El llamado, exagerada pero eficaz y popularmente, relato más corto de la historia, que firmó Monterroso viene como pesadilla al dedo para explicar lo que sucede a cada español a día de hoy.

Cuenta la leyenda que el cuento de Monterroso no era tal, sino que era una anotación sin título en uno de sus cuadernos que su editor (los editores son mucho más importantes en los éxitos de lo que pueda parecer a primera vista). Fue como sigue:

Sucedió, asegura la leyenda, que Augusto, la buena vaca (como se llamaba a sí mismo) una tarde al despertar de la siesta se encontró con que uno de sus amigos, al que apodaban el Dinosaurio, seguía sentado en una esquina de la cama. La visión le sobresaltó tanto como a cualquiera de los españoles que no aman a Rajoy (¿Alguien le ama?) y por eso Monterroso escribió el texto casi idéntico al que he utilizado para encabezar este breve artículo (Me estoy enrollando un poco porque soy más o menos buena gente y sé que a los maquetadores les cuesta mucho buscarse la vida si sólo escribo dos líneas, que en este caso serian suficientes.

El dinosaurio

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

AUGUSTO MONTERROSO

En mi opinión si Monterroso hubiese corregido podría haber dejado el cuento en menos palabras, cambiando el «todavía estaba» por seguía, pero perdono a Monterroso, era una Buena Vaca y me caía bien.

No es el caso de Rajoy, contra el que no tengo nada en contra, ¡y a favor mucho menos! (eso es de Dalí).

Terminando, que la pesadilla parece no va a acabar nunca. Rajoy sigue, o todavía está, allí. Sentado en una esquina de nuestra cama. ¡Qué drama! ¿Quizá sirva de algo que me vuelva a dormir? Me tomo la penúltima y lo intento. Dormir hasta navidad; tal vez así…

 

Otro burbon, por favor.

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