Lo que más daño hace de todo discurso es la trampa que puede generar, las sombras que distraen y no dejan atisbar con suficiente margen y visibilidad la seducción con la que se intenta convencer. Un elaborado y conciso discurso puede sostener una estructura tan férrea y firme que puede ser lícito desde todos los puntos que se intente sondear. No habría grietas ni fallas para cientos de millones de ciudadanos que no lleven el pensamiento más allá, ni intenten, por otro lado, desnudar el argumento esgrimido en el discurso.
En todo momento, el discurso de Trump intenta convencernos de que la emigración es la que provoca cientos de muertes en su país, y debido a ello, propondrá y esgrimirá leyes, acuerdos y cerrará fronteras si hiciera falta. Edificará un consistente búnker que lo aislará de todo ese terror homicida que, según él y su discurso, provoca todo emigrante que arribe a su país.
El discurso es muy fascinante. De un hechizo y un sortilegio que impregna rabia y desolación, y donde se presenta y señala al verdadero villano en una sociedad estadounidense llena de miserias y cobardías, necesitada desde siempre de héroes y malvados, de alegatos patrios que alimenten en un extremo la deidad patriótica, y en el otro lado, al tramposo usurpador o conquistador que intenta asesinar su sociedad, o a los que en ella la habitan.
Sin embargo, el terror homicida más constante y depravado que azota EEUU viene propiciado por hombres blancos con armas en las manos, y los ejemplos son tan extensos y evidentes, que nos parece irrisorio y absurdo que cientos de millones de estadounidenses queden seducidos ante el discurso de Trump. Pero ocurre, y así es, y quizás por eso, dicho discurso es tan fascinante, porque teniendo la verdad en cualquier periódico, o en archivos periodísticos, o a la distancia temporal de un clic y una frase en internet, sean capaces de quedar hechizados y abducidos.
La cuantiosa cantidad de armas que están en la calle, en lo que ellos denominan la libertad individual de poder defenderse, pero que está más confeccionado por la presión que los lobbies armamentísticos dictan que por la esencia y el espíritu de libertad individual que promocionan, consigue que alrededor de 33000 personas mueran al año por armas de fuego. La violencia armada en las calles, como así dicen los datos y las cifras históricas, se encuentra patrocinada por la legislación de la sociedad estadounidense, y no por la irrupción de emigrantes que pretenden alcanzar un lugar que les dé una oportunidad o los saqué del horror en el que residen.
Lo curioso, indicado anteriormente, es que esos mismos datos señalan que los rasgos de los que provocan la gran parte del terror homicida, son blancos y estadounidenses.