Dejábamos el viernes pasado al Gobierno del Ayuntamiento de Madrid especulando sobre las formas de la reestructuración municipal tras el anunciado cambio de responsabilidades de la concejala Celia Mayer. Un proceso en el que parece que el Grupo Socialista pretende intervenir desde la barrera, lugar en donde se colocó hace ya casi dos años cuando renunció mancomunadamente con Ahora Madrid a siquiera intentar formar un gobierno de coalición. Y por último, no podemos olvidar como tercer actor en el proceso a los profesionales de la cultura, que a finales de semana se reunían en torno a la Plataforma de la Cultura para “revisar” muy críticamente la gestión del Ayuntamiento, tras las opiniones disidentes manifestadas por una parte importante de las “gentes del teatro” sobre los nuevos derroteros anunciados de las Naves del Matadero y los rumores que pesan sobre el futuro del Centro Municipal Fernán Gómez.

Pero hay otros actores implicados, las trabajadoras y trabajadores de la cultura del Ayuntamiento de Madrid, que también tiene algo que decir al respecto.

Las plantillas se encuentran distribuidas en dos ámbitos diferenciados, pero complementarios: el propio Ayuntamiento de Madrid, donde se alojan la Banda Sinfónica Municipal (BSM), Bibliotecas y Museos, y la empresa municipal Madrid Destino, creada por Ana Botella mediante la fusión de otras tres preexistentes, cuya existencia más inmediata se debe a su predecesor, Alberto Ruiz Gallardón, que creó no sólo deuda sino empresas por doquier.

Sus trabajos son complementarios, como digo, pero además su problemática es similar y resumida en dos elementos: las necesidades comunes de empleo, estable y de calidad, y el poco respeto hacia sus profesionales, plasmado en la ausencia de negociación colectiva efectiva.

En Madrid Destino no existe una Relación de Puestos de Trabajo, ordenada y transparente. Por ello decimos que la dirección de la empresa mantiene una política de contratación de personal altamente sospechosa. Mientras está caminando a la separación de las direcciones de los grandes centros culturales que detenta (Teatro Español, Fernán Gómez, Circo Price, Naves del Matadero), con suculentos contratos, las plantillas de técnicos que tienen como cometido hacer posible las programaciones no están siendo adecuadamente planificadas: la contratación es temporal, extremadamente precaria. Y la promoción interna desregulada, mejor definida si la denominamos “a dedo”, como la Inspección de Trabajo a través de un informe con recomendaciones se ha encargado recientemente de indicar. Si a esta circunstancia, tan extraña en principio a un Gobierno como el de Ahora Madrid, le añadimos que llevamos desde prácticamente el inicio de la legislatura teóricamente negociando un convenio sin grandes avances, podemos entender el estado de ánimo con el que las trabajadoras y trabajadores de Madrid Destino acuden a diario a prestar sus servicios. Por no hablar de los sindicalistas, que afrontan un negociación con una actitud por parte de la dirección de la Empresa claramente desleal, pues no sólo proliferan los “acuerdos de voluntades” en todos los niveles de Madrid Destino, opacos al control legalmente contemplado del Comité de Empresa, sino que además se les niega la información a la que tienen derecho por el artículo 64 del Estatuto de los Trabajadores, entre ella las tablas salariales, lo que delata una actitud de rebaja del marco legal más allá de lo que ha he hecho el Partido Popular con la principal ley reguladora de las relaciones laborales.

En el Ayuntamiento la situación no es muy distinta. La Banda Sinfónica Municipal cuenta en la actualidad con 72 profesores y profesoras, de las que 24 son funcionarios interinos. La BSM necesita de los 91 profesionales contemplados en sus partituras. ¿Cómo pueden ofrecer sus conciertos?, se preguntará el lector. Mediante la subcontratación por parte de Madrid Destino de los músicos necesarios, ¡a través de contratos mercantiles! La precariedad dentro de la precariedad, en manos de una Empresa Municipal que, además, se encarga de la programación y de la asistencia técnica que la BSM necesita. Una programación que se conoce tarde y que genera profundas dudas sobre el futuro de la agrupación musical: ha sido apartada de los Veranos de la Villa en el centro cultural Conde Duque; del ciclo de invierno 2017-2018 no se sabe nada cierto sobre el mantenimiento de su participación en el Auditorio Nacional. Por si fuera poco, los músicos llevan dos años oyendo que se va a acometer la imprescindible reforma de su local de ensayos, donde se encuentran destinados desde principios de los 90, sin inversiones, tras ser trasladados desde un local en la calle Plomo debido a que sus malas condiciones acústicas estaban provocando disminución en las capacidades auditivas de los profesionales. Dos años de promesas que ahora parecen vuelven a sufrir retrasos, esta vez porque la reforma se encarga, de nuevo, a Madrid Destino, que anda especulando con un proyecto que vincularía los 600 metros que ahora ocupa la BSM a otros 1.500 de un edificio anexo. Alguna agrupación musical privada ya ha acudido a revisar el espacio, pues parece ser que los nuevos planes, aún no consolidados en proyecto concreto alguno, prevén su uso privado.

Y finalmente debemos hablar de nuestras bibliotecas y museos. Podemos empezar recordando a los lectores que el verano pasado un museo municipal cerró por falta de personal. Y que este invierno hasta tres bibliotecas cerraron sus puertas por idéntico motivo. Es este otro servicio público municipal donde la precariedad en el empleo es muy amplia: el 70% de la plantilla está compuesta por funcionarios interinos. Y donde los servicios que se ofrecen a la ciudadanía no cubren las necesidades: de las 31 bibliotecas municipales tan sólo tres abren sus puertas los fines de semana. Eso sí, los servicios básicos se prestan en todas ellas gracias al sobre esfuerzo de una plantilla también abandonada a su suerte y con claro déficit estructural de empleo, no sólo por sus mínimas dimensiones, sino también por la forma en que se realiza la gestión: hasta ocho de las bibliotecas tienen la plaza de director vacante, nueve pronto, tras la jubilación de un compañero.

En resumen, el Área de Cultura es un polvorín, también en lo laboral. El pasado viernes representantes de la Banda Sinfónica Municipal manifestaron su malestar en la Comisión de Cultura del Ayuntamiento mostrando carteles reivindicativos. Es cuestión de tiempo que la protesta se amplíe a otros colectivos, si continúan así las cosas. Sólo el trabajo duro y el diálogo, también con los trabajadores y trabajadoras, podrán revertir la situación. Aún queda tiempo para cambiar. Pero en este estado de cosas, ¿podemos permitirnos que el Área de Cultura desaparezca en el marco de la reestructuración anunciada? Mejor que no.

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