Estas semanas estamos metidos de lleno en la campaña electoral que sin duda es la más abierta de la historia reciente de España. Los nuevos partidos políticos emergentes han traído formas y maneras más modernas en cuanto a las técnicas de campaña y captación de votos y la pelea se vislumbra dura en los últimos días para atraer a ese 25 % de indecisos con intención de votar pero que, de momento, no tienen claro a quién hacerlo.

Lo que parece que no cambia es esa sensación de que en campaña vale casi todo, incluso hacer promesas o adquirir compromisos dirigidos más a obtener la “primera página” de los medios de comunicación ahora que a su posible cumplimiento final si se gobierna, entre otras cosas porque siempre habrá tiempo para manifestar, como ya se ha hecho anteriormente, que queríamos hacerlo pero Bruselas no nos deja o hacerlo en los últimos meses del próximo cuatrienio, como se están haciendo algunas cosas ahora aprisa y corriendo. El próximo gobierno español, sea quien sea, tendrá poca capacidad de maniobra si antes no hace bien “los deberes comunitarios”.

En este contexto de políticos tan poco realistas, nos encontramos con que la economía real funciona en el día a día por sí sola, en tanto que la gran economía, la de los grandes números del Estado está como “sedada” nadie habla de ella, está como adormecida en los medios de comunicación y entre los políticos de turno, pero ahí está, como “un taxímetro”, avanzando día a día con unos números cada vez más preocupantes, especialmente los referidos al endeudamiento español público y privado. Ya se pueden proponer temas de mejoras fiscales, salariales o sociales que después van directamente a la papelera por falta de presupuesto económico.

La deuda pública debería ser la gran preocupación de todos los españoles, va a condicionar la vida de las próximas décadas y ni siquiera queremos saber que el crecimiento de estos últimos cuatro años ha estado en gran parte motivado por el excesivo endeudamiento de España, que ha pasado en estos años de 730.000 millones de euros a finales del 2011 a los 980.000 millones de euros a finales de este año, es decir casi un 100% del PIB, a pesar de los recortes. Se añade más preocupación cuando vemos que la deuda privada de los españoles (sin contar la deuda bancaria) asciende a 1.650.000 millones de euros, es decir otro 165 % del PIB y añadimos aún más preocupación cuando vemos que esa ingente deuda total pública y privada de casi dos billones seiscientos cincuenta mil millones de euros es deuda externa en su 94 %.

El año 2016 podríamos crecer en torno al 2,5 % del PIB si el escenario mundial y europeo actual se mantuviese, lo cual quiere decir que el petróleo permanezca en torno a los 40 dólares barril, que el Banco Central Europeo siga inyectando abundante liquidez y que esta sea como ahora prácticamente al 0 %. Si cualquiera de estos parámetros se alteran a peor, como parece que puede ocurrir con los tipos de interés al iniciarse un ascenso, será difícil crecer al 2,5 %, pero aun así, justamente daría para pagar los intereses de la enorme deuda pública.

En cuanto al paro, parece que nos vamos a tener que acostumbrar a un paro estructural que en primavera-verano baja al 18 % y en otoño-invierno asciende al 21 % más o menos, y eso por la incidencia creciente positiva del sector turístico y la geopolítica.

Vemos que el enfermo esta “sedado” de momento, parece que nadie quiere enterarse del mal que tiene y por supuesto nadie se atreve a entrar a “operar”.

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