Nueva derrota del Atlético de Madrid en el Allianz frente a un más que correcto Bayern de Múnich, que, a pesar de todo, se las tuvo tiesas para doblegar al equipo del Cholo. Una derrota que desluce la magnífica e impecable fase de grupos de los colchoneros, que tenían asegurada la primera plaza de manera matemática en la quinta jornada.

La desluce, a pesar de su incidencia nula en la clasificación, porque para el Atlético era importante encontrarse consigo mismo en un partido que podía afrontar con cero presión por el resultado final. Cierto que una derrota en Champions nunca es buena para el prestigio ni tampoco para la bolsa, ya que se reciben jugosas cifras por la victoria, pero el principal problema del partido para el equipo de Simeone es que sigue confirmando que le falta alegría sobre el campo. Los jugadores, que en los últimos tiempos parecían volar sobre el césped, transmiten ahora sensación de pesadez, de falta de frescura. No se atisba esa fuerza de años anteriores, donde se jugase mejor o se jugase peor, la intensidad y la fortaleza eran siempre seña de identidad.

No hace tanto, el seguidor colchonero tenía casi la certeza de que si su equipo sufría o encajaba un gol o no tenía su día más acertado, el partido iba a salir adelante sí o sí. Un arreón final, un córner, un balón parado… fuera como fuese, el Atleti sacaba el partido sí o sí. Al menos empatarlo o al menos quedarse a punto.

Ahora la sensación es la de que los partidos se atascan sin remisión, el equipo va perdiendo fuelle y ataca una y otra vez sin terminar de crear problemas al rival, que se parapeta cómodamente e incluso se permite el lujo de lanzar alguna contra para poder matar el partido. No falta calidad en absoluto en los jugadores, pero si movilidad, ganas de tener el balón y hacer cosas con él. Las botas pesan un quintal, no se ve frescura. Incluso cuando el equipo muerde, lo hace a destiempo, en faltas intrascendentes. Para resumirlo todo: falta alegría.

El sentimiento que se instaura en la afición tras la final de Milán es el mismo que parece atenazar a jugadores y técnico, más después de aquellas palabras del Cholo tras la final que todavía muchos no hemos alcanzado a comprender bien. No es solo un problema de fútbol, de ser mejor o peor. La plantilla ya ha demostrado sus maneras y son extraordinarias y Simeone creo que no necesita probar otra vez su condición de obrador de milagros.

Pero algo en el equipo no funciona y tiene más aspecto de anímico, de equilibrio, de fuerza y de alegría que de otra cosa. No sabemos qué pasa y es ahora, cuando cunde el desconcierto, la desilusión, la pereza y el desencanto, cuando la afición del Atlético tiene que hacer suyas las palabras de la nueva canción de la Oreja de Van Gogh: “Para devolverte tus latidos, todo lo que hiciste por mí… estoy contigo…”.

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