El trabajo presuntamente “histórico-periodístico” sobre el 23-F que vienen llevando a cabo estos días los entonces directores de El País y Diario16, Juan Luis Cebrián y Pedro J. Ramírez, respectivamente, es sobre todo el enfrentamiento de una sinrazón egocéntrica fruto del endiosamiento, “tan inmenso que podría servir para cubrir el Atlántico”, detallado en el libro Lo terriblemente humano.

Por tal motivo, no importa de dónde vengan ni dónde estén ahora estos supuestos héroes del periodismo durante aquel fatídico golpe de estado, se trata más bien de no quedarse con los brazos cruzados cuanto la sociedad nos necesita más que nunca para ejercer un periodismo verdaderamente libre, independiente y sin ataduras de ningún tipo ni yugo clientelar.

En este cruce de acusaciones de aquellos supuestos “héroes” de la libertad de expresión, sale inmediatamente a flote la historia de dos hombres afines a los poderosos que crecieron alimentados de incontables egos personales y de los favores tanto del PSOE de Felipe González como del PP de José María Aznar.

Es un panorama desolador el que nos han dejado, unos más que otros, estos presuntos líderes del cuarto poder. Utilizaron la buena fe y profesionalidad de cientos de compañeros hasta que la cuenta de resultados directa e indirecta lo soportó (más bien la indirecta).

¿Cómo se pueden hacer multimillonarios de la noche al día aquellos periodistas revolucionarios que alardean de periodismo honesto cuando en sus conciencias algunos deben guardar aún los efectos producidos por sus ambiciones desmedidas bien a sabiendas de que dejan por el camino cabeceras históricas completamente hundidas y a cientos de excelentes profesionales en la calle?

Ahora, una de ellas, Diario16, resurge de nuevo con inusitados bríos para volver a contar la historia de este país tal cual es, con plena libertad y sin ataduras de ningún tipo, a cargo de profesionales que prefieren pasar a la historia como románticos y no como idiotas, profesionales que de verdad se han enfrentado al terror en diferentes modalidades, además del insuflado por profesionales sin escrúpulos, por sus sostenedores y los que sin cuestionarse nada les seguían al poder de uno y otro lado a pies juntillas. Hoy mismo, muchos de ellos siguen dando a diario clases de ética periodística en numerosas tertulias.

Después de lo que estamos viviendo estos días con motivo del papel de la prensa española aquel inolvidable 23-F y el consiguiente enfrentamiento de los “machos  alfa” –como dirían la comprometida filósofa mexicana Marcela Lagarde y la periodista y activista social Lydia Cacho– por otorgarse quién tuvo más “huevos” el 23-F, lo cierto es que quien mantiene el valor y el mérito del trabajo no es ni más ni menos que la cabecera de Diario16, con Juan Tomas de Salas al frente y quien con él estaba, como queda demostrado gráficamente en la foto que ilustra nuestro artículo de este 23-F, 35 años después del golpe.

Ante todo ello, no nos queda otra opción que alzar la voz y reclamar el protagonismo que verdaderamente merece Diario16 y el periodismo con mayúsculas, aquel que aborrece de todos aquellos supuestos héroes salvadores y sí defiende a ultranza a todos aquellos periodistas que se entregaron a la loable causa de informar a toda costa defendiendo los valores constitucionales, pasara lo que pasara. No podemos, por tanto, quedarnos de brazos cruzados sin intentar salvar a esta sociedad de una prensa de machistas  tan prepotentes como ridículos. Parafraseando al poeta jerezano José Manuel Caballero Bonald, preferimos “pasar por románticos que por imbéciles”.

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