Maltrato

Apenas llegaba una brizna de luz que se filtraba por la ventana. Clara, apartó el brazo de Mauro, con cuidado y miedo. Se levantó despacio de la cama y se fue directa al baño dónde se vistió con cautela y sigilo. Suavemente descorrió el cerrojo de la puerta del piso, la abrió, introdujo una llave por fuera, salió y la empujó con mimo felino.

Ya en la calle, anduvo unas cuantas decenas de metros hasta uno de esos edificios convertidos en trasteros que habían germinado en la ciudad, casi de la noche a la mañana, al más puro estilo americano. Allí, un par de meses antes, había alquilado un pequeño chiscón de apenas un metro cúbico dónde poco a poco fue llevando, primero una maleta y después ropa con la que llenarla. También quiso, en pequeñas cantidades por si se lo robaban, ir dejando los billetes de cincuenta euros que guardaba en un bote de leche condensada, vacío, insertado entre los demás víveres embotados de la despensa.

A las dos de la mañana era difícil encontrar un taxi en aquel arrabal de la ciudad. Y si Mauro se despertaba y notaba su ausencia,… -mejor no pensar en ello-, se dijo. Tuvo suerte. Nada más abandonar el inmenso espacio azul del trastero, un taxi apareció con su candela verde, por el fondo de la avenida. Se colocó en la acera con la mano levantada y se subió dentro empezando un viaje de no retorno.

Embutida en el asiento trasero de un vehículo con un conductor casi autista, -¡uf, menos mal!, pensó, Clara-, que no tenía ningún interés en contarle su vida a nadie y menos a un extraño sabiondillo y cotilla, los recuerdos resbalaban por sus mejillas mojándole los pómulos.

Conoció a Mauro en el trabajo. No era guapo, pero era un tipo ameno, gracioso y sobre todo servicial. Y tenía un exquisito trato con las mujeres. Nunca había conocido a un hombre tan sensible y dispuesto. Jamás contaba chistes machistas, se cuidaba muy mucho de reír las gracietas misóginas de sus compañeros e incluso se permitía recriminar los excesos verbales contra las chicas, con los que habitualmente amenizaba Perales los cafés de media mañana.

Así, primero fue un café en la soledad ruidosa del pasillo de la oficina. Luego una cervecita a la salida del trabajo. Más tarde un cine. Después largos paseos de bicicleta los fines de semana por la Casa de Campo, más copas y más charla viernes,… viernes y sábado, … viernes, sábado y domingo,… hasta que una mañana se despertó junto a Mauro y en lugar de dejar su cepillo de dientes, se quedó ella.

Al poco de comenzar su convivencia, Mauro ya no parecía el mismo. Empezó con pequeños rasgos de cabezonería por nimiedades, siguió imponiendo su voluntad a la hora de elegir qué película ver, con quién salir a cenar un fin de semana o sobre el diseño de cortinas o mobiliario para la casa, y acabó decidiendo que no era conveniente la salida de Clara, sin su presencia, con amigas o compañeras de trabajo, o sobre la longitud o el color de la falda o sobre la conveniencia o no de una blusa muy escotada o muy cerrada.

Nunca le puso la mano encima pero la presión psicológica se fue haciendo más y más cargante hasta que Clara ya no pudo soportarla y acabó decidiendo que tenía que empezar una nueva vida, lejos de allí. Lejos de Mauro, de Madrid y de aquel barrio pueblerino en el que cada una de sus vecinas le recordaban todos los días que, según ellas, era una suerte tener a Mauro de pareja.

Y allí estaba, a punto de coger ese tren que le cambiaría la vida. A punto de echar a andar de nuevo. -Y esta vez, andaré sola-, pensó.

 


Decepción y desafección

Desde el momento en el que me decidí a asistir a la formación del círculo de Podemos en Barajas, pasando unas veces calor, otras, frío, las más, furtivas miradas inquisitorias y reprobatorias, el propósito se ha mantenido constante: horizontalidad y ejemplaridad. Lemas asumidos de una formación emergente que no han construido Pablo Iglesias, Iñigo Errejón o Miguel Urbán sino todos aquellos que día a día hemos peleado para que este proyecto salga adelante, regalando horas, trabajo y sinsabores. Algunos, como yo, en un grado muy liviano, pero otros muchos dejándose la piel e incluso la familia.

No queríamos un partido al uso y por eso no nos importaba reunirnos en la calle. No queríamos dirigentes que nos dijeran lo que teníamos que pensar, hacer o reclamar y por eso Podemos era asambleario. Ni entonces, ni ahora que la realidad se ha demostrado torticera, apostamos nunca por la afiliación y el compromiso escrito. Cada uno hace lo que puede y siempre son bienvenidas nuevas personas y nuevas ideas.

Cuando empezamos con las reuniones en la calle, ya expresé mi convencimiento de que es imposible que todo sea horizontal y que, en un grupo tan abierto, siempre habrá quién busque el beneficio propio en lugar de apostar por encontrar soluciones colectivas a problemas generales.

No me canso de oír, estos últimos días, que no peleamos, que cabemos todos, que estamos unidos y que saldremos más fuertes, pero que se estén todo el día publicitando a los cuatro vientos que hay que tener un partido en el que todos estemos integrados y en el que todos seamos escuchados, mientras damos la sensación de estar en una lucha a muerte, sirve de oxígeno al fuego del periodismo servil y de desencanto al votante.

