Foto: Isabel Soler

El barcelonés Jordi Gracia acomete la biografía del genio de las letras españolas con tal sencillez de intenciones y al mismo tiempo con tal altura de miras que sorprende ver a un Miguel de Cervantes que antes que genio fue persona, que antes que un ser acartonado por el paso de los siglos que ahora cumple 400 años de fallecido tal día como este 22 de abril en Madrid a los 68 años, fue un hombre cuya existencia estuvo marcada de principio a fin por la ironía. E ironía es lo que hay, y mucha, en este Miguel de Cervantes. La conquista de la ironía, publicado por Taurus, una biografía que está llamada a no ser una más y posiblemente sí una de las elegidas.


 

Cuatro siglos después de su muerte, ¿se sigue sabiendo igual de poco del más grande escritor en castellano de todos los tiempos?

Es que no creo que sepamos tan poco o desde luego no mucho menos que de muchos otros, y su obra es abundante en detalles, en implicaciones, en alusiones y hasta en la descarada recreación de sí mismo.

¿Qué aportación novedosa realiza con su biografía a grandes rasgos?

Intento emplazar el punto de vista del lector en el interior de la intimidad de Cervantes de modo que el lector avance en su vida al ritmo en que lo hizo él: sin adelantar lo que no ha sucedido aún, sin prejuzgar lo que sucederá e intentando ser fiel a la maduración (excepcional) del creador, ya en la vejez, de una obra maestra absoluta que no existe ni por asomo en su juventud.

Sorprende que en su abordaje de la figura de Cervantes, destaque su defensa de la mujer y una capacidad para la ironía. ¿Entresaca estas cualidades de su propia obra o recurre a otras fuentes?

Por supuesto es de su obra de donde se desprenden ambas cosas, combinadas con las fuentes externas que nos hablan de su proximidad a dos hermanas y a su mujer en los últimos quince años de su vida, además de las peripecias de soldado con coraje y fe al principio de su vida.

¿Se ha sobredimensionado la grandeza del Cervantes hombre gracias a la grandeza del Cervantes escritor?

No estoy seguro, entre otras cosas porque buena parte de lo que ha sucedido es que el sujeto real ha quedado eclipsado por el personaje de ficción, y en alguna medida fue el propio Cervantes quien reaccionó contra esa confusión irritante. De ahí que confeccione un volumen arrogantemente presentado como la primera vez que alguien novela directamente en español en las Novelas ejemplares, y ese alguien es el propio Miguel de Cervantes.

¿Qué opina de la ‘pereza’ institucional en reconocer, cuatrocientos años después, la alargadísima figura de Cervantes en la historia de la literatura española?

Opino forzosamente mal porque no era tan difícil inyectar algo más de imaginación y buena voluntad en hacer próximo a un escritor que escribe casi, casi en presente, y en quien hay páginas que podrían figurar como gags cómicos de algún buen programa televisivo (y ya no te cuento si pensamos en los entremeses de jueces y alcaldes y divorcios).

¿Ha podido conocer algún dato o peculiaridad biográfica curiosa desconocida hasta ahora? ¿cuál?

Es una nimiedad, pero me parece que he podido probar fiablemente que un soneto que se había descartado como suyo, sí lo es. No es un gran poema, pero a mí me hizo gracia cerciorarme de esa atribución a partir del uso de una fórmula que no usa nadie en su época: “el vicioso luterano” al que deplora y que es naturalmente Inglaterra.

¿Cómo podría haber sido Cervantes en la intimidad, en el día a día?

Hombre recto y decoroso en las formas y los modales; de joven sospecho que temperamental y muy burlón, de mayor lo imagino más tranquilo pero igual de burlón: el buen humor no lo perdió nunca, pero tampoco la compostura.

¿Qué podía pasar por la cabeza del padre del Quijote en los días finales de su vida?

Dos cosas: la ansiedad de propinar un fenomenal sartenazo al intruso que se atrevió a imitar en una falsa continuación a sus dos criaturas (en el Quijote de Avellaneda) y, una vez rematado eso, y acabado su auténtico segundo Quijote, apurarse en acabar aprisa y corriendo lo que él consideraba que habría de ser su auténtica obra maestra, el Persiles. Increíblemente, Cervantes también se equivocaba.

¿Fue consciente de la monumental obra que había creado?

Sí y no a la vez, porque sabe que ese experimento estrafalario hace reír a todos los lectores y nadie se cansa de oírlo y volver a oírlo, pero a la vez no puede imaginar que un hijo de la absoluta libertad formal y literaria pueda llegar a engendrar una novedad tan plena y absoluta como la novela moderna (y hasta hoy).

¿Imaginó que su Quijote podría perdurar durante siglos como la gran obra de la literatura universal que es en pleno 2016?

Sin duda, no: creer eso hubiera sido de auténtico botarate.

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