En la última asamblea de Izquierda Unida un compañero expuso sus recelos sobre la situación política española, citando la frase de un autor, de cuyo nombre no quería acordarse, que se preguntaba “¿Cuándo se nos jodió este país?”. Sin dudar que la tal pregunta era meramente retórica, pienso que quizá hay que recordar a generaciones pasadas, presentes y venideras, cándo realmente se nos jodió este país.

La primera y trascendental vez, sin duda, el 1 de abril de 1939 cuando el Ejército republicano, después de los terribles años de guerra contra el fascismo, tuvo que atravesar los Pirineos en la retirada definitiva.

Pero para nuestra desgracia no fue esa la única. La segunda se concitó cuando el 4 de febrero de 1945 se reunieron en Yalta, Iósif Stalin, Franklin Delano Roosvelt y Winston Churchill, que estaban ganando la II Guerra Mundial contra el nazismo y el fascismo, y se repartieron el mundo, y a España le tocó en la esfera de dominio de las potencias capitalistas.

Quizá haya quien crea que con esas dos ocasiones ya teníamos bastante maldición, y sin duda era así, pero transcurridos 30 años podríamos haber conjurado el maleficio que nos había tenido aherrojados y martirizados durante toda la dictadura, y después de enterrado el dictador y su régimen haber recuperado la República, la democracia, el feminismo, en el camino de construir el socialismo. Pero tampoco fue así.

En la primavera de aquel aciago 1977, cuando acabábamos de enterrar a los abogados y trabajadores asesinados en la calle Atocha el 24 de enero, el Partido Comunista de España, comandado por Santiago Carrillo, aceptó la monarquía, el Ejército franquista, la bandera monárquica, los acuerdos con la Iglesia Católica y el sistema capitalista, con aquella consigna enormemente ingeniosa que inauguraba la era de la posverdad, “que no se trataba de elegir entre Monarquía y República sino entre democracia y dictadura”. Y así se convenció a una parte de nuestro aterrado pueblo de que si no había monarquía habría dictadura y que podía construirse la democracia sin la República. Con la tutela del ejército, permitiendo la intromisión ideológica y la educación de la Iglesia católica, a la que mantenemos, y sometiéndonos a los dictados del capital.

Aquel mismo año, los partidos políticos y los sindicatos iban a clavar otros clavos más en el ataúd de las esperanzas de los españoles firmando los Pactos de la Moncloa. Los Pactos de la Moncloa (formalmente fueron dos, denominados Acuerdo sobre el programa de saneamiento y reforma de la economía y Acuerdo sobre el programa de actuación jurídica y política) fueron los acuerdos firmados en el Palacio de la Moncloa el 25 de octubre de 1977 -tomando conocimiento y comprometiéndose a su desarrollo el Congreso de los Diputados dos días después, y el Senado el 11 de noviembre- entre el Gobierno de España de la legislatura constituyente, presidido por Adolfo Suárez, los principales partidos políticos con representación parlamentaria en el Congreso de los Diputados, con el apoyo de las asociaciones empresariales y del sindicato Comisiones Obreras (excepto algunas secciones sindicales del mismo) y el rechazo de la Unión General de Trabajadores (que finalmente lo firmaría) y de la CNT.

Según nos contaron, y siguen repitiendo, a tenor de la retórica al uso, esos pactos tenían como objetivo “procurar la estabilización del proceso de transición al sistema democrático”, cuando de lo que en realidad se trataba era de derrotar y domesticar al Movimiento Obrero para que no siguiera agitando los conflictos laborales. Así se garantizaba el poder omnímodo del capital y su impunidad. Con tales mimbres se tejió el Estatuto de los Trabajadores, y más recientemente las reformas laborales que sufrimos.

Ante este siniestro recorrido difícilmente podíamos esperar que España alcanzara una democracia sana, sin corrupción y con la participación de todas las clases trabajadoras y de las mujeres. Pero aún así hubiésemos podido evitar este sombrío presente si no hubiéramos aceptado el 1 de enero de 1986, con toda clase de parabienes y sin condición alguna, formar parte del entonces Mercado Común, hoy esta Unión Europea que nos estrangula. Se dieron los últimos martillazos en los clavos que nos encierran en el ataúd de la pobreza y el atraso con el Tratado de Maastricht de 1992. Y el 1 de enero de 2002 nos hundieron en la miseria definitivamente adoptando el euro como moneda.

