Dime cómo escribes y te diré qué bebes

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Era sábado. Estrenaban el ciclo “Dime cómo escribes y te diré qué bebes”. No podía perdérmelo. Como ya sabéis, soy un adicto a los eventos donde fusionan el arte y el alcohol. Llegué pronto. Muy pronto. Justo a la hora que marcaba el cartel. Varias personas se saludaban al fondo del local y comenzaban a sentarse en las mesas. Decidí no juntarme con el populacho y quedarme en la barra. Hay noches que prefiero camuflarme en el anonimato y disfrutar del trago y el verso en soledad. Los días lluviosos me ponen melancólico. También alcohólico. No sé si la rima consonante tiene algo que ver. Decido empezar con un vermú mientras espero a que el show eche andar. Lo termino justo cuando veo al barman colocar una hilera de botellas delante de mí. Sonríe. Un buen camarero sabe cazar al vuelo a un mejor cliente. “Esta noche tenemos evento” susurra. “Por eso he venido; pero prefiero estar aquí. Me gusta paladear el ambiente desde la lejanía. No hay ningún problema, ¿no?”. “Ninguno. De hecho usted va a ser el primero en probar el cóctel”. Observo al chaval mientras prepara la obra maestra. Es preciso como un químico y ágil como un escultor. Dentro de poco deberían incluir la mixología dentro de las bellas artes.

Un minuto después tengo ante mí un Singapur Sling. El cóctel favorito de Vázquez Montalbán, el trago más famoso del sudeste asiático, la bebida estrella de esa noche sin estrellas y con lluvia. Comienza el espectáculo. Toma la palabra Alberto Guerra, el coordinador etílico-artístico de Xelavid. El creador de los “cuenbates” y las “catas literarias”. Un hombre que adora el arte y el alcohol a partes iguales. Nos introduce con soltura por el mundo de los destilados contándonos numerosas curiosidades de la bebida que tengo entre las manos. El porqué del nombre, los ingredientes, el origen, qué famosos fueron adictos a él. Después llega la parte literaria. Manuel Vázquez Montalbán, bebedor asiduo del Singapur Sling. Comienza a intervenir Sesi García, el artista invitado, estudioso de la obra del creador de Pepe Carvalho.

Alberto y Sesi se interrumpen, ríen entre ellos, se respetan, intercambian distintos pareceres sobre el alcohol y la literatura. Parecen interpretar una escena dialogada de cualquier película con aires de grandeza. Pero no son genios, son humanos que disfrutan hablando, conociendo, bebiendo y degustando. Saben de licores y literatos, y esa sabiduría contagia al resto de la sala. Me dan ganas de salir corriendo a comprarme un libro de Vázquez Montalbán. El Singapur ya me lo he leído. Pido otro. Engullo copas y letras a partes iguales. La gente no me sigue el ritmo pero sigue el evento con atención. Cuando ves a alguien disfrutar con lo que hace también te hace disfrutar a ti. Ojalá en la universidad existieran clases tan divertidas. Como dice Carvalho en El premio “saber el origen de los placeres aumenta la capacidad de gozarlos”.

Termino mi segundo Singapur Sling. Sigue lloviendo. Concluye el acto y todo el mundo comienza a felicitar a los protagonistas, a intercambiar impresiones, a emborracharse. Algunos también se marchan. Siempre ha habido clases. Me ha gustado el espectáculo. Repetiré seguro. He echado un vistazo a las próximas sesiones y no tienen desperdicio. Poetas de la talla de Julio Santiago (travestido de Gloria Fuertes) o prosistas afilados y oscuros como Javier Puebla (disfrazado de Chandler). El siguiente espectáculo será el sábado tres de diciembre. Quique Fernández-Ernest Hemingway-Daiquiri. Una triada que no me la perdería por nada del mundo. Decido pedirme un islay. Los escritores norteamericanos me recuerdan al whisky. Además, el scotch ahumado es la mejor forma de quemar una noche. No quiero salir. Hoy no. Prefiero irme a la cama, seco y calentito. Antes de introducirme en mi lecho de suerte cojo un libro. Los pájaros de Bangkok. Demasiada poesía y Singapur Sling en mis venas para no volar, al menos un par de páginas, hacia el sudeste asiático.

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