· Cuestionario para las bases

· Análisis de Pablo Iglesias

Ni fantasmas ni gato negro. El millón de votantes de Podemos que se han evaporado este 26-J lo han hecho no por arte de fenómenos paranormales ni tampoco por un cúmulo de mala suerte. Se han diluido inexcusablemente en una abstención resignada tras comprobar que sus líderes habían optado de forma inexplicable por suavizar un discurso que desde su nacimiento hasta ahora los electores habían aplaudido in crescendo insistentemente por su ruptura total con los malos hábitos de esta imperfecta democracia, pese a todo ya asentada después de 40 años de existencia y cimentada básicamente en una alternancia rojo-azul sin demasiadas complicaciones.

Unidos Podemos es una formación relativamente nueva en las procelosas lides políticas –apenas dos años de trayectoria–, que empezó con inusitado éxito su andadura abominando de la “casta” imperante y, sin aprender la lección de experiencias ajenas pretéritas (el abrazo de IU o de los ya casi desaparecidos andalucistas al PSOE para tocar poder en Andalucía junto a estos últimos, por ejemplo), ha recibido un inesperado bofetón electoral este 26-J por “tenderle” una demasiado inocente mano cómplice a esa misma “casta” con tal de arrebatarle el goloso sillón de la socialdemocracia.

Ese sillón no tiene propietario ni lo ha tenido nunca aunque el PSOE haya sido el que hasta ahora había ganado la batalla por incomparecencia de adversario. Ahora, desde 2014 y tras una brutal crisis económica que ha fracturado sin remisión la sociedad española, la película ha cambiado de argumentos y de protagonistas estrella.

Por eso, está de más que Podemos quiera buscarle por activa o por pasiva las cosquillas al PSOE una y otra vez para ver colmadas sus expectativas en el frustrado ‘sorpasso’. El “gato negro” al que hace alusión el secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique, no se le ha cruzado a Unidos Podemos por su izquierda con la confluencia con unas siglas que acarrean mucha historia detrás como es Izquierda Unida. Ese gato negro de mal fario y desidia abstencionista se le ha atravesado, como antes a otras formaciones, por su derecha, con los cantos de sirena de un partido centenario como es el PSOE, que gracias a sus tablas y sentido de la escena sabe defender a la perfección su parcela sin ningún miedo escénico. De momento. Porque ni que decir tiene que la caída en picado de los socialistas desde 2011 no es únicamente por falta de un liderazgo definido, también lo es por ausencia de proyecto y de ideas claras.

Podemos-2

Buena parte de ese millón de votos “perdido” por Unidos Podemos ha preferido volver al seguro cobijo socialista después de comprobar con asombro que Podemos también les estaba ofreciendo ahora “socialdemocracia”, aunque curiosamente unidos con los “comunistas” de toda la vida. Una incongruencia que han pagado muy cara.

Los ejes izquierda y derecha de nuevo a debate, el mal más temido por el número dos de la formación morada, Íñigo Errejón, que en su afán de transversalidad se ha pasado de frenada y ha acabado en la cuneta sobrepasado por los socialistas, que saben conducir mejor porque sencillamente llevan más camino recorrido y se conocen a la perfección las curvas de la carretera.

Por todo ello, y aunque las bases de Unidos Podemos le aclaren a Echenique qué ha pasado tras responder al cuestionario de posibles males no detectados ni diagnosticados a tiempo, la lección que la ciudadanía ha impartido con el sentido de sus votos, o de sus abstenciones, es digno de elogio. Vuelve a dar una lección soberana y supera cualquier vaticinio en forma de encuesta electoral. Hasta Nostradamus acierta más con siglos de antelación que las cotizadas empresas demoscópicas, que a nadie escapa que tienen dueños a los que rendirles cuentas y por supuesto intereses partidistas siempre ajenos a esa misma ciudadanía de la que dependen para elaborar sus trabajos demasiado ‘cocinados’.

Garzón-Iglesias

Ahora, repitiendo como el 20-D con 71 escaños en el Congreso, Podemos comienza su verdadero futuro, el que le otorga la democracia. Sea travesía del desierto o no, la oportunidad es histórica, porque ese millón de votantes no perdidos porque nunca lo ganaron aguardan expectantes su gestión parlamentaria en la oposición esta próxima XII Legislatura para depositar en un futuro no muy lejano su confianza en ellos. O no.

Porque la izquierda y la derecha existen. El centro no se sabe. Y la transversalidad, de momento, no ha llegado ni se la espera. Y todos esos miles, millones de españoles que han caído en la falla de la fractura social por la crisis y el descontento ansían una bandera a la que asirse y que ondear, la de la justicia social.

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