Decidle a monsieur Rousseau que no puedo responderle

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“Le mieux est l’ennemi du bien” (“Lo mejor es enemigo de lo bueno”) fue una frase que popularizó Voltaire. Lo hizo para subrayar que hay que apreciar lo que se tiene. Y es que lo mas rentable para el ser humano siempre ha resultado ser alejarse de las quimeras.

Conozco a bastantes individuos que piensan que esto no es correcto, al menos en muchos ordenes de la vida, confrontando realidad y perfección cuando les conviene, especialmente si se trata de juzgar el comportamiento ajeno. Parecen desconocer, a priori, el principio de Pareto, aunque lo apliquen luego cuando lo consideren conveniente. Por tanto, un espécimen de dicho colectivo no durará, si el tiempo apremia, en preparase sólo las preguntas mas probables que puedan caer en un examen, en tanto frunce el ceño si algún compañero titubea o duda de superioridad intelectual. En su trabajo, tampoco mostrará reparo alguno en pedir a sus subordinados que se encarguen “de los detalles” de un proyecto, cuando observe que su esfuerzo no le va a reportar grandes beneficios, bien por tratarse de tareas que no son dignas de su atención, bien porque haya que remangarse demasiado, sin que por ello cese en demandar la excelencia en el desempeño de tales menesteres.

¿A cuento de qué viene este dislate como entrada de una reseña de un tebeo?

El aforismo de Voltaire le viene como anillo al dedo a esta obra de Catherine Meurisse, cuyo título original es Mes Hommes de Lettres (Ed. Sarbacane, 2008). Se trata de una revisión de la historia de la literatura francesa, ardua tarea ésta, que, realizada con una aproximación cómica, se antoja peliaguda como poco, aumentando su dificultad al condensar su contenido en unas ciento treinta páginas. Si su autora hubiera pretendido realizar una obra de carácter exhaustivo, seguramente no la habría podido terminar, o el resultado se le hubiese atragantado a mas de uno. Meurisse, que entre sus muchas titulaciones posee una licenciatura en Lenguas Modernas, es consciente de la inmensidad de la gesta, y renuncia voluntariamente, como se subraya en el epílogo, a incluir a muchos autores de renombre o a hacerlo sólo de manera tangencial.

Mes Hommes de Lettres puede ser disfrutado por el amante de la literatura, que sin duda no podrá evitar el dejar escapar una sonrisa con las recreaciones que hace Meurisse de muchas obras maestras y de sus autores. Son muy graciosos, por ejemplo, los pasajes que describen la relación entre Alfred de Musset y George Sand, el episodio de la magdalena de Marcel Proust o la primera representación de Hernani, de Victor Hugo, que terminó en batalla campal.

El carácter de la obra también permite la aproximación del neófito. Dudo mucho que exista una obra de introducción a la literatura francesa mas entretenida y desenfadada que esta. Estructurada cronológicamente en seis capítulos, desde la Edad Media al siglo XX, desfilan por sus páginas el Cantar de Roldán y Chrétien de Troyes, Rabelais y Montaigne, y así hasta una treintena de autores, hasta llegar al Café de Flore, lugar al que acuden Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, donde conoceremos a Boris Vian, Raymond Queneau, Albert Camus o Françoise Sagan, entre otros muchos escritores de prestigio.

Más cercano a una recreación entusiasta de su creadora que a un ejercicio de divulgación, la intrincada galería de obras y personajes deje posiblemente frío a un elitista conjunto de lectores que sin duda pensarán que, seguramente por error, sostienen entre sus manos un ejemplar de la revista El Jueves. Amantes de lo mejor, muy probablemente.

La conexión entre estos dos mundos es, en cualquier caso, mucho más dramática. En su última obra, La Légèreté (La ligereza, Ed. Dargaud, IV-2016, inédita en castellano), de Catherine Meurisse cuenta como llegó tarde a la reunión de redacción de Charlie Hebdó en la que fallecieron ocho personas y otras cuatro resultaron heridas como resultado del ataque terrorista al semanario: “Inmediata e instintivamente, he estado obsesionada con la belleza, en los días que siguieron al ataque y durante todo el año 2015. La belleza, como oposición al caos y a la violencia”, declarará la autora en una entrevista realizada para la editorial Dargaud.

Esta no es el único de sus trabajos que deberíamos ver traducida por estos lares: Moderne Olympia (Futuropolis, 2014), en referencia a la obra de Manet, es el álbum con el que el Museo de Orsay comenzó su propia colección de cómics: entre sus alocadas páginas podríamos descubrir hasta cincuenta referencias a obras de esta pinacoteca; en Le Pont des Arts (Ed. Sarbacane, 2008) hablará de la relación ente literatura y pintura a través de diez relatos protagonizados por Marcel Proust, Picasso, Émile Zola o Cézanne.

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