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Declaración democrática

Daniel Múgica
Daniel Múgica
Daniel Múgica es novelista, dramaturgo, guionista y director de cine. Es autor de "La Dulzura"
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análisis

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Resultaba comprensible que en la cima de la crisis la clase política se encontrase entre los mayores problemas de l@s españoles. Sin bien es cierto que el efecto dominó del tsunami de los USA afectó de manera directa al resto de los países, también lo es que destapó e incremento los fallos sistémicos de los mismos. El nuestro se ramificaba como broza en la burbuja inmobiliaria (está renaciendo y al parecer, teniendo una de las constituciones más garantistas del mundo, nuestros parlamentarios ni toman nota ni actúan, ni siquiera los podemitas, ellos, no sus votantes, que reclaman con vocifero y a gallitos ser poseedores de las esencias de la izquierda, para lo cual habría de poseer un mínimo de recorrido histórico y crecer de un líder sexista e incitador de la violencia como hemos descubierto en el audio grabado con unos amiguitos del alma). Tanto los sucesivos gobiernos del PSOE y del PP fiaban el crecimiento a la multiplicación de venta de inmuebles, y a su especulación cuando su obligación era saberlo aunque lo desconociesen, ¿o no? Sumados a los bancos, que con codicia engañaban a los clientes a fin de que adquieren una segunda vivienda, estaban las cajas de ahorros autonómicas, dirigidas entonces por políticos que de ábacos no sabían, el globo terminó por implosionar en los bolsillos de nuestr@s conciudadan@s, a los que encima demasiados contertulios les acusaron de ignorantes cuando la culpa recaía en la clase política y el sistema financiero. Los marrajos del dinero lo vieron venir y callaron; los políticos, empero, cegados por el crecimiento, no, lo que lo explica pero no les justifica. Los políticos, incluso los presidentes del gobierno, glaciares del pensamiento y el sentimiento como debe ser a fin de procurar una buena administración, pecaron de ingenuidad, inmanente a la condición humana; incluso el gran Churchill, aquejado de dicho candor, perdió la batalla del estrecho de Dardanelos.

Las últimas conclusiones del CIS (febrero 2018), superada la crisis y cercanos a escapar de la recesión, siguen ubicando a la clase política en el tercer problema de los españoles. La corrupción, sin duda, es una de las razones, de las importantes.

Hay un motivo de fondo de la que poco o nada discuten nuestra multitud de terturbados en chats, televisiones y radios (algunos podrían tomar clases de buena educación y desterrar de sus no argumentarios las invectivas; en el parlamento inglés las discrepancias se arreglan a puñetazos en la mesa y a veces a gritos, pero con guantes de donosura, lo que no es una paradoja), pues gran parte de los medios, normal, les reclaman por sus posicionamientos. Pobre del que se salte, algunos, el mandato del respectivo partido al que representa bajo cuerda; perdería las lentejas aunque ya haya extraviado la dignidad.

Lo que no se escucha es que los cuatro grandes partidos más los nacionalistas, salvo acaso sus primeras espadas y cuadrillas, se arrogan en derecho divino de gobernar, siendo de ellos el paradigma Podemos, a causa de Iglesias Turrión, su líder, que tiene alma, a tenor de su diatriba con sus coleguitas, de leninista. Siendo el marxismo la ideología, a mi juicio, más perfecta, también es la más irrealizable, deviniendo siempre en dictaduras, la primera leninista o fascista, como lo son todas cuyo razonamiento es la cordita, hoy el chavismo. Tras su metedura de corvejón o equidistancia maliciosa en el procés y el audio sobre todo, Turrión ha devuelto a los medios a Errejón, hombre de inteligencia. No obstante, permitir que sus allegados escriban en unos folios que pretenden desbancar a Iglesias el malo, ponerlo en negro sobre blanco, demuestra que aún le quedan bastantes pañales por cambiar a la hora de adelantar un trebejo, aunque he de reconocer que lo del audio ha sido una puñalada en la espalda al viejo estilo de los personajillos de la casta a la que ya pertenece.

No solo la percepción ciudadana del endiosamiento de los partidos los aleja de nosotros. Lo que irrita, enfurece, cabrea, ojeriza y encoleriza es que los tres grandes partidos, Ciudadanos, PSOE y PP (Podemos es incapaz, su razón de ser, la incompetencia en el diálogo) no se sienten en una mesa a pactar, la base de la democracia, sobre los grandes asuntos de Estado. No voy a mentar la más que necesaria reforma laboral. Lo que molesta, y una barbaridad, por poner un ejemplo, es la multitud de leyes de educación aprobadas en nuestra joven democracia, tal vez por miedo al no apoyo en otras lides del nacionalismo prudentes (vasco), y, con claridad, por imperativo ideológico. No resulta de recibo que solo el 60% más menos de las asignaturas en secundaria sean comunes en todas las autonomías gobierne quien gobierne, lo que redunda en desigualdad de formación y por tanto de oportunidades laborales, ni lo es que se haya derogado la educación para la ciudadanía (incluso en EEUU, gobernando los republicanos, existe), cuando es una asignatura que, como en la mayoría de los países de la UE, enseña la Constitución, valores que comparten los partidos (menos los nacionalistas) y el amor a la patria plural, siendo por cierto, en su día, el libro recomendado y más vendido en los colegios el de un clérigo, que los hay liberales.

Lo único que se logra con tal permutación (un color político permuta una ley educativa en oposición a otro) es que el profesorado ande confuso, los padres deban incrementar el gasto en libros casi cada año (los de los hijos mayores no se pasan a los pequeños), no se avance en el aprendizaje de nuestros adolescentes y jóvenes. Y, lo peor, en el terreno lingüístico, máximo en Cataluña, es que nuestros estudiantes anden a tarascadas y puñadas. Ustedes, la clase política, se lo han puesto a casca porro. Así que el que suscribe les ruega a ustedes, sus señorías de Ciudadanos, PP y PSOE, que se sienten en la tabla redonda de la concordia y redacten, de salida de otros acuerdos, una ley de educación de mínimos en lo referido a la igualdad.

El ustedes, también, nunca se hubo de perder en la conversación de los políticos con la ciudadanía. No es una cuestión de ser un retrogrado, demuestra respeto, el que es obligado nazca de la cúspide con tal de obtener que sea recíproco. Fíjense ustedes, a este socialista se le antojaría optimo que los estudiantes se levantasen y se mantuviesen en silencio en cuanto el/la maestro/tra entrase en el aula, siempre que los docentes se dirigieran a sus alumnos con similares gestos.

Pablo Iglesias, Caballero y Prieto se despedían de nuestros antiguos compañeros de partido con “Salud y libertad” o “Cultura y libertad”. Cualquiera que se dedique a las bellas artes o a las humanidades, la ciencias lo son a su manera (Tales de Mileto, considerado el primer filósofo, era matemático, geómetra y físico), sabe que en el respeto al oficio propio y al trabajo de los demás se basa lo acometido, lo que significa sentido de la educación.

Al cabo, señorías, déjense de apraxias por calculo electoral y esfuércense en lo que no aproximaría a ustedes y les haría ser la solución en vez del problema: el pacto.

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