No soy yo

  • Me preocupa papá, le había dicho Matilde la primera vez. No sabe dónde ha dejado la gargantilla que le compramos a Mamá hace tres años por su cumpleaños.
  • Mujer, estará por ahí le dijo Tomás. ¿Quién se la va haber llevado?

La segunda vez, Matilde le dijo a Tomás que se iba con su padre al médico porque ya no sólo era un camafeo con su gargantilla. Ahora ya no estaban en su sitio, ni los anillos, ni los pendientes, ni las dos cadenas que portaban las medallas de la Virgen del Rosario y de la Viñas.

Cuando un día llegó a visitar a su padre y no estaba la tele de la cocina, después de que el médico le hubiera confirmado que su padre no tenía ni Alzheimer ni tampoco Demencia, Matilde comenzó a sospechar de su hermano Tomás.

Tomás juraba que jamás había tocado nada. No daba la impresión de ser un ladrón, la verdad. Ganaba mucho dinero como agente de seguros. Al menos eso decía. Vestía ropa cara y no tenía vicios.

Cuando desapareció la cadena de música que su padre tenía desde siempre (una Pioner por módulos con amplificador, ecualizador, pletina y plato), Matilde se encaró con Tomás y preguntó qué estaba sucediendo. Tomás aseguraba que él no era el responsable. ¡Seguro papá lo está vendiendo todo! – le dijo-  sin dar una explicación lógica de por qué.

Dos días más tarde, mientras Matilde sacaba dinero del cajero de la esquina, Tomás acarreaba una enorme caja con la televisión del salón. Dos tiendas más abajo, había una de esas casas de empeño con letrero rosa que tanto han proliferado en España en los últimos años. Tomás entró con la tele y salió sin ella. Pero Matilde no le abordó entonces. Esperó y lo hizo en casa de su padre. Tomás volvió a negarlo todo.

Tras la acalorada discusión, Tomás bajaba muy deprisa y azorado por la calle Alcalá. Junto a la Plaza de Toros, un zagal de gorra calada hasta las orejas, camiseta azul chillón de los Lakers, collares de oro al estilo M.A. Barracus, y amplios pantalones con el culo casi en la rodilla y una leyenda enorme de “Adidas” en la pernera, le salió al paso y se puso a caminar a su ritmo. Dos minutos más tarde, Tomás le daba un rulo con billetes y el Cani le entregaba un tubito con polvos blancos.


Credibilidad. La piedra filosofal

En el programa de “La Cafetera”,  Fernando Berlín repite diariamente una cuña en la que Dolores Cospedal repite como el día de la marmota “para bajar más los impuestos, hay que tener credibilidad y nosotros tenemos credibilidad”.

Credibilidad. ¡Que palabra tan bonita! La RAE dice que significa “cualidad de creíble”. Para tener credibilidad uno debe hacer ver a los demás que no miente, que no cambia de parecer constantemente y que predica con el ejemplo.

Andan buscando en el PSOE y sobre todo en ese gran medio que despide periodistas por contar noticias “chungas” de su Consejero Delegado, la razón o motivo por el que, a pesar del enorme esfuerzo por echar mierda sobre PODEMOS y sobre su principal dirigente, Pablo Iglesias, las encuestas, incluso las de los maestros “Masterchef” como Metroscopia, siguen ahondando la caída libre del partido que ha gobernado España 22 de los últimos 39 años de “democracia”. Y claro, como es mucho más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el nuestro, se olvidan que las elecciones se ganan por los votos de las personas. Y que para que te voten, es necesario que el votante se identifique contigo mayoritariamente, además de por afinidad, porque se crea lo que le dices y se fíe de tu palabra. Eso, es credibilidad.

El personal anda muy mosqueado con la política, pero sobre todo con los dos grandes partidos. Y evidentemente, la izquierda siempre ha sido mucho más exigente con los suyos que los de la derecha con sus semejantes. España está sumida en una tremenda crisis de corrupción y valores y la gente está hasta la coronilla de la Gürtel, de los ERES, del rescate a los bancos, de que un chaval que cometió un pequeño delito de 79 € hace cuatro años, acabe en prisión mientras que los que el pueblo identifica como “grandes chorizos”, se paseen impunemente.  Y no entro en si los grandes capos que tienen el dinero presuntamente robado en Panamá, Suiza o las Seychelles son culpables o no porque evidentemente primero tienen que ser juzgados. Pero la mujer del César además de ser honrada, debe parecerlo (es una expresión que me gusta poco por su contenido machista, pero espero sirva de ejemplo) y aquí, rasques dónde rasques, sale ponzoña por doquier.

¿Cómo vamos a votar a un partido que se declara republicano pero que hace lo imposible por impedir que las cuentas de la corona sean claras y transparentes? ¿Cómo vamos a confiar en un partido que negocia en secreto el TTIP y que vota en contra de las propuestas para que sepamos qué supone ese tratado y cuáles son sus consecuencias? ¿Cómo va a tener credibilidad alguien que dice ser de izquierdas pero pacta en dos horas, que, en caso de bancarrota, primero se pague la deuda y se deje en la indigencia a la ciudadanía? ¿Cómo podemos confiar en quién está afirmando que prefieren dejar gobernar al PP (con todos sus casos de corrupción, con toda su deuda del 105%, con toda la indecencia de la que se sirven de los servicios públicos) que pactar con Unidos Podemos y todo porque según ellos su líder es un ególatra prepotente?

Para tener credibilidad hay que dar ejemplo. Y como decía el otro día Beatriz Talegón, no es que sea posible el pacto con Podemos tras las elecciones. Es que es imprescindible (si las encuestas no mienten). Y a una gran mayoría no nos hace ni pizca de gracia que Pedro Sánchez se lo tome a broma o haga chascarrillos sobre el futuro de nuestra sociedad.

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Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.

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