Cuando la vida es una Olimpiada

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Queda poco para cerrar un verano donde la reiterativa actualidad política ha ocupado todas las portadas. Todas, salvo un pequeño balón de oxígeno que nos dieron los Juegos Olímpicos y las medallas de oro que España ha obtenido gracias a los deportistas que nos han representado en Brasil.

Las secciones deportivas han llenado sus columnas y crónicas con los logros, derrotas y anécdotas de las estrellas consagradas y las emergentes. Con los sueldos astronómicos y peinados de algunas estrellas de fútbol. Con las denuncias por las diferentes varas de medir para que algunas de nuestras campeonas tuvieran el merecido espacio que no se les daba.

Relatos, en definitiva, que nos han hecho conocer historias llenas de esfuerzo, de trabajo diario y de superación continua que, en los mejores casos han encontrado su recompensa en medallas que materializan su triunfo.

Sin embargo no todas las medallas han ocupado el lugar merecido. No todas las historias han sido contadas ni los focos han apuntado de manera suficiente donde deberían haberlo hecho para ser justos.

Sara tiene 19 años y hace gimnasia rítmica desde que tenía 3. Es de Elche y se ha convertido en una deportista de referencia internacional.

Ha sido campeona nacional nueve veces consecutivas (compitiendo de forma individual) y ha obtenido otras siete medallas de oro compitiendo en equipo.  El pasado mes de julio obtuvo cinco oros en las Olimpiadas celebradas en Florencia. Se los llevó todos: categoría general, cinta, maza, aros y pelota. Ella ya decía haber cumplido un sueño con el simple hecho de haber llegado a Italia, sin imaginar lo que le esperaba.

Tres horas diarias de entrenamiento han sido su último esfuerzo antes de mostrar ante el jurado que su nivel era muy superior al resto de competidoras. No ha habido dudas, su trabajo debía ser recompensado y acompañada de su madre y su entrenadora recibió los merecidos trofeos.

En la pedanía de Valverde la esperaban con orgullo, pues este año, Sara ha sido la primera Dama de Honor en sus fiestas. Sus vecinos conocen bien del enorme esfuerzo que esta joven luchadora hace cada día trabajando sin perder la sonrisa.

Los periódicos y telediarios deberían haber abierto con este triunfo. Porque no es únicamente un orgullo deportivo, sino un orgullo en todos los sentidos de la palabra. La prueba de la superación, del motor alimentado con el cariño de su madre y su hermana, de una organización deportiva que ha apostado por ella y por un grupo de personas que, en su día a día viven una Olimpiada continua.

Sara ha superado todas las barreras. Se lo ha propuesto y lo ha conseguido. Ahora lucha por poder participar en los Juegos Paraolímpicos, donde aún las personas con síndrome de Down no tienen espacio para competir. Una batalla que queda por dar también en el ámbito europeo, donde sigue pendiente el espacio en el que demostrar su enorme valía.

En España los estudios recientes señalan que hay 35.000 personas con Síndrome de Down, de las que el 41% son mujeres; la población reconocida de manera oficial es de 16.500. La diferencia en los datos responde a que aún a día de hoy, en ocho regiones carecen de un registro oficial (Andalucía, Baleares, Castilla y León, Castilla-La mancha, Extremadura, Galicia, Navarra y La Rioja).

El ratio, según las cifras oficiales, es de una persona por cada 1.600, siendo el país del mundo con menos nacimientos de personas con este síndrome. Su integración es del 80% en la etapa educativa infantil, siendo menor en la superior (donde ronda el 50% en secundaria).Estos datos siguen descendiendo cuando avanzamos hacia la inserción laboral, donde solamente un 15% de los que están en edad de trabajar lo hacen.

Su lucha principal es la eliminación de obstáculos, el conseguir integrarse en una sociedad que, de cara a la galería se muestra inclusiva y tolerante pero que, a la hora de la verdad, no responde a los valores que dice promulgar. La muestra clara está en los cinco oros de Sara, de los que pocos medios han dado difusión y a las que ninguno ha dedicado un lugar principal.

Un pequeño gesto, un gran compromiso, el que desde Diario16 manifestamos: porque esos oros de Sara sean los de una sociedad que celebra el enorme esfuerzo de quienes trabajan cada día para demostrar que son capaces de conseguir sus metas, para reconocer en sus familiares y en las organizaciones que les apoyan el agradecimiento a su entrega. Porque sus logros, son los nuestros.

 

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