A veces me despierto plácidamente, sin sobresaltos. Es algo que no ocurre a menudo.

Hay días en que mi mano izquierda, posada sobre mi rostro y totalmente dormida, me deja petrificada durante horas. Hasta que no recupero plenamente la consciencia tengo la sensación de que se trata de una mano extraña, que trata de asfixiarme. Qué sé yo…

No tengo miedo a la oscuridad. No temo sufrir pesadillas, ni tampoco albergo temores durante mi tiempo de vigilia. Sin embargo, lo que más miedo me provoca en este mundo es ese estado de duermevela. Es una sensación terrible. Como cuando una no consigue hacer pie en mitad de una inmensa piscina.

(No sé nadar).

Sí, temo la duermevela. He de reconocerlo. Y tengo el sueño ligero, demasiado ligero.

Sin embargo, Diego dice que soy una persona demasiado activa mientras duermo. Amanezco siempre desnuda, con la camiseta hecha un ovillo bajo la almohada y las bragas a los pies del nórdico. Cuento nuestros secretos a voces -según dice- y me manoseo constantemente el pelo. Una trenza, en forma de soga, es el atuendo con que despierto algunas mañanas. Es algo aterrador, dice Diego. Al principio dejó de abrazarme, y al cabo de no demasiado tiempo comenzamos a dormir en habitaciones separadas. Él decía que era por mi bien, y que lo hacía para que mi ligerísimo sueño encontrase paz y sosiego; yo sabía, sin embargo, que aquella decisión suya respondía a otras motivaciones. Pero lo acepté.

Llevo un par de noches durmiendo con normalidad. Sin pensarlo demasiado decidí hacerme la trenza antes de tomar mi hipnótico de cada noche. Una se obsesiona con encontrar cierta lógica a cosas que no la tienen. Por eso, a veces las dolencias extrañas se curan con las ocurrencias más insospechadas. Ésta parece funcionar, sí.

He conseguido salir de la duermevela. Ahora mi sueño es profundo. Un sueño totalmente blanco donde soy la inquilina de una trama sin hechos. Ya no amanezco desnuda, con la camiseta hecha un ovillo bajo la almohada o las bragas a los pies del nórdico. Ya no cuento nuestros secretos a voces. Ya no me manoseo el pelo. Simplemente duermo boca arriba, con las manos entrelazadas sobre la trenza.

Como una bendita.

Diego se ha largado de casa. Dice que se alegra por mí y que no quiere perturbar, bajo ningún concepto, esta nueva etapa.

 

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre