Entiendo que estar en esa edad en la que se va acabando la década de los 40 tiene, entre otras cosas, que puedes empezar a presumir de memoria histórica. Habrá quien entienda que es más adecuado llamarme “abuela cebolleta” por eso de empezar a contar historias del pasado. Pero creo que para entender mejor de donde vienen estos lodos políticos, es mejor conocer los polvos de los que partimos.

Mi personaje político se llama Manolito. Le puse este apodo en mis años de periodista de provincias porque era igualito, pero igualito en pelos y todo, al personaje con el mismo nombre de Mafalda. ¡Ay Quino, qué importante has sido en mi vida! Bueno, que ya me voy otra vez por los cerros de Úbeda. Si es que la edad…

Manolito, digo, nació en el 68, pero nada se le pegó de la revolución oye, pero nada de nada. Desde su más tierna infancia quiso ser político y hasta el día de hoy, sin más trabajo ni recorrido laboral que el de servir al PPpero podía haber sido del PSOE que también he conocido del otro lado a profesionales de la cosa- sigue viviendo del cuento, con tarjeta VIP y habiendo metido a su mujer como curranta en eso de la institución pública.

Manolito es terrible. Feo también, pero eso no tiene importancia. Facilidad de palabra cero, consiguió acabar la carrera de Derecho hace poco, pero en su cv político siempre puso estudios de Derecho por eso de la ambigüedad, y por si colaba.

Cuenta, o al menos contaba, porque no nos hablamos desde hace una década, chistes sin parar de homosexuales, sobre la parienta y del tipo de los de Lepe, pero con los socialistas. Es que antes éstos eran su bestia negra. Entiendo que hoy serán los de Podemos.

Entró de secretarillo para llevar los papeles al jefe del partido en su provincia, y por méritos propios, es decir, para hacer de  pelota, arrastrado y el trabajo sucio que fuera necesario, llegó a las listas electorales. A Manolito el trabajo sucio le ponía especialmente. Hasta visitaba en plan capo de la mafia a medios para anunciar que no se apostaría por la publicidad del partido para unas elecciones si se contaba con aquel o este periodista.

Ha tenido cargos electos en Ayuntamiento, Comunidad Autónoma y, como se perdieron concejales, se quedó fuera en la anterior legislatura. Pero no le ha afectado lo más mínimo, sigue de asesor de Alcaldía o algo así.

Ha cambiado su humilde hogar y barrio por un hortera chalet en una urbanización de nuevos ricos fuera de la ciudad que le paga desde los veintitantos años sus vicios –que los tiene- y su buen vivir. Y eso sí, lleva ropa de marca, pero de esa marca que se ve, para que se note. Porque Manolito, el hombre, no distingue la seda del poliéster.

Manolito es rastrero, vengativo, y cambia de jefe sin problema. Lo mismo idolatra que echa por tierra al que le llevó al estrellato político. Porque lo importante es seguir y vivir de los vecinos de su municipio a los que mira por encima del hombro.

Pero lo grave, lo terriblemente frustrante, no es que Manolito viva como un marajá, que lo hace a cuenta de los contribuyentes, sino que hoy pueda llegar a ser considerado un ser respetable y que incluso algún día dé el salto a Madrid. Con cerca de 50 años está en su momento para hacerlo, ser una cara nueva , y parecer la renovación del partido.

Manolito no lee, ni sabe leer muy bien y sólo ha ido al teatro o a un concierto cuando asiste como cargo. Es decir, gratis. Juzga a las personas por el coche que conducen y entiende, como su jefe de filas, que la libertad tiene un precio.

Y ahora en serio. Las provincias españolas están llenas de Manolitos, que aspiran a dar el salto a Madrid. Primero como diputados o senadores y, después, quién sabe. Así tenemos y hemos tenido representantes en cargos públicos en secretarías de estado, de asesores y de puestos del partido de turno.

Manolitos es lo que España no puede permitirse. Y estamos invadidos por ellos. Si descubres a tu Manolito en tu provincia, has ganado el Premio! Triste galardón en este caso.

5 COMENTARIOS

  1. Muy buen artículo, con humor e ironía, que pone de manifiesto la cantidad enorme de advenedizos puestos a dedo en las instituciones. Hay muchos Manolitos sin oficio ni beneficio que hacen lo que sea y se rebajan hasta límites insospechados, con tal de seguir chupando de las arcas públicas. Enhorabuena por contribuir a desenmascararlos.

  2. Como María José es muy elegante, no dirá el nombre de «nuestro Manolito». Pero yo que le conozco, puedo deciros que es lo más vil y cutre, y hortera y, sí María José, muy feo. Lo malo es que ha conseguido cargarse carreras periodisíticas excelentes, que vive del cuento, que es prepotente y maleducado y que, encima, ha colocado al a familia. Nos haces reir, pero este hombre es, de verdad, para llorar.

  3. Existe Manolito y manda, y se crece, y es desleal a quien le nombra, porque él siempre tuvo claro que su sitio era el cargo público y vivir de la política. Defiende la profesionalización de la política con esmero y está dominado por su rubia de bote, que le deja en ridículo siempre. Pero no le importa. Es mezquino, inculto y ni poco sabe de nada. Pero efectivamente podría hacer carrera política nacional. Tenemos lo que nos merecemos.

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