David Trueba (director) Madrid, 1987.

Tener facilidad para empatizar con una generación entera no resulta nada fácil, y más si se hace desde la integridad y la honestidad a la hora de comunicar y transmitir los sentimientos más a flor de piel. Porque de eso sabe mucho David Trueba y lo vuelve a demostrar con su última novela, Tierra de campos, editada por Anagrama. A modo de elepé, esta obra tiene una cara A y otra B. Ninguna incluye temas descartables, todos pueden ser números uno a poco que se lo proponga.

Más allá de sus desempeños en el séptimo arte o el periodismo, Trueba posee ya también en su currículo una trayectoria literaria incuestionable, de una fortaleza y calidad labrada título a título, con propuestas más o menos arriesgadas, con un indiscutible punto de inflexión logrado con su anterior novela, Blitz.

En Tierra de campos aparecen muchas de las fuentes que sacian su literatura: la amistad como norte y guía, los amores rotos o simplemente caducados, el paso del tiempo inmisericorde, la melancolía como peaje insalvable por el tránsito por este valle inundado de lágrimas y, sobre todo, mucha nostalgia de todo lo anterior. Amén del humor como válvula de escape que todo lo cicatriza.

David Trueba posee no solo pulso narrativo sino sobre todo personalidad literaria, aquella que muy pocos logran labrarse en una carrera profesional por mucho tiempo y esfuerzos que empleen en publicar su trabajo. Este carisma proviene de saber muy bien qué quiere contar, cómo sabe y puede hacerlo y, sobre todo, qué huella quiere dejar con él.

Dani Mosca, el protagonista de Tierra de campos, es un compositor y cantante de una banda de rock que, durante el trayecto en coche fúnebre al pueblo de su padre para enterrar sus cenizas, hace balance de su vida una vez ahoyadas algunas experiencias acumuladas. Y lo hace con el hilo conductor de la música, de las canciones que compone, con letras en las que van dejando constancia a modo de notario de sus experiencias acumuladas durante la juventud y su entrada en la madurez, las relaciones de pareja más o menos estables y la búsqueda de descendencia genealógica impuesta por el reloj de la vida.

Y mientras tanto, durante todo este paseo que al lector se le hace del todo placentero e incluso divertido, Trueba logra plasmar ese desencanto que todo paso del tiempo causa en nosotros. Sumamos y sumamos experiencias para sentirnos vivos, pero llega un determinando instante en la vida que el disco para, se frena. Es entonces cuando elevamos la mirada, oteamos el horizonte, miramos más allá y llegamos a la misma conclusión que llegó Gil de Biedma: que la vida iba en serio. Y tanto. Pero lo bailado ha sido mucho. Y los cadáveres dejados por el camino tampoco han sido pocos: amigos, amores, desencantos profesionales… La vida, al fin y al cabo. Ni más ni menos. Y Tierra de campos es un sobrio, elegante y a veces brillante ejercicio de retrospección emocional a modo de reseteo de nuestro disco duro.

Tierra de campos
David Trueba
Anagrama
408 páginas
20,90 €

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