la prensa.

Esa que tanto que ayudó al principio, obviando otros casos tan importantes como el de Diana, y que ahora ha sido apartada por aquello de “no enturbiar las investigaciones”. Siempre lo mismo, y, al final, todo se sabe.

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