Cuando el tiempo es nuevo pasa mucho más rápido de lo habitual. Es lo que está ocurriendo ahora en la política española. Lo digo porque hace justamente un año, en vísperas de las infértiles elecciones de diciembre, algunas encuestas, que ultimamente suelen ser igualmente infértiles, pronosticaban una subida impresionante de Ciudadanos. Algunas, incluso, situaban a la formación naranja al borde de la primera posición, pisando los talones a un menguadisimo Partido Popular. Conviene tener memoria.

Se cultivaba la imagen de un Albert Rivera presidenciable, una especie de Adolfo Suárez revivido, el hombre adecuado para pilotar la Segunda Transición desde un partido centrista y dispuesto a tejer acuerdos múltiples.

Se le paseaba a Albert Rivera por los foros de más relumbrón de la Villa y Corte, en desayunos y almuerzos informativos. Se le dedicaban portadas cogiéndole siempre desde el mejor ángulo. Algunos periodistas se apresuraron a publicar libros laudatorios glosando las virtudes de un lider y un partido al que situaban como el nuevo referente de lo que en España no es izquierda (por decirlo de la manera más gráfica).

Y el propio Albert Rivera se creyó la historia, y le ha costado bastante redimensionarse en la realidad de su papel real, valga la redundancia.

Lo cierto es que a Ciudanos, que le salió perfecta la operación de engullir a UPyD (los auténticos introductores en España de un discurso regeneracionista) , que también cumplió perfectamente su misión de ser un voz nitidamente española en el ámbito catalán, no encuentra a día de hoy un lugar claro bajo el sol intermitente en la nublada política española.

Nadie hoy se atreve ya a aventurar, como hace un año, que Ciudadanos sea un recambio al PP en la hegomina del centro.derecha, como ocurre con Podemos y el PSOE en el otro lado del espectro polítco. La voces aduladoras han bajado considerablemente. Las letenias que alababan las virtudes civicas de Rivera se oyen con mucha menos fuerza. La contestación crece en su propio partido.

Y Albert Rivera, que tiene la necesidad imperiosa de evitar una cita con las urnas que a día de hoy solamente favorecería al Partido Popular, corre el riesgo de desdibujarse totalmente con un discurso blando y complaciente provocado en gran medida por esa necesidad.

Desdibujarse como un Nick Clegg español. Su gran oportunidad sería ofrecer un programa dde regeneración profundo y atrevido para conseguir mayores cotas de libertad política, porque otro tipo de reformas ya están siendo asumidas por un Partido Popular que ya le ha visto las orejas al lobo y no va a dejar comerse el terreno, como ha adivinado enseguida Cristina Cifuentes, pionera en el pacto con Ciudadanos que ahora se extiende a toda España.

Ya se anuncia la candidatura alternativa de Carolina Punset en las primarias del partido naranja. Y algunos de los intelectuales que dieron fuelle al movimiento comienzan a dar muestras de descontento. Todo va muy rapido.

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