La “idea fuerza” de la candidatura de Susana Díaz a las primarias del Partido Socialista es la de “un PSOE ganador” sin ningún predicado, es decir, obviando el oportuno sustantivo que nos descubra cómo se construye un PSOE ganador. Quizá fuera más relevante el análisis previo de por qué el Partido Socialista es una organización perdedora, sumida en una crisis compadecida con la inercia de unos dirigentes que actúan sobre una teoría interesada de la sociedad y no sobre la realidad social. Bajo ese esguince psicológico y estratégico, el análisis político se escora en exceso a la excusa como centralidad del acto político y también al extravío de la cualidad ideológica que debería constituir la base axial del PSOE. Bogar como partido de Estado de un régimen de poder tan propicio a las hechuras de las minorías dominantes, produce una desnaturalización de cuanta política no esté encorsetada en un conservadurismo que sólo admite matices para que el atrezo no se adivine en su conjunto. Desmayada la ideología, adepto el Partido Socialista a un régimen de poder distante de su propia esencia constitutiva que lo convierte en frágil y fugitivo, exiliada la capacidad de establecer vínculos emocionales con la ciudadanía, el acto político queda reducido a una simple lucha por el usufructo del poder desprendido su ejercicio de fines trascendentes.

La carencia de elaboración teórica y práctica de un discurso que se compadezca con un modelo ideológico de izquierdas, sitúa al PSOE en un pragmatismo vacío que está produciendo que el socialismo corra el peligro de romperse contra el acantilado de una disculpa sin dignidad,  un défault del que nos hablaba Richard Bach cuando advertía que la mejor forma de rehuir la responsabilidad consiste en decir: «Tengo responsabilidades.” Mientras tanto, la destilación incesante del desapego ciudadano transcurre ante unos dirigentes sumergidos en una artificiosa atmósfera que consume su propia realidad alejada de la gente. Por ello, padece el PSOE aquella renuncia de la que hablaba Ortega y Gasset de quien abdica de ser lo que tiene que ser y que por tal motivo se convierte en un suicida en pie que arrastra una existencia consistente en una perpetua fuga de la única realidad que podía ser. El socialismo como renuncia, en ese proceso de adaptación a un sistema como el de la Transición en crisis múltiple, supone una alteración paradójica de su propia sociología. Todo esto conlleva disfrazar como profunda controversia ideológica lo que no es sino una discusión con pretensiones sobre estrategia y propaganda electoral.

Ese estado de cosas genera una endogamia funcional donde el acto político queda circunscrito a una dialéctica de poder bajo los equilibrios territoriales, grupales o de influencia que, ajena a las ideas y los modelos ideológicos, genera liderazgos mesianistas, malquistos con el debate colectivo que entrañan los equipos y, sobre todo, porque la organización ha caído en manos de los proteínicos, aquellos que encontraron en la política un ecosistema de promoción social y estatus para cuya preservación exige que esté habitado por una demografía reducida, lo que se traduce en demasiada gente haciendo “política administrativa y de equilibrios internos” y muy poca pensando en soluciones para resolver los problemas de la gente.

¿Puede el PSOE ser un partido ganador con las mismas inercias y vicios que han marcado su claro declive? Permutar una situación de tal calado demanda el destierro de la rutina. Sólo otro PSOE puede superar la crisis del socialismo. Sobresanar la invisibilidad con que lo percibe la ciudadanía, que es falta de crédito social previo a la irrelevancia política, demanda liderazgos nacidos de un proceso abierto de regeneración sin prevenciones ni inercias de intereses clientelares. Porque no hay otra salida que no pase por el rearme ideológico y la capacidad de materializar un proyecto creíble que recupere la verdadera función del socialismo en la sociedad, un proyecto transformador con propuestas claras a los desequilibrios económicos y sociales. Y porque la militancia y los votantes han llegado al convencimiento que la ideología y los valores no tienen alternativas honorables.

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2 COMENTARIOS

  1. Esta presentación es lo mismo que el anuncio de la salida a bolsa de Bankia, una autosugestión de creerse lo que no es, y un error mayusculo porque van sin estudiar bien la situación de España. Podemos les lleva la delantera de pensamiento.

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