El PSOE que hemos conocido en nuestra última democracia es un invento andaluz, y parece que lo va a seguir siendo; veremos durante cuánto tiempo. Lo confirma el resultado del Comité Federal de este domingo.

El PSOE de Felipe González, el del clan de la tortilla, el PSOE entretejido entre Sevilla y Madrid, el partido que da sentido y cohesión en los ochenta y noventa del siglo pasado a un cierto tipo de patriotismo para los que no habían sentido la patria de Franco, es un PSOE andaluz.

Lo que ha ocurrido últimamente en este partido, en los dos últimos y convulsos comités federales, es un intento de seguir en esa senda con resistencias notables de otros frentes y con la carencia de un líder suficientemente aglutinador. Susana Díaz no tiene otra misión ahora que retroceder a las esencias más felipistas del partido y sujetar cualquier intento que pretenda saltarse ese guión.

Un partido que sea antes constitucional que izquierdista, que despeje de su horizonte cualquier veleidad radical, vista ahora desde el prisma del populismo, que evidentemente coincido en que es la peor de las soluciones para un PSOE en busca de misión.

Ese es, ni más ni menos, el sentido de la abstención aprobada por el Comité Federal de este domingo: seguir el camino andaluz del PSOE con el objetivo de ganar tiempo y reconstruirse como un partido asimilable por amplias capas de la sociedad española. Volver a ser el partido que “más se parece a España”. La rosa, entretanto, permanecerá en el invernadero.

El problema es que España es hoy un auténtico galimatías de tipos y caracteres dividida en al menos cinco partes reconocibles: el PP, el PSOE, el centrismo ciudadanesco, el populismo de Podemos, y el independentismo múltiple.

A su vez cada una de esas porciones tienes varias divisiones, y todas están fragmentadas por el eje: nuevo-viejo.

De manera que los dos viejos partidos del bipartidismo hacen intensos esfuerzos por dejar despoblada la parte viejuna de la pista de juego, donde en principio han quedado, pero no saben cómo colocarse en la novedad que para ellos necesariamente pasa por la renovación. ¿Es la solución volver al PSOE como un invento andaluz?

¿Dónde irse entonces? Lo que proponía y puede seguir proponiendo Pedro Sánchez no es una «revolución de las rosas» que reivindique las esencias de la izquierda socialdemócrata más pura. Es, por el contrario, mercadotecnia política proclive a entenderse con el populismo. Es convertirse en la versión rosa y hasta pequeñoburguesa del populismo morado.

Por otra parte, al otro lado del PSOE andaluz, y tensando la cuerda, se encuentra el PSOE catalán, que es el autónomo PSC desde que el PSOE renunció a ser él mismo en Cataluña. Esos son los que no se abstienen. O mejor dicho, solamente se abstienen ante el independentismo.

Esa es la cuestión y el dilema mientras el Comité Federal planta la rosa en el invernadero.

1 COMENTARIO

  1. Ante tanta diversidad, como bien planteas en tu artículo, muchos de los votantes del PSOE se muestran críticos con su partido, y me parece bien. No ocurre lo mismo con los votantes del PP que se aferran sin tener opinión propia y crítica de lo que hacen sus dirigentes.

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