El día a día, me está alejando, cada vez un poco más, de aquel proyecto surgido de la necesidad de cambio, formado en su mayoría por personas luchadoras provenientes del 15M. Ya no hablamos de horizontalidad, ni de proyecto político. Ahora nos dedicamos a twitear mensajes subversivos contra nuestros compañeros siendo conscientes de que serán recogidos por esa prensa Troll que rebusca todos los días entre las entrañas de nuestra formación para elevar a delito o ignominia cualquier estupidez o que pone en un plano de vileza moral superior la venta del piso de Espinar y no los cientos de casos de corrupción del Partido Popular. A pesar de eso, seguimos dándoles carnaza, escribiendo cartas que, en lugar de enviar a sus destinatarios remitimos a la prensa para que quede claro quién manda y cuál es su posición.

A mi modesto entender, la situación de cara a Vistalegre II es distinta, no porque se hayan abierto disidencias, sino porque los que antes callaban, ahora presentan cara. Entonces, en Vistalegre I, en aquel 19 de octubre de 2014, Echenique intentó por todos los medios una lista de consenso. Consenso no conseguido y respondido con aquel, “si no salgo elegido, Podemos deberá continuar sin mí. No puedo asumir el proyecto de otros”. Entonces todos callaron e incluso hubo compañeros que me expresaron su temor a que todo se fuera al garete porque PODEMOS era Pablo Iglesias. Ahora la situación sigue siendo la misma, sólo que algunos ya no tienen miedo a que nuestra formación camine por derroteros no dictados por el auto proclamado macho alfa.

Las luchas de poder han existido, existen y existirán siempre. Es complicado mantener la horizontalidad y la conciencia asamblearia. Esas luchas, no tienen por qué ser malas, salvo que sirvan para acallar críticos, hacer purgas generales o cercenar el pensamiento democrático como ha pasado en algunos de los partidos “tradicionales”. Aquí de momento no hemos llegado a eso. Aunque en este mundo tan irreal en el que nos ha tocado vivir dónde es más de fiar un ladrón con traje de seda que cien honrados trabajadores desarrapados, este tipo de mensajes (twits, cartas, puyas, amenazas veladas) lo único que producen son adherencias a bandos entre los inscritos y desafección entre votantes y simpatizantes.

Hemos dejado atrás los proyectos políticos para centrarnos en quiénes son los que mandan. Hemos dejado de lado como vamos a conseguir que la gente nos confíe el voto para poder cambiar esta sociedad del humo y la injusticia, para centrarnos en quiénes van a ser las personas que salgan diariamente en los telediarios o acudan a esos programas del hígado político dónde mentirosos compulsivos (algunos condenados por los tribunales) nos echarán en cara la muerte de Manolete, para luego lucirnos en la réplica.

Hemos desarticulado la protesta en la calle encauzando un gran porcentaje de los miembros del 15M hacia la militancia en una formación que se está empezando a comportar como los viejos partidos dónde los pelotas, los insulsos, los Manolitos de toda la vida, analfabetos funcionales, acaban siendo los déspotas de sus pequeños reinos de taifas desde los que asaltan el Congreso para llenarse de privilegios y del poderoso caballero.

Centrémonos en el proyecto político: Trabajo, derechos laborales, separación de poderes, auditoría de la deuda, Renta Básica, impuestos progresivos, mejora de la vida de ese 99% que ahora sufre los desmanes de ese 1% que recibe regalos por sus paupérrimas gestiones como las autopistas o la gestión bancaria o indemnizaciones inmorales como el Castor o las rescisiones de contratos indecentes. Centrémonos en recuperar la sanidad pública y en que la escuela sea laica, pública y universal y que el que quiera privilegios, se los pague de su bolsillo. Centrémonos en dar ejemplo, en comportarnos con dignidad y moralidad exquisita, porque ese es el mejor de los caminos para que el pueblo confíe en nosotros. Si empezamos acumular cargos, a eliminar de sus puestos a personas realmente válidas como José Manuel López o como los compañeros cesados sin que sepamos los motivos del Consejo Ciudadano de Madrid capital, le estamos haciendo el juego a la derecha y a los corruptos y estamos quemando la última oportunidad de sacar al pueblo de esta narcolepsia que nos está llevando, de nuevo, a la Inglaterra del siglo XVIII.

Como ya dije en otra ocasión, ¡no es importante el Quién, sino el QUE!

 

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Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.

4 COMENTARIOS

  1. Yo creo que las personas son importantes: no es lo mismo alguien firme, que alguien flexible; alguien intransigente que alguien maleable. Las personas sí son importantes pero no pueden ser indispensables, que hasta ahora es la clave en Podemos. El problema es que ya han cogido la dinámica de viejo partido: como «x» no opina igual que yo, no me fío de él/ella y fuera del mi circulo de decisiones (en lo referente a José Manuel López, o por lo menos dá esa impresión hacia fuera). El problema es que ya han interiorizado las luchas de poder a la española, que para «conservarlo» tienen que tener al máximo de afines cerca y el resto, fuera que me sobran las críticas. Un ejemplo que viene es Obama con Clinton en la 1ª legislatura, integró a su rival después de las primarias en su equipo, lo que le dió mayor unidad al partido (de cara a la galería por lo menos). Celemín como siempre, un placer leerte.

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