Pero, además, y era condición sine qua non para ser aceptados en el club de países europeos democráticos, teníamos que ser un peón más del complejo industrial militar estadounidense. Para cumplir lo cual el gobierno del PSOE, liderado por Felipe González, convocó el referéndum para quedarnos en la OTAN, el 12 de marzo de 1986. La capciosa y falsaria pregunta que se les hizo a los ignorantes votantes (la posverdad ya estaba avanzando) era la siguiente:

“El Gobierno considera conveniente, para los intereses nacionales, que España permanezca en la Alianza Atlántica, y acuerda que dicha permanencia se establezca en los siguientes términos:

  • 1.º La participación de España en la Alianza Atlántica no incluirá su incorporación a la estructura militar integrada.
  • 2.º Se mantendrá la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español.
  • 3.º Se procederá a la reducción progresiva de la presencia militar de los Estados Unidos en España.

¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación?”.

Y una mayoría de españoles y españolas, embaucados por el carisma y la sonrisa de Felipe González, sin entender siquiera que era eso de la Alianza Atlántica, votaron que sí. Y allí estamos. Aunque, por supuesto, sí hemos sido incorporados a la estructura militar de la Alianza Atlántica, se han instalado todas las armas nucleares que al Departamento de Defensa de EEEUU le ha parecido bien y la presencia militar de EEUU en España ha aumentado, muy recientemente. Así, los aviones que despegan de las bases de Morón, de Rota, de Torrejón de Ardoz, bombardean diariamente Pakistán, Afganistán, Irak, Libia, Siria. Y los pagamos.

Somos también corresponsables de las guerras que asolan Oriente Medio, del millón de refugiados que están ahogándose en el Mediterráneo y muriéndose de frío en los campos de concentración, que han vuelto a instalarse en Europa.

Son demasiadas las veces que se ha jodido este país.

Y si ahora, recapitulando las ocasiones en que el enemigo nos derrotó, nos humilló y nos sedujo, no nos concienciamos del engaño en que nos ha sumido, y nos rebelamos, estaremos jodidos ochenta años más.

2 COMENTARIOS

  1. ¿Por qué la gente no utiliza la bandera de la Primera República? A ver, la primera república (1873-1874) de carácter federal y capitaneada por democratas radicales y federalistas, muy cercanos a los ideales emancipatorios de la I Internacional, como Pi y Margall,Salmeron y Castelar, no cambió para nada la bandera, fue la rojigualda exactamente igual. Conviene resaltarlo porque la bandera que vemos como la republicana española es solo la de la II República.

  2. Creo que el republicanismo español se centra excesivamente en la nostalgia de la II Republica y se olvida de la primera. Es hora de reivindicar la primera republica : defensa por Castelar y Pi y Margall de la I Internacional obrera frente a los intentos de Prim y Serrano de prohibirla, sufragio universal, abolición de la esclavitud en las antillas,unión ibérica con Portugal apoyada fervorosamente por los progresistas y republicanos lusos hasta el extremo de combatir juntos bajo una misma bandera en las barricadas parisinas de la revolución de 1848…desgraciadamente el federalismo de Castelar y Salmeron y tantos otros proceres republicanos fue mal interpretado por sus seguidores. Bajo ningún concepto el republicanismo español promovia el separatismo pero la confusión del momentos llevó a la nefasta insurreción cantonalista : y como denuncia valientemente Salvador López Arnal algunos paracen repetir los errores del pasado : más allá de Cartagena: «PSM, Iniciativa Verds-Equo y Esquerra Republicana, los tres partidos que integran Més per Menorca, abrirán este sábado el curso político con un acto reivindicando el soberanismo hacia el horizonte de una república menorquina. Como han leído. Estos tres partidos reivindican “una Menorca soberana y republicana», como «apuesta radical para los valores cívicos y democráticos», con los que se pueda «garantizar» en primer lugar que «sean los menorquines los que decidan sobre Menorca y sobre ellos mismos», y en segundo término ser «un sujeto político con estructuras de estado, que nos permitan hablar de tú a tú con Palma y Madrid».»

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